martes, 21 de octubre de 2014

TE CUENTO CUENTOS.

EL ANILLO DEL DIABLO (Parte 3).


Mi tío llegó a casa dos días después. Pase esos dos días saboreando planes macabros de cómo le iba hacer pagar todo a mi tío; en medio de bombardeos de noticias sobre el terrible crimen pasional de la pareja García. Mi tío llegó tan contento, yo lo esperaba con una suculenta cena, carne asada acompañada de papas a la francesa, una pisca de arroz y una suculenta ensalada de atún. No toque mi comida, mi tío la devoro en un parpadeo. Ese corto tiempo mientras el comía yo lo aproveche para leer su mente, escudriñar en ella. Mi tío Hugo era una manzana podrida, tenía más pecados que años, y siempre le jugo trampas a mi inocente padre, y pensar que siempre lo creímos el mejor tío del mundo.
-        Así que tú aconsejaste a mi padre, para comprar ese seguro de vida – dije y el rostro del tío palideció.
-        ¿De qué hablas sobrino?
-        Sabes de que habló, tu ambición mató a tu hermano y a la supuesta familia que querías – el trato de defenderse, pero le fue inútil, yo seguí con mi juicio -. Ahora narraras tu crimen, dejaras una carta y te quitaras la vida, te ahorcaras -. El efecto del anillo era tan poderoso que mi tío inmediatamente empezó a escribir, su mirada divagaba en lugares que yo desconocía. Lo deje terminar su trabajo y salí de la casa, camine por la ciudad, la emoción que esperaba invadirme no lo hizo, un nudo en mi garganta y un vacío en el pecho me acompañaron por todo mi camino. Hasta que llegue a la casa y encontré el cadáver de mi tío colgando en el techo de la sala, en la mesa descansaba una carta de dos hojas, relataba cada detalle de como ideo su atroz plan. Llame a la policía.
El crimen quedo claro, los medios bombardearon la ciudad, con lo del crimen pasional y el suicidio de mi tío. La policía no preguntó mucho y cerró el caso, por fin había vengado a mi familia. Sin embargo, no me sentía tranquilo, ni feliz, ese vacío en mi pecho se hacía más grande día tras día. Un día el hombre que me entregó el anillo, apareció en mi casa, como siempre sonreía.
-                       -           ¿Y bien?  - dijo -. ¿Lo lograste?
-                      -            Creo que sí.
-        Haber dámelo – extendió su mano -. Vamos dame el anillo -, ordeno yo obedecí, tal como el Mano Negra, su esposa y mi tío me habían obedecido a mí. Él lo observó y después me fulminó con la mirada.
-        ¿Qué pasa? – pregunte.
-        Mira – me devolvió el anillo, cuando lo examine no pude ver nada -. Mira sus gemas -. Tres gemas blancas habían cambiado de color, ahora el anillo tenía once gemas lilas y solo una blanca.
-        ¿Qué paso, qué es esto? – pregunte, no entendía qué había pasado.
-        Encerraste tres almas, el anillo tenía espacio para cuatro, es decir que te falta una.
-        ¿No entiendo?
-        Falta un alma, entiendes, el contrato exigía tu alma.
-        No… no – trate de despertar de la pesadilla, pero no se trataba de ninguna, esto era tan real como saber que la lluvia te moja
-        Espera aun tienes una solución, todavía queda un alma libre a parte de ti, tráela a ella y tu alma quedara libre -. Me miró fijamente, luego dijo – tienes dos días.
