domingo, 23 de junio de 2013

SUPERHÉROES.

UNA REUNIÓN DE JUSTICIA.


Una noche,  caminaba por las oscuras calles de mi ciudad, en medio de la tranquilidad, que ofrecen los árboles ondeantes por el viento, y el ulular de los búhos. La llovizna indecisa, en si caer en un fuerte aguacero o simplemente mojar las calles con su lento precipitar. Debo decir que es mi favorita, es una especie de liberación, con un baño celestial.
   Fue imposible, en mí andar tranquilo, no notar aquel hombre que aterrizo a escasos metros delante de donde yo estaba. En mi despertó un instinto detectivesco, porque corrí a esconderme detrás de un roble, para poder divisar el acontecimiento. El hombre de capa roja y traje azul, inspeccionó el lugar, después de cerciorarse, que no había moros en la costa, desapareció. Sobe  con fuerza mis ojos, en un segundo lo tenía en mi radar visual, al otro desapareció. Cautelosamente como un gato, acechando a su presa, me acerque al lugar donde segundos atrás, estaba un hombre parado. No llegue hasta ahí, y un nuevo personaje apareció. Este era un poco menos notorio, usaba grandes lentes, su cabello engominado peinado de lado, ropa elegante con saco y corbata y un portafolio en su mano derecha.
   Ahora era más cauteloso, caminó lentamente erguido y mirando al frente. Debo decir que en ese momento, mi curiosidad ya estaba al límite, la adrenalina segregada, mantenía mi corazón en frenesí, pum pum. Sin embargo, ya no existía vuelta de hoja, estaba decidido a seguirlo. Al cabo de unos metros un hombre, también vestido con corbata, de cabello negro y rostro blanco, no tenía la apariencia de nerd del otro, lo esperaba. Estrecharon sus manos y se dieron un abrazo de amigos, no sé qué se dijeron, pero los dos sonreían. Se acercaron a un Audi A3 sedan, negro metalizado, toda una obra automovilística. Guardaron el portafolio en el baúl, y se sentaron en una banca a charlar, aunque uno miraba el reloj, mientras que el de gafas movía su pie impaciente, era como si estuvieran esperando alguien, con mucho afán.
   Aproveche el momento para moverme sigilosamente, quería acercarme al auto. El de gafas parecía estar con parabólicas, medio toque una rama y el regreso a ver. Si poseía un súper oído, era cuestión de tiempo para que me descubra, afortunadamente el viento estaba a mi favor, porque una jauría de gatos pasó por donde yo estaba, y el de gafas se tranquilizó. Era difícil ser silencioso, con alguien que parecía oír, hasta el caer de una aguja en un colchón. Afortunadamente los gatos, el viento y mi cautela, me permitieron llegar al coche. Mi siguiente misión era subirme al baúl.
   No fue difícil subirme, el baúl no estaba cerrado completamente. Ahora únicamente tenía que crear una distracción, algo que dirija las parabólicas del engominado hacía otro lado. Me mantuve quieto como estatua, respirando lento, cualquier movimiento e iba a ser descubierto. Los gatos ya no estaban cerca, el viento no era tan fuerte. Debía buscar una solución rápida. Inesperadamente el milagro se dio. Una moto a toda velocidad hizo el ruido necesario, para yo poder abrir el baúl y subirme al auto. Fueron diez o tal vez quince segundos, entre el momento de abrir el auto y subirme. En la oscuridad en la que me sumergí, pude oír a alguien que bajaba de una moto y los saludaba, pude escuchar que al de la moto le decían Queen.
   Finalmente el carro arrancó. No sabía por dónde íbamos. A juzgar por el movimiento y el ruido, parecía una carretera sin pavimentar. Los ocupantes del vehículo hablaban mucho, pero no podía captar ni una palabra de lo que decían,  por el traquetear del carro y el ruido de la moto del tal Queen, que venía al lado de ellos. Mi visión ya acostumbrada a la oscuridad me permitió escarbar,  obtuve el maletín en mis manos, aunque era imposible de abrir. Era de esos modernos que piden huella y retina, para poder ser abiertos. Ahora me sentía tan estúpido, metido en un baúl oscuro, sin poder salirme y con un maletín que no se puede abrir.
   Trascurrieron unos cuarenta minutos de viaje y el vehículo se detuvo. Los dos se bajaron, no sabía que pasaba, de repente abrieron el baúl, alguien introdujo una mano buscando el maletín, yo encontré un destornillador, antes de que cierren la puerta, pude colocarlo, así podía salir del carro. Mi plan funcionó, baje con cautela, luego de no sentirlos cerca. Afortunadamente en el piso, quedaron grabadas sus huellas, las seguí. Ellas me llevaron a una cueva, rustica y cubierta de musgo, adentro estaba oscuro,  húmedo y frío. Con pasos lentos y tanteando el terreno con mi mano, encontré una piedra que se hundía, algo sonó, como si se abrieran dos puertas. Me dirigí hasta dónde provenía el ruido y caí en un hueco, profundo. Después me encontraba en un piso embaldosado, un lugar iluminado muy diferente a la triste cueva. Atravesé pasillos, las voces y risas me conducían a donde debía ir.
   Llegue a una habitación, cerrada con llave. De ahí venía el ruido, tenía que entrar. Me infiltre por un conducto del aire acondicionado, estaba estrecho pero no importaba con tal de mirar la reunión que  se llevaba a cabo. Cuando por fin pude llegar al sitio para verlos, me encontré con un espectáculo sin igual. Un hombre de capucha negra y capa, bebía cerveza al lado de otro con arco vestido de verde. El de gafas nuevamente se colocó su traje azul de capa roja, se disponía a jugar pim pom con otro de traje rojo y un rayo dibujado en su pecho. El juego no pude verlo, se movían a una velocidad impresionante. Un hombre de verde jugaba cartas con un hombre y una mujer disfrazadas de halcón y una hermosa mujer de cabello negro y con poca ropa. Era una reunión de superhéroes en un salón de juegos.    
   El maletín reposaba en la mesa central, era como la mesa redonda, de los caballeros del rey Arturo. Un ruido metálico interrumpió  el jolgorio, el silencio provino después del sonido escuchado. Un hombre vestido con gabán negro, con el cabello largo y gafas negras cubriendo sus ojos, entró al salón. No era impresionante que use gabán, era impresionante que al quitarse el gabán, la peluca y gafas un hombre verde quedo al descubierto, si un hombre verde. Usaba capa, estúpidos calzoncillos y botas, todo de color azul, el resto verde, parecía  Hulk, solo que no tan grande, sin cabello y sin cejas, de extraños ojos rojos, que miraban fijamente a todos los presentes.
   Después el de capa roja le entregó el maletín, el extraterrestre. Sí, estoy seguro que es extraterrestre, ¿cuántas personas verdes conoces? Él tomó el portafolio, lo colocó sobre la mesa, puso sus índices, al lado y lado, una luz roja titiló, luego fue verde. Ahora el marciano cogió el maletín con sus dos manos y lo acercó a sus ojos, otra vez una luz roja titiló, y guala una nueva luz verde se encendió. Lo puso sobre la mesa y este se abrió, un gran secreto se ocultaba ahí. Yo estaba a punto de descubrir que era.

