miércoles, 12 de junio de 2013

CLARK EL HOMBRE LOBO.

LA MORDIDA.

La familia Jhonson, era una familia normal. Vivía escondida en las montañas de Gran Bretaña, ocultos de los impuestos del rey. Dedicaban su vida a la agricultura, de donde sacaban su alimento y venderlo en el mercado negro les daba algunas monedas de oro, para vivir sin que les falte nada. Bob era el jefe, grande y fuerte, seguro de sí mismo y cabeza de familia. Irene su fiel esposa, como toda mamá de aquellos lugares, por esas épocas, dedicaba su vida al cuidado de los hijos y la casa. Marcus el hijo mayor, muy semejante a su padre, grande y fuerte. Desde muy pequeño se dedicó a aprender el oficio de su padre. La hermana menor, una hermosa doncella,, fuerte y delicada, su nombre era Ana.
   Una familia común, unida y trabajadora. Sin embargo, tenían un pequeño problema, de quince años. Era      Clark Jhonson, el hijo menor. Pequeño como su madre, desordenado y un poco holgazán. Su padre quiso enseñarle su labor, pero nunca pudo sembrar ni una mata. Con el paso del tiempo su padre se aburrió de intentar enseñarle algo y lo dejo ser libre. Dedicaba sus días a elaborar retratos, con carbón y pergamino, que el mismo conseguía, no se sabe cómo. Por esa razón su padre y hermano lo ignoraban, y le hacían burlas. Clark solo era comprendido por su madre, que sin embargo lo trataba fríamente, por no molestar a su esposo. Ana era la única que le demostraba cariño, e incluso enfrentaba a su padre cuando este le hacía burlas.
   Ana y Clark crecieron juntos. Ella la princesa que no podía salir de casa y Clark, el ignorado por ser un debilucho, obligado a quedarse en casa, para evitarse la vergüenza. Crecer juntos creó un vínculo especial. Jugaban juntos, cantaban juntos, reían juntos e incluso peleaban juntos. Ana logró mirar lo mejor de su hermano menor, apreció la belleza que el resto de su familia se negaba a ver. Los dos escapaban a hurtadillas cuando el resto dormía, recorriendo el mundo, que sus padres se esforzaban en ocultárselo, por distintas razones, protegiendo a la princesa y evitando que sus vecinos conozcan a su fracasado hijo.
   Una noche de luna llena, salieron como solían hacerlo. Cantando y dando piruetas se alejaron de casa, vieron un rio que los llevo a un enorme árbol. Un enorme árbol los llevo a un frondoso potrero. El frondoso potrero los llevo a un oscuro bosque. En un bosque oscuro no sabes que va a pasar, pierdes el sentido de orientación, si ves arboles en todos lados y oyes grillos danzando al ritmo del viento. Ana y Clark miraban a todos lados, espalda con espalda, únicamente la luna llena les brindaba un matiz de luz. Algo se movía entre los arbustos, no parecía un depredador, porque no se molestaba en hacer silencio, no estaba cerca se lo oía a los lejos, acercándose velozmente. La tierra temblaba, alguien corría ensangrentado y con una espada en su mano derecha. Pasó frente de los asustados muchachos, pero no les hizo nada, solo les grito que corran. Clark reaccionó tomó a su hermana de la mano izquierda, la jaló fuertemente y empezaron a correr.
   Un gemido jadeante y furioso se escuchaba detrás de ellos. Rugía y el piso temblaba al compás de sus pisadas sobre el suelo. Clark no quería regresar a ver, mientras que Ana, le gritaba.- Es peludo, tiene feroces dientes -, bota baba por su boca -, es el diablo, va a devorar nuestras almas por desobedientes -. Clark únicamente pensaba en salvar a su hermana. – Cállate Ana. Un inesperado giro, una piedra se atraviesa, Clark vuela lejos y Ana cae en un charco. El chico se incorpora rápidamente, busca en la penumbra a su hermana, su pierna le duele, la toca con su mano derecha y esta mojada. Da un ligero vistazo, no es agua es sangre.
   Un grito estridente es emitido. El tiempo se congela. Un monstruo de pelaje gris detenido en el aire, gotas de baba detenidas cerca de su enorme boca. Ana mira inmóvil su final, estática blanca como la luna que cobijaba tal escenario de terror.  Clark se movió tan rápido como pudo, se volvió uno con el viento. Lo siguiente que acaeció es confuso. Un rugido, un grito de dolor y un grito de miedo y sorpresa, luego silencio. Que silencio más largo.
   Ana abrió los ojos, encima su hermano la abrazaba. Un rostro de lobo se asomaba más encima. Ella grito y se levantó con la agilidad de un gato que cae, después arrastró a su hermano. La bestia no se movió. Poco a poco el pelaje se caía al piso, la bestia se convertía en un hombre muerto, atravesado por una flecha en el pecho. Un hombre se acercó a ellos preguntando si estaban bien. Usaba el cabello largo, y cargaba un arco en su mano. Todo era tan confuso.
   Ana volvió de su ensimismamiento. Su hermano sangraba, en su pierna y en su espalda. Corrió abrazarlo, había dado la vida por ella, el lobo la iba a morder, el se interpuso en su camino, librándola de una fuerte mordida, que le pudo quitar la vida.
        -  ¿Qué paso? – preguntó con desconcierto en su rostro, cubierta de lágrimas.
 -   Este ser que miras aquí – dijo el extraño, indicando con su índice derecho al cadáver -. Él es el conde Phillip Ager. Hace años le sigo la pista, sabía que era un hombre lobo. Porque yo soy Federico cazador de lobos…