Mi mente no entendía, pase toda la noche buscando a quien pertenecía esa alma de la cual ese hombre hablaba. Era la pequeña hija del Mano Negra, quien estaba al cuidado de sus abuelos, ella faltaba, con ella completaba las cuatro almas que llenarían los espacios del anillo. Sin embargo, no pude tocarla, era muy dulce y al ver sus ojos tristes no pude evitar sentirme culpable, deje a un alma pura sin sus padres, huérfana, al cuidado de dos ancianos que ya no podían velar ni por ellos mismos. Mire su alma, nada maligno ahí, ni siquiera odiaba a sus padres por dejarla sola. No podía hacer eso. Al verla me sentí más culpable que nunca.
Al día siguiente, realice todos los papeleos necesarios para que el seguro quedara a nombre de ella. Después  hable con sus abuelos, les di algunas pautas sobre el dinero para la niña; con eso aseguraba sus estudios escolares y universitarios, y una vida cómoda sin que le falte nada, les di las escrituras de la casa y los papeles del taxi. Los abuelos firmaron muy agradecidos, ignoraban que todo eso yo lo cause. Luego hice lo que tenía que hacer, ese espacio que faltaba era mío, y el hombre de cara puntuda me esperaba, sabía todo lo que había hecho.
-        Así que no quisiste salvar tu alma… hiciste un acto desinteresado sin esperar nada a cambio.
-        ¿Eso me libera?
-        Te libera del tormento, sin embargo tu alma ya no te pertenece, has transgredido la naturaleza humana, asesinar destroza tu alma y la separa de tu cuerpo. Pudiste reconstruirla pero ella nunca regresará a ti.
-        Yo no los asesine – proteste sin energía, todo eso me parecía tan justo que no supe por que quise refutar.
-        Los obligaste a hacerlo, recuerdas… si ellos hubieran estado sin tu control jamás habrían hecho lo que hicieron – me explicó, pero yo sabía que esa era la respuesta, tan solo quería alargar mis últimos instantes.
Después de esa explicación el desapareció, el anillo quedo sobre la mesa, la última gema se tornó azul, no como el resto que eran lilas. Yo cerré mis ojos, sentí como mi cuerpo se hacía liviano y empezaba a flotar, subí tan alto que las nubes únicamente eran visibles. Una mano me esperaba, la agarre tan fuerte y ella me halo hasta ella, ahí me esperaban mis padres y mi hermano, me reuní a ellos y nos fusionamos en un solo latir, inmensas alas cafés y blancas se desplegaron, brillaron en lo alto del firmamento, después todo quedo en blanco para darle paso a un halcón, el cual atravesó el cielo para siempre.
Era como si yo viajará en él, es decir, sentía desplegar las alas del halcón como si fueran mías, miraba lo que el halcón veía. También sentí que no estaba solo, mi familia iba conmigo, como si todos fuéramos parte de esa inmensa ave. Me sentí libre, como hace mucho tiempo no lo hacía, la paz me gobernaba. Llegue a una gran pared blanca, la cual no me permitía pasar, mi alma no atravesaría esa capa blanca que deslumbraba mi vista, mi alma no pero la de mi familia sí. Me despedí de ellos, ellos encontraron paz, yo no.
 No entre a ese mundo, pero tampoco a otro. Mis actos de bondad me salvaban del infierno, pero mis actos criminales no me permitían entrar al cielo; es decir mi castigo sería vagar en este mundo, jamás mi alma encontraría un lugar, a partir de ahora era un espíritu errante, un ente destinado a vagar por el mundo para siempre.           