CONTINUARÁ...

jueves, 20 de junio de 2013

CLARK EL HOMBRE LOBO


HISTORIA DE UN LICÁNTROPO.


”Todo comenzó la primera noche de luna llena, del mes de Enero de 1760.  Fui de viaje a visitar, a mi tía. En el camino de regreso a mi casa, algo embistió el carruaje, fue tan fuerte el impacto que nos volcó. Después de tres vueltas, salí del carruaje, expulsado por la gravedad. Golpeado pude mirar como una bestia, que parecía ser un lobo de pelaje café, devoraba vorazmente a mis sirvientes. Ni los caballos escaparon de tal ataque, otro lobo, se los comía sin piedad. Ante la claridad de la luna llena, quise escabullirme entre los árboles y escapar del ataque. Así lo hice, creí por algunos segundos que la victoria me acompañaba. Fue prematuro pensar en eso. Un lobo erguido en dos piernas, cubierto de pelaje negro, con fuertes garras y fauces con enormes dientes, botando saliva blanca y espesa. En sus ojos pude ver la maldad, me miraban sedientos de sangre y podía ver mi reflejo asustado en sus pupilas, rodeadas por su iris amarillo.
   Comencé a correr, a pesar de estar golpeado, creo que la adrenalina me daba el impulso necesario para escaparme. Aunque era imposible dejar atrás a esa bestia, que parecía estar detrás de mí, saboreando mí derrota. Mis fuerzas comenzaron a abandonarme, a medida que avanzaba era más difícil respirar, la visión se me nublaba y sentía mi corazón a punto de estallar. A pesar de eso, no iba a darme por vencido, no iba a morir devorado. Sin embargo, fue inútil. Cerré mis ojos, luego sentí un arañazo en mi espalda, me derivó. Algo me había perforado la espalda, al caer al piso me toque, estaba sangrando. El dolor era insoportable, alguien había destruido; mis huesos, músculos y piel. Nuevamente intente correr, ahora la bestia me atacó de frente, un nuevo arañazo, esta vez en mi pecho. Dos golpes tan fuertes y ya de mí no quedaba ni el aliento. Cuando probé ponerme de pie nuevamente; el lobo se me plantó encima. Su saliva goteaba en mi rostro, enterró sus garras en mis hombros. Juro que ese monstruo estaba sonriendo. Después me mordió, fue tan fuerte y agudo el dolor, que grite y grite, hasta desvanecerme.
   No sé cuántos días pasaron. Despertaba sudando, con mi cuerpo ardiendo y adolorido, bañado en sangre, volvía a dormir. Así una y muchas veces ocurría. Con mis escasas fuerzas, intentaba orientarme y llegar al lugar donde fuimos atacados por las bestias, similares a lobos. No avanzaba cien metros y otra vez caía. Soñaba con feroces dientes, perforando mi piel, garras rasgando mis entrañas, y ojos amarillos repletos de maldad, mirándome fijamente.
   Las fuerzas volvían poco a poco, al cuidado de nadie pude sobrevivir, a pesar de estar mal herido. Un día cerca de un lago, pude bañarme y observar con gran asombro que mis heridas estaban sanando, ya casi no se notaban. Fui al lugar del ataque, rastros del ataque sobrevivían, árboles arañados, y sangre salpicada por doquier. Averigüé lo sucedido: primero tuve que soportar las caras de asombro y la estúpida pregunta -¿No estabas muerto? -. Como si verme ahí no fuera suficiente prueba de que estaba vivo. La historia fue contada de maneras diferentes, pero en resumen: encontraron mi carruaje destruido y mis dos sirvientes cubiertos de sangre, degollados y desmembrados. No hubo rastro de mí, me buscaron por todo lado, removieron cielo y tierra para encontrarme,  y no aparecí.  Sea lo que sea me había devorado completamente. Aunque la verdad era que yo sobreviví, y me estaba muriendo en el único lugar que no buscaron.