-     -   Mi hermano está muriendo, ayúdelo – interrumpió la chica.
 -   No, no está muriendo – afirmó Federico y prosiguió con su relato -. Llevo años dedicado a mi labor…
-   -  ¿Entonces? Mírelo esta pálido – Ana interrumpió nuevamente.   
 -   No está muriendo, se está trasformando… cuenta la leyenda que cuando eres mordido por un lobo, te pasan una bacteria que se encuentra en su saliva. Esta incuba por tres días, ósea demora setenta y dos horas, en desarrollarse. Cada luna llena se activa y te conviertes en un lobo furioso, grande y despiadado.
 -  Sálvelo por favor – rogaba Ana con su rostro empapado de llanto.
 -  Hasta ahora no han descubierto la cura, por eso la única solución es matarlos. Además que ese es mi oficio.
-    Déjeme buscar una… por favor.
-   No puedo dejar este peligro libre.  Esta débil, en su momento más vulnerable.
-    Es mi hermano, debo salvarlo… usted dice que en tres días se convertirá en lobo.
-   En realidad la luna llena termina hoy. Se transformará por primera vez en un mes, exactamente en la próxima luna llena.
-    ¿Entonces tengo un mes para buscar una cura?
-    Sí, pero ahora es más vulnerable.
-    ¿Si fuera un familiar suyo, no haría lo mismo?
-   Un hombre lobo, devoró a toda mi familia, por eso los atrapo y asesino.
-    Por favor – la hermosura de Ana combinándose con su tristeza, generaron pena ajena en Federico, quien decidió darle a un lobo, un mes más de vida.
   Federico ayudo a la bella dama, para llevar a Clark hasta la casa. Gemía, sudaba y temblaba. Federico limpió la mordida y su pierna. Ana pasó tres días de insomnio, cuidando a su hermano y evitando que descubran sus fuertes heridas. Clark pasaba los días delirando e hirviendo en fiebre. Su madre preocupada se acercaba cada, hora para preguntar cómo estaba su hijo, sin embargo el miedo a su marido le impedía acariciarlo. Su padre y hermano, únicamente preguntaban en la comida por su estado, nunca lo vieron.
   Pasaron los tres días, las heridas de Clark habían sanado. Ahora Ana sabía que tenía que salvar a su hermano. Cuando le contó lo sucedido, las lágrimas de Clark no se hicieron esperar. Por qué no dejaste que me mate, hubiera sido lo mejor, repetía Clark, hasta que Ana le propino un golpe con un palo que casi lo noquea. Después de discutir mucho, los dos partieron una madrugada, con los búhos de testigos. Iban en busca de una cura. Robaron unas provisiones, y tomaron sus ahorros. Bueno los de Ana, a Clark nunca le daban ni una moneda.
   Sin saber por dónde ir, iniciaron por donde todo comenzó. Siguiendo rastros, huellas, tenían un nombre, el conde Phillip Ager. Un solitario escoses. Entonces ya tenían un lugar en el cual empezar. Partieron ligeros y de noche, así se alejarían lo suficiente de su padre. Cuando el sol aparezca, ellos seguramente ya estarán varias millas lejos.
  Tras dos largos días de viaje, llegaron a Escocia. Montañas empinadas y cubiertas de escarcha les daban la bienvenida. Caminaban entre una capa gruesa de nieve. Calados hasta los huesos, preguntaron hasta encontrar la guarida del conde. Así encontraron un castillo en abandono, cubierto de musgo, y con el césped crecido. Las puertas viejas emitieron un chillido al abrirlas. Las ratas anidaban, entre las hierbas crecidas, en el interior del castillo. Las palomas, salían volando al escuchar los pasos de los hermanos. Recorrieron el inmenso lugar, rodeado de habitaciones, en las cuales solo encontraban cosas del dueño y capas de polvo. Un lugar en abandono total, lo que causa asombro debido a que hace una semana se toparon con su dueño. Con un candelabro que encontraron, se hicieron claridad alrededor del lugar. Escarbando en el patio y los flancos del castillo, lograron toparse con una puerta subterránea. Pegada al suelo, la abrieron emitió un chillido menos intenso que la puerta principal o las del interior del castillo. Descendieron gradas empinadas, un candelabro en cada peldaño, permitían iluminar el lugar poco a poco. Al final unas rejas torcidas los esperaba, al fondo una habitación, en donde se encontraban, cadenas y candados forzados, alrededor de una silla. Todo en la pequeña habitación, estaba demolido y destruido. Arañazos en las paredes y olor a comida pútrida.
   Ana y Clark inspeccionaron el lugar. Nada fuera de lo común, una cama destrozada, platos de comida, rotos y rasguñados, un viejo closet con ropa demolida, libros mordidos y una pluma y la tinta negra esparcida por la pared. Si había tinta y una pluma, debía haber escrito algo. Y así fue, hallaron un libro, que también sufrió el ataque del licántropo. Era el diario del Conde Phillip Ager, eran los secretos de un hombre lobo, estaba en las manos de los hermanos, seguramente la respuesta a varias preguntas podían estar ahí.   
                                                                                                                   CONTINUARÁ...                                                

  

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