  

lunes, 6 de octubre de 2014

TE CUENTO CUENTOS.

EL ANILLO DEL DIABLO (parte 2).


Yo había presenciado tal acto de terror, la visión en mis ojos quedo grabada. La podía volver a ver como si se tratara de una película la cual puedes rebobinar y ver cuántas veces quieras.  Así pasaron los dos días que aquel sujeto me dijo, y ahí en la mesa del bar me esperaba, sonreía y fumaba mirando fijamente su vaso de wysky, me acerque a él y me saludo.
-        ¿Cómo te fue con mi anillo? – preguntó.
-        ¿Qué clase de anillo es este? – conteste con otra pregunta, enseñándole el anillo el cual lo llevaba puesto.   
-        Es mi anillo, es fantástico no crees – asentí, cada vez ese hombre era más enigmático.
-        ¿Éste anillo me permite ver lo que le sucedió a mi familia?
-        Mucho más que eso – indicó.
-        ¿Ósea que tiene poderes mágicos? – la pregunta sonaba tan absurda que deje escapar una pequeña sonrisa, la cual borre rápidamente al ver la seriedad con que aquel hombre me miraba.
-        Así es – dijo, después me explicó la magia de su anillo -. Veras, ese anillo te permite revivir momentos vividos.
-        ¿Visiones?
-        No, algo más que visiones… puedes saber todo lo que pasó, cada persona tiene una esencia, y en cada lugar donde ha estado deja un poco de su esencia; algunas veces las deja sin intensidad y estas desaparecen, otras veces vive momentos tan memorables que su esencia perdura por toda la eternidad. El asesinato de tu familia fue muy intenso y una gran parte de la esencia de ellos dejo impregnada tu casa, lo que ves es lo que ellos vivieron.
-        Esto solo aumenta mi dolor, ¿cómo me puede servir este anillo?
-        Concéntrate en esta mesa, cierra los ojos.
Le obedecí, al principio toda la música y el bullicio del bar no me permitía concentrarme, pero poco a poco fui aislando ruidos. El hombre me dijo que abriera los ojos, yo así lo hice. El bar estaba solitario, poco a poco el lugar se fue llenando, pero a la misma velocidad que se llenaba se vaciaba, personas entraban, salían, volvían a entrar y así sucesivamente, vi gente sola que bebía algo y se iba, gente en pareja, en grupo, todo era tan rápido que no podía decir que era real y que no. Al final del recorrido estaba nuevamente sentado en frente del hombre.
-        Esas son las esencias que dejan las personas… podrías continuar todo el día y conocerás muchas personas, sin siquiera haber cruzado palabra con ellas.
-        Pero sigo sin entender cómo esto me servirá para encontrar venganza.
-        Pues, buscando – rio a carcajadas -. Buscando, cuando matas dejas una gran parte de tu personalidad, de tu esencia, esa esencia se queda guardada por donde vas. Aquel hombre tuvo que haber dejado algo al escapar, puedes seguir su rastro – pensé que todo eso era absurdo, sin embargo todo lo que mire era tan real, que podría ser cierto -. Si encuentras a tu verdugo, descubrirás que más poderes posee este fantástico anillo.
-        ¿Qué más poderes tiene?
-        Encuentra a tu verdugo y lo sabrás, tu sed de venganza te hará descubrir todo su poder -, después su mirada cambio nuevamente, el hombre adoptó una sonrisa maliciosa y dijo -. Ahora hablemos de negocios.
-        ¿Negocios? No entiendo.
-        Si logras cumplir tu venganza, tu alma será mía – quise contestar algo, no obstante su voz me había helado la piel, cuando pude enarbolar alguna frase coherente el hombre ya no estaba.
En mi casa olvide casi todas las palabras que ese hombre utilizó, únicamente recordaba la de seguir el rastro de mi verdugo. Fue increíble como una nueva escena de película se revelo ante mí. El hombre salió de la casa a trompicones, aun cargando la pistola en su mano. Corrió unos quinientos metros, guardó su pistola y abordo un taxi. Regrese a mi casa y saque el taxi de mi padre, podía ver en que trayecto fue el asesino, estaba siguiendo su rastro, cada lugar por donde atravesó, yo lo podía ver.
Finalmente llegue a un barrio a las afueras de la ciudad, estacione el taxi, justo donde el asesino se bajó del suyo. Luego el asesino camino algunos metros hasta una casa abandona, destruida por el tiempo, llena de vegetación y cayéndose a pedazos, una puerta de madera a punto de caerse le daba el toque final de “casa fantasma”, además la resguardaba un viejo candado, el cual estaba rodeado por una gruesa cadena, era evidente que el paso del tiempo había logrado oxidarlos.  Después el homicida retiró el candado, tras la puerta una moto de alto cilindraje lo esperaba, la sacó, colocó nuevamente el candado, la cadena y se marchó.
Forcé la puerta y fue muy fácil botarla, adentro no había más que polvo, ratas y tela de arañas, simplemente era el perfecto escondite para la moto del hombre que mató a mi familia, ya que pude ver que siempre actuaba igual. Llegaba en taxi algunos metros antes, caminaba unos treinta pasos, sacaba su moto y se dirigía a otro lugar. Seguramente si los taxistas podrían oír sobre un asesinato, dirían que recogieron a un hombre sospechoso y lo llevaron hasta ahí, en ese lugar la policía no encontraría nada; una casa roída, resguardada por un candado herrumbroso, adentro de la casa mugre, ratas, arañas, la cuartada perfecta. Sin embargo, yo tenía el mejor aliado y empezaba a saborear mi victoria.