   Regrese a mi mansión con más miedo que alegría. Bisont el último sirviente que me quedaba, era leal, fiel y muy aplomado en su labor. No me faltaba nada. El primer día de luna llena de febrero, algo extraño aconteció. Mientras daba un paseo en mi caballo al anochecer, comencé a sentirme extraño, mi cuerpo temblaba, resbale del caballo y me propine un golpe en la cabeza, justo en una roca filosa. Toque mi frente y estaba cubierta de pelo. De repente mis brazos y piernas crecían y mi mandíbula empezaba a desencajarse. Después no recuerdo nada. Desperté al otro día, con la ropa rasgada, cubierta de sangre, en medio de un caserío del cual ya no quedaba nada. Yo había hecho esto, pero cómo, no lo recordaba. Regrese a mi mansión, me bañe. Tenía la sensación de haber cometido un terrible crimen, pero no recordaba cuál.
   La noche siguiente fue igual, mi cuerpo temblaba y crecía, me salía pelo en la cara y mi mandíbula se desencajaba. Esta vez desperté rodeado de ganado, mi ropa desecha y ensangrentada. No sabia que hacer, que cosa me estaba pasando. La escena se repitió durante los días de luna llena del mes. Luego los días volvían a ser normales. Le conté a Bisont, él me explicó una estúpida leyenda de lobos. En Escocia no hay hombres lobo, eso eran historias absurdas. Bueno yo creía eso hasta los días de luna llena de marzo. Nuevamente la misma imagen. Eso de los hombres lobos cobrara veracidad.
   Después del ciclo lunar, entre Bisont y yo creamos una celda subterránea en mi mansión. Reforzada de metal, con provisiones y un baño, durante el ciclo de luna llena estaría atado a una silla de acero. En el pueblo se rumoreaba que yo estaba loco, que asesine a mis sirvientes, incluso las autoridades me investigaron, no había pistas ni pruebas, fui absuelto de la investigación. Sin embargo, mi fama de galán y buena persona se extinguió, ahora era el loco del pueblo. Aleje a todo el mundo de mi mansión y deje de ser hospitalario, únicamente Bisont me acompañaba y ayudaba.
El primer día de luna llena de abril, me senté en la silla y Bisont se encargó de atarme con las cadenas y candados, cerró la celda. Esta vez evite muertes, fue una gran idea, así pasó ese ciclo lunar sin asesinatos ni pueblos destruidos. Pero no quería esa vida, encadenado por una semana, en una jaula, como cualquier reo. A partir de ese día con la ayuda de Bisont, buscamos una cura. No hay nada que me curre, en ninguna parte del mundo, seré este animal para siempre, un asesino sin control de sus actos”.
-        -   Vaya – Ana interrumpió la lectura, del diario del conde Phillip Ager.
  -    No hay cura hermana, regresa a casa, yo me ocultare para siempre – sentenció Clark, en su voz la tristeza no se podía ocultar.
 -   No seas estúpido Clark, somos hermanos, nunca te voy a dejar solo.
 -   ¿Por qué sacrificarte tanto? Has como el resto de la familia, ignórame.
 -    Deja de decir estupideces, juntos encontraremos esa cura, leeremos todo esto, algo arrojara, te lo garantizo.

   Los hermanos acomodaron un cuarto en la mansión deshabitada, no había rastro del tal Bisont. Y el conde Phillip Ager era odiado y temido en el pueblo, nadie se acercaría a molestar su mansión. Con el paso de los días, Clark se volvía más fuerte, incluso creció, ya casi media lo mismo que su hermana. Buscaron a Bisont, tal vez él podía guiarlos hacía una cura. Era como si la tierra se lo hubiera tragado, no dejo ningún rastro. El diario del Conde, solo narraba los días de incertidumbre, tratando de  localizar una cura para su mal.                

CONTINUARÁ...

sábado, 15 de junio de 2013

TE CUENTO CUENTOS.

DOS ALMAS.

