LA MORDIDA.
La familia Jhonson, era una familia normal. Vivía escondida
en las montañas de Gran Bretaña, ocultos de los impuestos del rey. Dedicaban su
vida a la agricultura, de donde sacaban su alimento y venderlo en el mercado
negro les daba algunas monedas de oro, para vivir sin que les falte nada. Bob
era el jefe, grande y fuerte, seguro de sí mismo y cabeza de familia. Irene su
fiel esposa, como toda mamá de aquellos lugares, por esas épocas, dedicaba su
vida al cuidado de los hijos y la casa. Marcus el hijo mayor, muy semejante a
su padre, grande y fuerte. Desde muy pequeño se dedicó a aprender el oficio de
su padre. La hermana menor, una hermosa doncella,, fuerte y delicada, su nombre era Ana.
Una familia común, unida y trabajadora. Sin embargo, tenían
un pequeño problema, de quince años. Era Clark Jhonson, el hijo menor. Pequeño
como su madre, desordenado y un poco holgazán. Su padre quiso enseñarle su
labor, pero nunca pudo sembrar ni una mata. Con el paso del tiempo su padre se aburrió
de intentar enseñarle algo y lo dejo ser libre. Dedicaba sus días a elaborar
retratos, con carbón y pergamino, que el mismo conseguía, no se sabe cómo. Por
esa razón su padre y hermano lo ignoraban, y le hacían burlas. Clark solo era
comprendido por su madre, que sin embargo lo trataba fríamente, por no molestar
a su esposo. Ana era la única que le demostraba cariño, e incluso enfrentaba a
su padre cuando este le hacía burlas.
Ana y Clark crecieron juntos. Ella la princesa que no podía
salir de casa y Clark, el ignorado por ser un debilucho, obligado a quedarse en casa, para evitarse la vergüenza. Crecer juntos creó un
vínculo especial. Jugaban juntos, cantaban juntos, reían juntos e incluso
peleaban juntos. Ana logró mirar lo mejor de su hermano menor, apreció la
belleza que el resto de su familia se negaba a ver. Los dos escapaban a
hurtadillas cuando el resto dormía, recorriendo el mundo, que sus padres se
esforzaban en ocultárselo, por distintas razones, protegiendo a la princesa y
evitando que sus vecinos conozcan a su fracasado hijo.
Una noche de luna llena, salieron como solían hacerlo. Cantando
y dando piruetas se alejaron de casa, vieron un rio que los llevo a un enorme
árbol. Un enorme árbol los llevo a un frondoso potrero. El frondoso potrero los
llevo a un oscuro bosque. En un bosque oscuro no sabes que va a pasar, pierdes
el sentido de orientación, si ves arboles en todos lados y oyes grillos danzando
al ritmo del viento. Ana y Clark miraban a todos lados, espalda con espalda,
únicamente la luna llena les brindaba un matiz de luz. Algo se movía entre los
arbustos, no parecía un depredador, porque no se molestaba en hacer silencio,
no estaba cerca se lo oía a los lejos, acercándose velozmente. La tierra
temblaba, alguien corría ensangrentado y con una espada en su mano derecha.
Pasó frente de los asustados muchachos, pero no les hizo nada, solo les grito
que corran. Clark reaccionó tomó a su hermana de la mano izquierda, la jaló
fuertemente y empezaron a correr.
Un gemido jadeante y furioso se escuchaba detrás de ellos.
Rugía y el piso temblaba al compás de sus pisadas sobre el suelo. Clark no
quería regresar a ver, mientras que Ana, le gritaba.- Es peludo, tiene feroces
dientes -, bota baba por su boca -, es el diablo, va a devorar nuestras almas
por desobedientes -. Clark únicamente pensaba en salvar a su hermana. – Cállate
Ana. Un inesperado giro, una piedra se atraviesa, Clark vuela lejos y Ana cae
en un charco. El chico se incorpora rápidamente, busca en la penumbra a su
hermana, su pierna le duele, la toca con su mano derecha y esta mojada. Da un
ligero vistazo, no es agua es sangre.
Un grito estridente es emitido. El tiempo se congela. Un
monstruo de pelaje gris detenido en el aire, gotas de baba detenidas cerca de
su enorme boca. Ana mira inmóvil su final, estática blanca como la luna que
cobijaba tal escenario de terror. Clark
se movió tan rápido como pudo, se volvió uno con el viento. Lo siguiente que
acaeció es confuso. Un rugido, un grito de dolor y un grito de miedo y
sorpresa, luego silencio. Que silencio más largo.
Ana abrió los ojos, encima su hermano la abrazaba. Un rostro
de lobo se asomaba más encima. Ella grito y se levantó con la agilidad de un
gato que cae, después arrastró a su hermano. La bestia no se movió. Poco a poco
el pelaje se caía al piso, la bestia se convertía en un hombre muerto,
atravesado por una flecha en el pecho. Un hombre se acercó a ellos preguntando
si estaban bien. Usaba el cabello largo, y cargaba un arco en su mano. Todo era
tan confuso.
Ana volvió de su ensimismamiento. Su hermano sangraba, en su
pierna y en su espalda. Corrió abrazarlo, había dado la vida por ella, el lobo
la iba a morder, el se interpuso en su camino, librándola de una fuerte
mordida, que le pudo quitar la vida.
- ¿Qué paso? – preguntó con desconcierto en su
rostro, cubierta de lágrimas.