Aborde nuevamente el taxi, lo lleve por la senda que recorrió ese ser despiadado, que me había quitado lo más querido. Sin meterse al centro de la ciudad, viajó por los alrededores hasta llegar a un pueblo cercano, ahí en una casa más vistosa y lujosa el bandido terminaba de completar su fachada. Pues una hermosa mujer lo esperaba, era morena y de ojos pequeños y al parecer su hija también aguardaba su regreso, ella era muy parecida a él, pero sin cicatriz y en versión femenina.  Al explorar la zona, pude notar que en frente de la casa había una cancha de fútbol, un sitio perfecto para vigilarlo. Entonces aparque el taxi, trate de ocultarlo entre la maleza, era imperativo pasar desapercibido. Lo vigilaba todo el día y en la noche regresaba a mi casa, al segundo día llegó la hora de aplicar mi plan.
Una mañana La mujer y el salieron a dar un paseo, al mismo tiempo la hija estaba en la escuela, era el momento preciso. Yo aproveche ese momento para entrar en la casa, lo hice de la forma más clandestina posible, debo decir que fue fácil, entre por una ventana la cual habían olvidado cerrar. La casa decía mucho, las imágenes se reproducían en mi mente, tal como sucedió en mi casa, al ver la masacre de mi familia. La esposa devota,  la hija dedicada, ninguna sabía que hacia el hombre. Él argumentaba ser comerciante y su casa estaba llena de electrodomésticos, el hombre no solo era asesino también era ladrón.
Cuando la pareja regreso, me llene de cólera, al ver ese rostro que fingía ser alguien que no era. En ese momento recordé a aquel hombre de cara puntiaguda, lo que me había dicho sobre los poderes del anillo, comencé a entenderlo. Los pecados de aquel hombre al cual yo odiaba con toda mi alma, comenzaron a colarse, podía ver cuántas personas había asesinado y como lo había hecho,  las infidelidades hacia su mujer y cuantas veces quebranto las leyes, un manojo de visiones se presentaban en mi mente, pero debo decir que cada visión me aclaraba el pensamiento.  
-        Por fin lo encuentro – no aguante más y salí a enfrentarlo.
-        ¿Quién es usted? – preguntó como si no me conociera, pero en su rostro se reflejó la sorpresa de verme. No podía moverse estaba estupefacto.
-        Sabes quién soy… no te hagas el tonto solo porque estas frente a tu esposa.
-        ¿Quién es este hombre Marcos? – preguntó la mujer.
-        No tengo idea – contestó el hombre que ahora sabía que se llamaba Marcos. La mujer corrió al teléfono iba a llamar a la policía. Yo le ordene que no lo haga y luego les dije que tomen asiento, ellos obedecieron como si fueran mis fieles sirvientes.
Los tenía donde quería, y no solo Marcos poseía secretos oscuros, su esposa también. Me regocije haciendo que él le cuente todos sus pecados, que narre como mato a mi familia y como planeo todos sus crímenes, que no era ningún comerciante y que era un peligroso delincuente conocido como Mano Negra, que había estado con más de siete mujeres en los ocho años que llevaban juntos. Marcos no pudo contener su llanto, yo disfrutaba el sufrimiento del hombre, me sentía triunfador, nunca me había sentido tan contento en mi vida.  Luego fue el turno de ella, quien narró sus infidelidades y que la niña no era hija de marcos, el clímax llego al momento que ella le confesó haberse inducido el aborto de su primer hijo, ese si era legítimo.
Después pregunte por qué. El dolor y la tristeza me gobernó, ese secreto me dejo frío, supe más de lo que quería saber. Como si fuera una venganza, me contó todo tan despacio que era como si me apuñalara el corazón con pequeñas agujas. El asesinato no fue más que el producto de la ambición, mi padre pagaba desde hace seis años un seguro de vida, por más de doscientos mil dólares, en el cual éramos beneficiarios mi mamá, mi hermano, yo y mi tío Hugo. El ataque fue dirigido a todos, menos a mi tío Hugo, yo simplemente conté con suerte, pero mi tío tenía algo planeado para mí, un atracó lo dejaría a él herido y a mi muerto; para no levantar sospechas. El siguiente objetivo del Mano Negra, era ese, mi tío ya le había dado una parte, tuvo que salir de la ciudad para orquestar un viaje fuera del país después del atentado programado para mí y él. Cómo pueden ver, este relato era más que macabro. Mano Negra no me podía ocultar nada, el anillo lo obligaba a decir la verdad. Mi siguiente jugada, fue ordenarle traer su pistola oculta en algún lugar de la casa y un cuchillo, el apuñalaría de muerte a su esposa, antes de que ella fallezca descargaría la recamara de la pistola contra él. Así lo planee y así sucedió. Ordene que eso pase cuando yo me haya alejado lo suficiente del lugar, parecería un crimen pasional, no deje ningún rastro. Ahora seguía mi tío Hugo.  
                                                            CONTINUARÁ...