En alguna ocasión, hace muchos siglos atrás, un demonio decidió escapar de su hogar (si es que al infierno se le puede llamar hogar). Era un demonio perverso, malvado, siniestro, iba por ahí haciendo travesuras y causando muchos estragos. Enveneno el agua y muchos animales murieron al beberla, desató plagas que acabaron con los cultivos, libero neumonías, infecciones urinarias, crueles enfermedades que mataron bastantes personas. No tenía compasión, no le importaba nada ni nadie.
   No obstante, el universo extraño, conspiró. Ese mismo día. Una bella dama escapó del cielo, era celestial, simpática, bondadosa, compasiva y muy hermosa. Seguramente era el ángel más bello que existía. Aburrida de la monotonía del cielo y su infinita paz, sin emoción ni aventura. Fue en busca de algo nuevo, yendo en contra de todo reglamento divino. Al ver las calamidades causadas por el demonio, ella lucho por remediarlas, curando a los enfermos, alejando las plagas de los cultivos, limpiando las aguas envenenadas. Todo lo que hizo fue en contra del despiadado ser del inframundo.
   El demonio al ver que sus planes macabros, se venían al piso, decidió investigar quien era su contrincante, para posteriormente sacarlo de camino. Vaya sorpresa se llevó, cuando vio a esa doncella, quien poseía un rostro blanco y espiritual, ojos miel brillantes como el sol, sonrisa encantadora, de esas que enamoran a cualquiera, vestida de blanco y dos hermosas alas de cisne desplegándose con todo su esplendor. El demonio no podía dar crédito a tanta belleza y quedo enamorado de inmediato. Él de rostro brusco y hosco, de cabello largo y dos cuernos pequeños en su despejada frente, quedo idiotizado con tal belleza angelical.   
   Poco a poco se fueron conociendo más y más. De pronto sea verdad, aquel refrán que dice, que el amor todo lo puede cambiar. El demonio dejo de ser perverso. En  su afán por enamorar a la linda belleza caída del cielo, olvido su esencia, ya no era malo, le causaba tanta felicidad estar al lado de ella, que ya no necesitaba hacer nada más para ser feliz. Sus encuentros clandestinos se hicieron rutina. Se miraban, pasaban juntos horas y horas, al final del día regresaban a sus hogares.
   Un día de juego en juego, dejaron que la tentación los gobierne, un beso se sumó a otro beso, una caricia los llevo a otra caricia. Victimas del desenfreno hicieron el amor. Fue algo espiritual, mágico, ambos se conectaron, las terminaciones nerviosas de él se extendieron hasta las de ella, y viceversa. Amarse era un pecado por venir de mundos diferentes, pero esto solo dejaba claro que el amor, es amor, no importa clase social, raza y en este caso no importaba ser la versión amorosa del ying yang. El bien y el mal, juntos en un solo sentir.
   Un día el ángel sintió nauseas, se sintió inflada, en su interior crecía un ser, fruto del amor de dos personas, pero que venían de mundos diferentes. El demonio y el ángel, decidieron escapar, irse juntos. Sin embargo, fue imposible. En el cielo se desataba la hecatombe. Ese niño no podía nacer en el cielo, sería un crimen. En el infierno no fue diferente el asunto, solo que  más cruel. Quémelo, asesínenlo, maten a la madre y al bebe. Pero el demonio estaba enamorado y no permitiría que algo malo le sucediera a su mujer o a su bebe.
   
   Soy un fiel creyente de que las cosas pasan por algo. Por esos días en un reino, repleto de armonía. El rey y la reina vivían un dilema. Casados hace años no habían podido tener un hijo, intentaron de todo, nada funcionó. Su felicidad no era plena. El demonio escucho su tragedia, y he aquí lo irónico de la situación, un demonio preocupado por el bienestar de dos seres insignificantes para él. Expuso su plan a su amor. Obviamente ella no lo tomo de buena gana, y la pregunta es quién tomaría de buen agrado, regalar a su propio hijo (exceptuando a las madres desnaturalizadas). No obstante era la única salida posible. En el infierno la iban a quemar y despojar a la fuerza de su hijo. En el cielo, le ofrecían algo similar a regalarlo, la diferencia era que lo dejarían botado, hasta que alguien se apiade y lo recoja. El amor puede ser cruel, una familia crecía como la marea al llegar la noche, y el destino cruel se encargaba de derivarla como un castillo de arena al ser pisado.
   No había vuelta de hoja, era un amor imposible. Pasaron los nueve meses, ella acompañada de su amor, dio a luz a un hermoso niño, de alrededor de tres kilos y medio, gordo y rebosante de salud. Los dos lo vieron como ese pedazo de esperanza y vida, había nacido un hombre que cambiaría el mundo. Una mañana clara y soleada, se acercaron al balcón de la habitación del rey y la reina, dejaron al bebe de crespos negros, ojos miel como la madre, regordete y de cachetes rosados como el papá. Tocaron tres veces la puerta, se alejaron, pero sin perder detalle. Cuando la puerta se abrió, la reina tomo al niño en sus brazos y lágrimas escaparon de sus ojos. El rey cubrió con sus enormes brazos a ambos, entonces el demonio y el ángel, supieron que tomaron una buena decisión.
  