- Este ser que miras aquí – dijo el extraño,
indicando con su índice derecho al cadáver -. Él es el conde Phillip Ager. Hace
años le sigo la pista, sabía que era un hombre lobo. Porque yo soy Federico
cazador de lobos…
- - Mi hermano está muriendo, ayúdelo – interrumpió
la chica.
- No, no está muriendo – afirmó Federico y
prosiguió con su relato -. Llevo años dedicado a mi labor…
- - ¿Entonces? Mírelo esta pálido – Ana interrumpió
nuevamente.
- No está muriendo, se está trasformando… cuenta
la leyenda que cuando eres mordido por un lobo, te pasan una bacteria que se
encuentra en su saliva. Esta incuba por tres días, ósea demora setenta y dos
horas, en desarrollarse. Cada luna llena se activa y te conviertes en un lobo
furioso, grande y despiadado.
- Sálvelo por favor – rogaba Ana con su rostro
empapado de llanto.
- Hasta ahora no han descubierto la cura, por eso
la única solución es matarlos. Además que ese es mi oficio.
- Déjeme buscar una… por favor.
- No puedo dejar este peligro libre. Esta débil, en su momento más vulnerable.
- Es mi hermano, debo salvarlo… usted dice que en
tres días se convertirá en lobo.
- En realidad la luna llena termina hoy. Se
transformará por primera vez en un mes, exactamente en la próxima luna llena.
- ¿Entonces tengo un mes para buscar una cura?
- Sí, pero ahora es más vulnerable.
- ¿Si fuera un familiar suyo, no haría lo mismo?
- Un hombre lobo, devoró a toda mi familia, por
eso los atrapo y asesino.
- Por favor – la hermosura de Ana combinándose con
su tristeza, generaron pena ajena en Federico, quien decidió darle a un lobo,
un mes más de vida.
Federico ayudo a la bella dama, para llevar a Clark hasta la
casa. Gemía, sudaba y temblaba. Federico limpió la mordida y su pierna. Ana pasó tres días de insomnio, cuidando a su
hermano y evitando que descubran sus fuertes heridas. Clark pasaba los días
delirando e hirviendo en fiebre. Su madre preocupada se acercaba cada, hora
para preguntar cómo estaba su hijo, sin embargo el miedo a su marido le impedía
acariciarlo. Su padre y hermano, únicamente preguntaban en la comida por su
estado, nunca lo vieron.
Pasaron los tres días, las heridas de Clark habían sanado. Ahora Ana sabía que tenía que salvar
a su hermano. Cuando le contó lo sucedido, las lágrimas de Clark no se hicieron
esperar. Por qué no dejaste que me mate, hubiera sido lo mejor, repetía Clark,
hasta que Ana le propino un golpe con un palo que casi lo noquea. Después de
discutir mucho, los dos partieron una madrugada, con los búhos de testigos.
Iban en busca de una cura. Robaron unas provisiones, y tomaron sus ahorros.
Bueno los de Ana, a Clark nunca le daban ni una moneda.
Sin saber por dónde ir, iniciaron por donde todo comenzó.
Siguiendo rastros, huellas, tenían un nombre, el conde Phillip Ager. Un
solitario escoses. Entonces ya tenían un lugar en el cual empezar. Partieron
ligeros y de noche, así se alejarían lo suficiente de su padre. Cuando el sol
aparezca, ellos seguramente ya estarán varias millas lejos.
Tras dos largos días de viaje, llegaron a Escocia. Montañas
empinadas y cubiertas de escarcha les daban la bienvenida. Caminaban entre una capa gruesa de nieve.
Calados hasta los huesos, preguntaron hasta encontrar la guarida del conde. Así
encontraron un castillo en abandono, cubierto de musgo, y con el césped
crecido. Las puertas viejas emitieron un chillido al abrirlas. Las ratas
anidaban, entre las hierbas crecidas, en el interior del castillo. Las palomas,
salían volando al escuchar los pasos de los hermanos. Recorrieron el inmenso
lugar, rodeado de habitaciones, en las cuales solo encontraban cosas del dueño
y capas de polvo. Un lugar en abandono total, lo que causa asombro debido a que
hace una semana se toparon con su dueño. Con un candelabro que encontraron, se
hicieron claridad alrededor del lugar. Escarbando en el patio y los flancos del
castillo, lograron toparse con una puerta subterránea. Pegada al suelo, la
abrieron emitió un chillido menos intenso que la puerta principal o las del
interior del castillo. Descendieron gradas empinadas, un candelabro en cada
peldaño, permitían iluminar el lugar poco a poco. Al final unas rejas torcidas
los esperaba, al fondo una habitación, en donde se encontraban, cadenas y
candados forzados, alrededor de una silla. Todo en la pequeña habitación, estaba
demolido y destruido. Arañazos en las paredes y olor a comida pútrida.
Ana y Clark inspeccionaron el lugar. Nada fuera de lo común,
una cama destrozada, platos de comida, rotos y rasguñados, un viejo closet con
ropa demolida, libros mordidos y una pluma y la tinta negra esparcida por la
pared. Si había tinta y una pluma, debía haber escrito algo. Y así fue,
hallaron un libro, que también sufrió el ataque del licántropo. Era el diario
del Conde Phillip Ager, eran los secretos de un hombre lobo, estaba en las
manos de los hermanos, seguramente la respuesta a varias preguntas podían estar
ahí.
CONTINUARÁ...
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