miércoles, 1 de octubre de 2014

TE CUENTO CUENTOS.

EL ANILLO DEL DIABLO (parte 1).



Aun recuerdo aquel 30 de septiembre, transcurría el año 1999 y el miedo que crecía en la gente acercándose el nuevo milenio era abrumador, no encontrabas otra cosa diferente a ese tema. Sin embargo aquel día fue muy triste para mí. La historia comienza aquel 30 de septiembre, eran las ocho de la mañana, era jueves y el sol radiante, nos daba lo mejor de su resplandor. Mi padre era taxista y únicamente laboraba en las tardes, por eso estaba en casa, mi madre era ama de casa; mi hermano mayor Juan, era… bueno era un desempleado más. Yo estaba recién graduado de abogado y la verdad aun no encontraba trabajo, aquel día precisamente tenía una entrevista de trabajo.
Mi familia era agradable, no había nada más importante que platicar en el comedor mientras disfrutábamos los sándwich de atún y los huevos revueltos que hacía mi madre. Aunque ese día todo era diferente. El timbre sonó dos veces, yo me estaba bañando, el resto de mi familia estaba desayunando. Mientras me afeitaba, un ruido atronador me erizo la piel, parecía pólvora, pero era muy temprano para las fiestas patronales; después una ráfaga de tiros recorrió el lugar, lo que hizo que cada parte de la casa retumbe. Yo quede petrificado en frente del espejo, con la máquina de afeitar suspendida en mi mano izquierda, de mi mejilla brotaba sangre, me corte al ser sorprendido por la ráfaga. No obstante por fin reaccione al escuchar el grito suplicante de mi madre, ¿qué paso en mi casa? ¿Qué fue todo ese ruido?
Tome una toalla y me cubrí, baje a toda prisa, y el cuadro de terror salido de película que me encontré me estremeció el alma, mi madre estaba en el piso, cubierta de sangre. Al lado de ella divise unas botas de cuero de serpiente, subí mi mirada pasando por unos pantalones vaqueros color negro, una camisa por fuera del pantalón y al final un hombre de rizos dorados me miraba con sus ojos cafés claros, apuntándome con una pistola. Recuerdo que escuche un nuevo sonido de pólvora explotando seguido de una luz roja y al final todo se desvaneció.     