   Los dolores no terminaban ahí. Ahora llegaba el doloroso final de este hermoso amor. El demonio fue severamente castigado, encadenado en la peor de las prisiones del infierno, custodiado por feroces demonios de muy mal carácter. El ángel, no fue ajena al castigo. Fue encerada en una prisión, menos triste y desoladora que la del demonio, pero no dejaba de ser prisión. Era un calvario alejados de su verdadero amor y dejando su hijo al cuidado de otros. Cuenta la historia que aquel día el mundo perdió su brillo y se nublo. Las lágrimas de la doncella celestial, inundaron el mundo. Y los lamentos del demonio desdichado, lo  hicieron temblar. Hoy dicen que cada vez que llueve, es el ángel que recuerda a sus dos grandes amores, alejados a la fuerza. Y cuando hay temblores o terremotos, es el sufrimiento incontenible de aquel demonio, que aprendió lo duro del amor.
   Con el paso de los años, Vince (hijo del demonio y el ángel), creció ignorando de dónde provenía, incluso sus padres también ignoraban su origen. Vince fue educado por los principios de sus padres adoptivos. Era un joven respetable, bondadoso y valiente, cuidaba a los necesitados y brindaba ayuda. Todo anticipaba a que el reino, cuando su rey ya no este, sería bien dirigido por Vince.
   Finalmente llegó el día. El rey envejeció y falleció. Vince conoció meses atrás a una mujer digna de su respetable humanidad. Una princesa de un pueblo cercano, con cualidades igual de impresionantes a los de Vince. Se unieron en sagrado matrimonio, el rey y la reina ya tenían sucesores. El rey pudo morir en paz, con una vida plena, un reino bien gobernado, una fiel esposa y un hijo increíble. Supongo que es como todo ser humano quiere morir.
   Vince y Caila se casaron, posteriormente fueron coronados rey y reina del reino de Esplendor. Todo fue armonía durante muchos años. Sin embargo, un oscuro secreto estaba por revelarse. Vince tenía un lado bueno, por eso era un rey de increíble honor. Pero también poseía un lado negro, que estaba a punto de estallar. En batallas no tenía piedad de sus rivales, su sed de sangre y destruir lo poseía, no podía parar hasta acabar con sus enemigos. Después de cada batalla, el furor desvanecía, y el dolor de cada vida tomada a lo fuerza lo destruía por dentro.
   La lucha constante, entre el lado bueno y el malo de Vince, lo estaba destruyendo por pocos. Era hora de hacer algo al respecto, salió de su casa, únicamente contándole a donde iba a su esposa. Tomo su mejor barco y partió rumbo a Asia, después navegó rumbo a Europa, América también fue epicentro de sus visitas, hasta finalmente llegar a África. De rumor en rumor, localizó un templo al filo del Nilo. Un monje ahí lo esperaba, como si supiera que iba a ir. Estaba rapado totalmente, de rostro cetrino y ojos profundos y negros. Vestido con túnica blanca y paz en su interior. Sabía a qué fue Vince, le contó su origen, cómo lo supo, pues quién sabe. Al principio fue una historia absurda, increíble; no obstante fue adoptando un grado alto de credibilidad, cuando el monje daba datos más exactos.
   La solución era simple. En el alma de Vince, convivían dos seres. Aquel descendiente de un ángel, lleno de amor y bondad. Y una parte del demonio, la malvada y despiadada. El problema se supera al dividir las dos almas. Un hombre de rizos negros rostro pálido, ojos miel, fuerte y bondadoso, regreso a Esplendor. Un hombre de aspecto hosco, ojos negros, cabellos desordenados y alma corrompida, vago por el mundo en busca de su lugar.
  Las cosas funcionaron bien, el rey cruel ya no existía, el reino iba hacía la gloria. Sin embargo, el rey empezó a sufrir de una cruel enfermedad, ningún médico del reino o reinos cercanos, supieron que padecía. La fiebre lo envolvía y comenzaba a delirar. Afecciones respiratorias no se hicieron esperar y dolor generalizado del cuerpo, se presentaba constantemente. Caila no sabía que hacer, tenía que encontrar una cura. Descubrió que los dolores iniciaron con su viaje, y ella fue rumbo al Nilo.
   El monje le explicó que, las dos almas debían estar juntas, o de lo contrario morirían. Cómo hacerlo. El monje tomó una roca del suelo, rezo algunas frases en voz baja y en idioma desconocido, la bañó con el agua del Nilo. Se la entregó a la reina Caila. Las indicaciones eran claras, buscar la parte maligna, apuñalarla con la piedra. En ella quedaría encerrada el alma maligna. Luego debería unirse a la parte buena. Nunca deben volverse a separar, pero de esa manera; la parte maligna no volverá a dominar la verdadera esencia del rey Vince.
  El viaje de Caila, la llevo hasta una cueva en un alejado lugar de España. Atrás solo devastación y destrucción, el rastro perfecto de un demonio. Al encontrarlo, agonizando sobre el suelo frío. En igual estado de Vince. Fue fácil para Caila enterrarle la piedra en el corazón. Después de un grito estridente, la parte maligna desapareció. Ahora estaba encerrada en la piedra. Sin embargo, debía apresurarse, el tiempo de Vince se terminaba. Debía unir lo más pronto posible las dos partes, para que vuelvan a formar un solo ser.
   Así Caila colocó la piedra en una bolsa, y la puso en el pecho de Vince. En cuestión de segundos la fiebre bajo, los delirios cesaron, ya podía respirar mejor, abrió los ojos y su fuerza retornó. A partir de ese día, fue mucho mejor rey, el pueblo de Esplendor renació y floreció, bajo el mando del mejor rey de la historia. Un rey que llevaba a todas partes, su lado oscuro junto a su pecho, capaz de no dejarse gobernar de él, como sucedía antes.             