Una mancha borrosa se dibujó ante mí, una mancha que de a poco adoptaba una forma irreconocible, era un lugar en que nunca había estado. Una voz masculina de un hombre delgado y de uniforme azul en su intento de sacarme de mi estupor, me saludo estrepitosamente, no sabía quién era – hola -, dijo, con la lengua entumecida y la garganta adolorida, trate de decir algo, una máscara cubría mi zona bucal y nasal, la cual me impedía respirar normalmente, aunque el sujeto insistió que no me la retire, que gracias a ella yo podía respirar, pero para mí era todo lo contrario. Además mi cuerpo era tan pesado que mover un solo dedo, me dolía como un cálculo renal. Pude armar una frase que el hombre no entendió y prosiguió a tranquilizarme, me decía que trate de hablar poco, que mi garganta estaba lastimada porque un tubo atravesó mi boca para ayudarme a respirar, me explicó con las palabras más comunes que pudo, que estaba en una clínica, que estaba en cuidado crítico, que iban a monitorizarme todo el día y que si seguía mejorando pronto saldría.
Cuando por fin pude regresar de ese entumecimiento, recordé todo, cerré los ojos y recordé a mi mamá tirada en el piso y su verdugo usando botas de cuero de serpiente. Quise salir corriendo, quería saber qué pasó y un par de enfermeros de uniforme azul corrieron a sujetarme, yo peleaba tratando de librarme de su opresión, necesitaba respuestas, exigía respuestas y nadie me las daba, yo solo quería saber ¿qué rayos paso?
De repente una voz reconocida me dijo que este tranquilo, pero no era la de mi padre, ni tampoco la de mi hermano y definitivamente tampoco era la de mi madre. Era la del tío Hugo, un parásito que se alimentaba de la caridad que le daba mi padre, pero que era muy querido por todos nosotros. El tío Hugo me relato lo que había sucedido siete días atrás, el 30 de septiembre. Alguien había timbrado en mi casa, según dice la policía, era conocido por que no hubo rastro de forcejeo ni en mi padre, ni hermano. Al parecer al entrar mi padre le dio la espalda y ahí fue cuando ese sujeto le disparó; mi hermano al ver eso se abalanzo al pistolero y este le disparo, finalmente fue tras mi madre, ella quiso escapar pero la alcanzó y disparó a quema ropa en seis oportunidades, luego me disparo. Después de un silencio prolongado algunas lágrimas salieron de sus ojos y dijo que a todos les dio un tiro de gracia, a todos menos a mí, un vecino oyó los disparos y alerto a las autoridades, las sirenas lo asustaron y por eso sobreviví, a pesar que el disparo escapo de mi corazón por dos centímetros.
Dos días más en la clínica y salí de allí. Mi tío se había instalado en la casa, era mi tío favorito, por eso agradecía su compañía. La tristeza que se puede sentir en esos momentos es tan abrumadora  que un poco de compañía te distrae, aunque esta compañía contaba historias absurdas, de como regalo el billete ganador de la lotería, que su ex esposa era una bruja y lo mantenía embrujado, entre otras. Cuando me dejaba solo yo escapaba, la calle me daba refugio, los bares compañía. Me aislé del mundo, nada importaba, el alcohol era mi mejor amigo, y día a día me llenaba de ira y sed de venganza, sentimientos que crecían más y más, como la marea al acercarse la noche.
Mi tío se había tenido que ausentar algunos días, y yo quede en manos de la peor compañía, la soledad. A cada instante salía corriendo de mi casa rumbo al bar más cercano, ahí permanecía hasta las tres de la mañana, hora en que cerraba el local y regresaba a mi casa. Un día mientras bebía de la botella de mi tequila un hombre se acercó a mí; era delgado de rostro puntiagudo, adornado con una chiva y un bigote, su cabello peinado hacia atrás endurecido por el efecto de la gomina. Me invito una copa y la verdad mi bebida ya se acababa, así que sin pensármelo mucho acepte. 
-        Sé lo que quieres - me dijo. Al principio no entendía nada pero el aclaro mis dudas con su siguiente frase.
-        Quieres venganza… - sonrió, luego dijo -. Yo te la puedo dar.
-        ¿Cómo? – pregunte enfurecido, era obvio, me había convertido en el hazme reír, seguramente mi historia ya era famosa en toda la ciudad.
-        Encontrando a los que planearon esto, luego asesinarlos.
-        Solo fue uno, yo lo vi.
-        No, te equivocas, el solo ejecutó el plan, alguien más lo maquino.
-        ¿Qué dice? – las palabras del hombre se escuchaban con tanta convicción que empezaron a anidar en lo más profundo de mi mente - ¿Cómo sabe eso?
-        Simplemente lo sé, mira te lo demostrare, usa esto – colocó un anillo en la mesa -. Tómalo es tuyo.
-        ¿Para qué sirve ese estúpido anillo? – era dorado, totalmente lizo, y estaba decorado con unas pequeñas gemas alrededor, unas eran lilas y otras blancas.
-        Úsalo y contestaras muchas preguntas, de lo contrario buscare otra persona que se deje ayudar – tomó nuevamente el anillo, lo guardó en su bolsillo, sin embargo yo estaba muy intrigado en ese anillo, quise decirle que lo iba a probar pero aquel sujeto se adelantó -. Mira te lo dejare pruébalo y en dos días nos encontramos acá te parece, en esta misma mesa, a esta misma hora – puso el anillo en mi bolsillo, y un vaho de humo de cigarrillo inundó mi mirada, poco a poco me fui perdiendo en esa colina de humo.