  

miércoles, 12 de junio de 2013

CLARK EL HOMBRE LOBO.

LA MORDIDA.

La familia Jhonson, era una familia normal. Vivía escondida en las montañas de Gran Bretaña, ocultos de los impuestos del rey. Dedicaban su vida a la agricultura, de donde sacaban su alimento y venderlo en el mercado negro les daba algunas monedas de oro, para vivir sin que les falte nada. Bob era el jefe, grande y fuerte, seguro de sí mismo y cabeza de familia. Irene su fiel esposa, como toda mamá de aquellos lugares, por esas épocas, dedicaba su vida al cuidado de los hijos y la casa. Marcus el hijo mayor, muy semejante a su padre, grande y fuerte. Desde muy pequeño se dedicó a aprender el oficio de su padre. La hermana menor, una hermosa doncella,, fuerte y delicada, su nombre era Ana.
   Una familia común, unida y trabajadora. Sin embargo, tenían un pequeño problema, de quince años. Era      Clark Jhonson, el hijo menor. Pequeño como su madre, desordenado y un poco holgazán. Su padre quiso enseñarle su labor, pero nunca pudo sembrar ni una mata. Con el paso del tiempo su padre se aburrió de intentar enseñarle algo y lo dejo ser libre. Dedicaba sus días a elaborar retratos, con carbón y pergamino, que el mismo conseguía, no se sabe cómo. Por esa razón su padre y hermano lo ignoraban, y le hacían burlas. Clark solo era comprendido por su madre, que sin embargo lo trataba fríamente, por no molestar a su esposo. Ana era la única que le demostraba cariño, e incluso enfrentaba a su padre cuando este le hacía burlas.
   Ana y Clark crecieron juntos. Ella la princesa que no podía salir de casa y Clark, el ignorado por ser un debilucho, obligado a quedarse en casa, para evitarse la vergüenza. Crecer juntos creó un vínculo especial. Jugaban juntos, cantaban juntos, reían juntos e incluso peleaban juntos. Ana logró mirar lo mejor de su hermano menor, apreció la belleza que el resto de su familia se negaba a ver. Los dos escapaban a hurtadillas cuando el resto dormía, recorriendo el mundo, que sus padres se esforzaban en ocultárselo, por distintas razones, protegiendo a la princesa y evitando que sus vecinos conozcan a su fracasado hijo.
   Una noche de luna llena, salieron como solían hacerlo. Cantando y dando piruetas se alejaron de casa, vieron un rio que los llevo a un enorme árbol. Un enorme árbol los llevo a un frondoso potrero. El frondoso potrero los llevo a un oscuro bosque. En un bosque oscuro no sabes que va a pasar, pierdes el sentido de orientación, si ves arboles en todos lados y oyes grillos danzando al ritmo del viento. Ana y Clark miraban a todos lados, espalda con espalda, únicamente la luna llena les brindaba un matiz de luz. Algo se movía entre los arbustos, no parecía un depredador, porque no se molestaba en hacer silencio, no estaba cerca se lo oía a los lejos, acercándose velozmente. La tierra temblaba, alguien corría ensangrentado y con una espada en su mano derecha. Pasó frente de los asustados muchachos, pero no les hizo nada, solo les grito que corran. Clark reaccionó tomó a su hermana de la mano izquierda, la jaló fuertemente y empezaron a correr.
   Un gemido jadeante y furioso se escuchaba detrás de ellos. Rugía y el piso temblaba al compás de sus pisadas sobre el suelo. Clark no quería regresar a ver, mientras que Ana, le gritaba.- Es peludo, tiene feroces dientes -, bota baba por su boca -, es el diablo, va a devorar nuestras almas por desobedientes -. Clark únicamente pensaba en salvar a su hermana. – Cállate Ana. Un inesperado giro, una piedra se atraviesa, Clark vuela lejos y Ana cae en un charco. El chico se incorpora rápidamente, busca en la penumbra a su hermana, su pierna le duele, la toca con su mano derecha y esta mojada. Da un ligero vistazo, no es agua es sangre.
   Un grito estridente es emitido. El tiempo se congela. Un monstruo de pelaje gris detenido en el aire, gotas de baba detenidas cerca de su enorme boca. Ana mira inmóvil su final, estática blanca como la luna que cobijaba tal escenario de terror.  Clark se movió tan rápido como pudo, se volvió uno con el viento. Lo siguiente que acaeció es confuso. Un rugido, un grito de dolor y un grito de miedo y sorpresa, luego silencio. Que silencio más largo.
   Ana abrió los ojos, encima su hermano la abrazaba. Un rostro de lobo se asomaba más encima. Ella grito y se levantó con la agilidad de un gato que cae, después arrastró a su hermano. La bestia no se movió. Poco a poco el pelaje se caía al piso, la bestia se convertía en un hombre muerto, atravesado por una flecha en el pecho. Un hombre se acercó a ellos preguntando si estaban bien. Usaba el cabello largo, y cargaba un arco en su mano. Todo era tan confuso.
   Ana volvió de su ensimismamiento. Su hermano sangraba, en su pierna y en su espalda. Corrió abrazarlo, había dado la vida por ella, el lobo la iba a morder, el se interpuso en su camino, librándola de una fuerte mordida, que le pudo quitar la vida.
        -  ¿Qué paso? – preguntó con desconcierto en su rostro, cubierta de lágrimas.