El sonido de mi celular me despertó, era la empresa de energía llamando a recordarme la fecha de pago de mi siguiente factura. La noche anterior era tan borrosa, que todo parecía un sueño, además que no tenía recuerdo de como llegue a casa, entonces la explicación más exitosa que elabore, era que todo fue un sueño estúpido y absurdo, aunque pensar en tener un poder para vengarme era una idea tan alucinante que deseaba que el sueño hubiera sido real.
Toda la mañana y parte de la tarde estuve acostado, pasando la resaca y viendo películas las cuales ya me sabía de memoria, pero lo que en realidad me mantenía lejos era la charla con ese hombre de cara puntiaguda. Luego me bañe, mi siguiente acción seria ir a embriagarme una noche más en aquel bar, el bar  “El Olvido”, la verdad es un gran nombre para un bar, allí olvidaba mi dolor, embriagado hasta los calzones. Me puse la misma ropa del día anterior, mi ánimo no me daba para buscar ropa limpia que ponerme. Esculque mis bolsillos para cerciorarme que cada día estaba más ilíquido. Pero encontré aquel anillo, tal como lo recordaba, es gracioso como sueles pensar que algo que te sucede parece sueño, y hay veces que algo que parece real es sueño.  En mis manos estaba aquel anillo, ahora más cuerdo vi doce gemas, ocho de color lila y cuatro blancas, además no había nada, parecía ser de oro y era suave como tocar terciopelo; lo examine de cabo a rabo, tratando de entender como un anillo me podría hacer encontrar la venganza que mi corazón deseaba.
Nada se perdía intentando, era la frase favorita de mi madre, me puse el anillo en mi dedo índice derecho, no sucedió nada extraordinario; termine de vestirme y salí de casa. Mi camino al bar “El olvido” fue extraño, la vida iba en cámara lenta, podía ver todo, sentir todo, anticiparme a un ciclista que perdió el control de su bicicleta para estrellarse contra un muro, porque yo pude esquivarlo. Sin embargo no era lo más extraño, escuchaba voces, miles de voces, no podía distinguir lo que decían ya que eran demasiadas y unas quedaban sobre otras, la calle me enloqueció y no tuve más opción que regresar a mi casa, ahí el silencio reino nuevamente. Ese fue el primer día que use el anillo.
Al otro día la verdad se abría paso ante mis ojos, cuando me disponía salir de mi casa una extraña sensación en la puerta que permitía mi paso a la calle me detuvo.  Luego vino una imagen, mi padre, miraba a través del ojo mágico de la puerta, luego abrió, reconocí al hombre por sus botas de cuero de serpiente, era el asesino, mientras hablaba con mi padre pude ahora si observarlo bien, rizos rubios, alrededor de un rostro redondo y blanco decorado en su lado derecho con un feo corte amorfo, que iba desde su parpado inferior hasta su mejilla,  media cerca de 1, 80 cm. No pude entender que habló con mi padre, pero cuando este le invito a seguir y le dio la espalda, el hombre sacó una pistola y sin que mi padre lo advirtiera aquel sujeto disparó. Todo sucedió ante mí, como una repetición, mi padre cayó de rodillas y después su cara toco el piso embaldosado. Acto seguido el hombre cerró la puerta, mantenía su pistola en la mano derecha, mi hermano alertado por el disparo corría hacía él, el verdugo lo esperaba y propino otro disparo en su cabeza. Mi madre venía detrás y al ver aquella escena intento correr, pero en su intento tropezó con la pata de la mesa donde descansaba su teléfono. El hombre se acercó a ella lentamente, disfrutaba ver el miedo en los ojos de mi madre y cuando estuvo tan cerca de ella, le disparó sin piedad, descargó la recamara de su pistola. En ese instante yo bajaba las gradas, cubierto con una toalla y quedándome paralizado frente al asesino y el cadáver de mi madre, el me miro y con la misma frialdad me disparó, en ese instante sentí una punzada en el pecho; yo me desplome y miraba mi cuerpo sacudirse en el piso. El hombre regreso al cuerpo de mi padre y propino un tiro en su cabeza, luego hizo lo mismo con mi hermano y mi madre; pude ver como con la mayor frialdad posible se acercó a mí, colocó la pistola en mi cabeza, y apretó el gatillo, pero nada ocurrió, la pistola se trabó, el no pudo disparar, cuando lo iba a intentar nuevamente las sirenas de la policía se escucharon afuera, él salió corriendo. 
     CONTINUARÁ...