 -   Este ser que miras aquí – dijo el extraño, indicando con su índice derecho al cadáver -. Él es el conde Phillip Ager. Hace años le sigo la pista, sabía que era un hombre lobo. Porque yo soy Federico cazador de lobos…
-     -   Mi hermano está muriendo, ayúdelo – interrumpió la chica.
 -   No, no está muriendo – afirmó Federico y prosiguió con su relato -. Llevo años dedicado a mi labor…
-   -  ¿Entonces? Mírelo esta pálido – Ana interrumpió nuevamente.   
 -   No está muriendo, se está trasformando… cuenta la leyenda que cuando eres mordido por un lobo, te pasan una bacteria que se encuentra en su saliva. Esta incuba por tres días, ósea demora setenta y dos horas, en desarrollarse. Cada luna llena se activa y te conviertes en un lobo furioso, grande y despiadado.
 -  Sálvelo por favor – rogaba Ana con su rostro empapado de llanto.
 -  Hasta ahora no han descubierto la cura, por eso la única solución es matarlos. Además que ese es mi oficio.
-    Déjeme buscar una… por favor.
-   No puedo dejar este peligro libre.  Esta débil, en su momento más vulnerable.
-    Es mi hermano, debo salvarlo… usted dice que en tres días se convertirá en lobo.
-   En realidad la luna llena termina hoy. Se transformará por primera vez en un mes, exactamente en la próxima luna llena.
-    ¿Entonces tengo un mes para buscar una cura?
-    Sí, pero ahora es más vulnerable.
-    ¿Si fuera un familiar suyo, no haría lo mismo?
-   Un hombre lobo, devoró a toda mi familia, por eso los atrapo y asesino.
-    Por favor – la hermosura de Ana combinándose con su tristeza, generaron pena ajena en Federico, quien decidió darle a un lobo, un mes más de vida.
   Federico ayudo a la bella dama, para llevar a Clark hasta la casa. Gemía, sudaba y temblaba. Federico limpió la mordida y su pierna. Ana pasó tres días de insomnio, cuidando a su hermano y evitando que descubran sus fuertes heridas. Clark pasaba los días delirando e hirviendo en fiebre. Su madre preocupada se acercaba cada, hora para preguntar cómo estaba su hijo, sin embargo el miedo a su marido le impedía acariciarlo. Su padre y hermano, únicamente preguntaban en la comida por su estado, nunca lo vieron.
   Pasaron los tres días, las heridas de Clark habían sanado. Ahora Ana sabía que tenía que salvar a su hermano. Cuando le contó lo sucedido, las lágrimas de Clark no se hicieron esperar. Por qué no dejaste que me mate, hubiera sido lo mejor, repetía Clark, hasta que Ana le propino un golpe con un palo que casi lo noquea. Después de discutir mucho, los dos partieron una madrugada, con los búhos de testigos. Iban en busca de una cura. Robaron unas provisiones, y tomaron sus ahorros. Bueno los de Ana, a Clark nunca le daban ni una moneda.
   Sin saber por dónde ir, iniciaron por donde todo comenzó. Siguiendo rastros, huellas, tenían un nombre, el conde Phillip Ager. Un solitario escoses. Entonces ya tenían un lugar en el cual empezar. Partieron ligeros y de noche, así se alejarían lo suficiente de su padre. Cuando el sol aparezca, ellos seguramente ya estarán varias millas lejos.
  Tras dos largos días de viaje, llegaron a Escocia. Montañas empinadas y cubiertas de escarcha les daban la bienvenida. Caminaban entre una capa gruesa de nieve. Calados hasta los huesos, preguntaron hasta encontrar la guarida del conde. Así encontraron un castillo en abandono, cubierto de musgo, y con el césped crecido. Las puertas viejas emitieron un chillido al abrirlas. Las ratas anidaban, entre las hierbas crecidas, en el interior del castillo. Las palomas, salían volando al escuchar los pasos de los hermanos. Recorrieron el inmenso lugar, rodeado de habitaciones, en las cuales solo encontraban cosas del dueño y capas de polvo. Un lugar en abandono total, lo que causa asombro debido a que hace una semana se toparon con su dueño. Con un candelabro que encontraron, se hicieron claridad alrededor del lugar. Escarbando en el patio y los flancos del castillo, lograron toparse con una puerta subterránea. Pegada al suelo, la abrieron emitió un chillido menos intenso que la puerta principal o las del interior del castillo. Descendieron gradas empinadas, un candelabro en cada peldaño, permitían iluminar el lugar poco a poco. Al final unas rejas torcidas los esperaba, al fondo una habitación, en donde se encontraban, cadenas y candados forzados, alrededor de una silla. Todo en la pequeña habitación, estaba demolido y destruido. Arañazos en las paredes y olor a comida pútrida.
   Ana y Clark inspeccionaron el lugar. Nada fuera de lo común, una cama destrozada, platos de comida, rotos y rasguñados, un viejo closet con ropa demolida, libros mordidos y una pluma y la tinta negra esparcida por la pared. Si había tinta y una pluma, debía haber escrito algo. Y así fue, hallaron un libro, que también sufrió el ataque del licántropo. Era el diario del Conde Phillip Ager, eran los secretos de un hombre lobo, estaba en las manos de los hermanos, seguramente la respuesta a varias preguntas podían estar ahí.   
                                                                                                                   CONTINUARÁ...                                                

  

sábado, 8 de junio de 2013

REFLEXIONES

EL INCOMPRENDIDO ROSTRO DE LA MUERTE.


En el último aliento de la vida, su rostro aparece, tan cruel y despiadado, que produce en nosotros abominación. Sé que en mi camino la enfrentare muchas veces, tal vez más de las que quisiera. Sin embargo hoy recuerdo la primera vez que la enfrente. En la sala de un hospital, lloraba como un niño, sin encontrar consuelo. Ella se iba, ella me dejaba, yo permanecía inmóvil e incapaz de hacer algo. Me sentí atrapado entre muros, que se cerraban sin dejarme una salida, me asfixiaba en mi propio dolor. Quise hacer hasta lo imposible, y la verdad es que no pude hacer nada, absolutamente  nada, de mí ya no dependía, la muerte me ganaba una partida, dejándome solo el vacío y el dolor de una perdida.
   La vida nunca te enseña a soportar un dolor tan grande como ese, pero en el momento que te toca enfrentarlo y vivirlo, vas aprendiendo, lo que piensas debió ser aprendido con anterioridad. Aprendes a levantarte cada día, volviendo una pena en un recuerdo doloroso. Con el paso del tiempo vas aceptando las cosas, cada vez más y más, lo asimilas. Se va volviendo parte de ti. Ahora vives con ese dolor, pero ya no es punzante, ahora ha cicatrizado, se vuelve como aquella cicatriz, que tienes en tu cabeza, producto del golpe que te propinaste al caer del trompo. Como aquella cicatriz en tu ceja, cuando jugando fútbol chocaste con la frente de un compañero. Están ahí y nunca se van a borrar, se quedan ahí para siempre, inamovibles y cada vez que las toques, regresaran a tu memoria esos recuerdos, y seguramente el dolor volverá.
   No obstante, enfrento la muerte a diario. Ella camina entre las camas de mis pacientes, esperando su momento para atacar, yo los defenderé. Es como una batalla, de esas que muestran tropas de soldados, empuñando sus espadas, listos para atacar a los feroces dragones. Son batallas que se deciden en cuestión de minutos, en donde no puedes fallar. A veces tragaras el sabor amargo de la derrota, a veces el dulce néctar de la victoria. Aquí ganas o pierdes, no existe otra salida, otra opción.
   Soy en pocas palabras sentimental, me duele ver el llanto de alguien que ha perdido a su madre o padre, hermano o hermana, hijo o hija, en fin. Es por eso que no entiendo como algunas personas pierden la humanidad, como se vuelven tan fríos y no les afecte el dolor de los demás. A veces me preguntó si llegare a ese estado de insensibilidad. Soy muy nuevo en esto, tal vez los años conviertan a los demás en robots, sin sentimientos, espero no llegar hasta allá.
   Cada día, comprendo más una verdad indiscutible. La muerte es necesaria. Si, ya sé que suena cruel, y seguramente pensaras que es despiadado. Pero detente un segundo a pensar. Aquel anciano de ochenta y seis años, que pasó su vida entera trabajando, para que sus hijos sean profesionales y grandes personas. Hoy ese anciano tiene un tumor cancerígeno en su pulmón derecho, que lo está devorando, extirpárselo es más riesgoso, la medicina ya no puede hacer nada. Únicamente calmar su dolor. Es justo que descanse, su propósito en la vida ya fue cumplido.
   La muerte es parte de la vida. Aquel adolescente que sufrió un accidente en su moto, quedando vegetal, ya sin vida, en este mundo. Es una muerte en vida. Piensas que es justo que siga viviendo? A la muerte hay que quitarle ese rotulo de malvada. Cuando un anciano desahuciado, padeciendo de una cruel enfermedad, su labor no es cruel, es humano. Cuando un adolescente perdió todas sus funciones neurológicas en un accidente. La muerte no es despiadada es compasiva.

   Sin embargo, cuando se lleva una vida inocente de un bebe, miramos la otra cara de la moneda. La parca no es villana ni héroe. Es importante en el diario vivir de cada ser humano. Y la verdad es que no llegara a nosotros, hasta que cumplamos nuestro objetivo principal, sea cual sea. En el funcionamiento del equilibrio universal, ella esta presente. Así como no hay amor sin odio, paz sin guerra, no puede haber vida si no existe la muerte.