EL INCOMPRENDIDO ROSTRO DE LA MUERTE.
En el último aliento de la vida, su rostro aparece, tan
cruel y despiadado, que produce en nosotros abominación. Sé que en mi camino la
enfrentare muchas veces, tal vez más de las que quisiera. Sin embargo hoy
recuerdo la primera vez que la enfrente. En la sala de un hospital, lloraba
como un niño, sin encontrar consuelo. Ella se iba, ella me dejaba, yo
permanecía inmóvil e incapaz de hacer algo. Me sentí atrapado entre muros, que
se cerraban sin dejarme una salida, me asfixiaba en mi propio dolor. Quise hacer
hasta lo imposible, y la verdad es que no pude hacer nada, absolutamente nada, de mí ya no dependía, la muerte me
ganaba una partida, dejándome solo el vacío y el dolor de una perdida.
La vida nunca te enseña a soportar un dolor tan grande como
ese, pero en el momento que te toca enfrentarlo y vivirlo, vas aprendiendo, lo
que piensas debió ser aprendido con anterioridad. Aprendes a levantarte cada
día, volviendo una pena en un recuerdo doloroso. Con el paso del tiempo vas
aceptando las cosas, cada vez más y más, lo asimilas. Se va volviendo parte de
ti. Ahora vives con ese dolor, pero ya no es punzante, ahora ha cicatrizado, se
vuelve como aquella cicatriz, que tienes en tu cabeza, producto del golpe que
te propinaste al caer del trompo. Como aquella cicatriz en tu ceja, cuando
jugando fútbol chocaste con la frente de un compañero. Están ahí y nunca se van
a borrar, se quedan ahí para siempre, inamovibles y cada vez que las toques,
regresaran a tu memoria esos recuerdos, y seguramente el dolor volverá.
No obstante, enfrento la muerte a diario. Ella camina entre
las camas de mis pacientes, esperando su momento para atacar, yo los defenderé.
Es como una batalla, de esas que muestran tropas de soldados, empuñando sus
espadas, listos para atacar a los feroces dragones. Son batallas que se deciden
en cuestión de minutos, en donde no puedes fallar. A veces tragaras el sabor
amargo de la derrota, a veces el dulce néctar de la victoria. Aquí ganas o
pierdes, no existe otra salida, otra opción.
Soy en pocas palabras sentimental, me duele ver el llanto de
alguien que ha perdido a su madre o padre, hermano o hermana, hijo o hija, en
fin. Es por eso que no entiendo como algunas personas pierden la humanidad,
como se vuelven tan fríos y no les afecte el dolor de los demás. A veces me
preguntó si llegare a ese estado de insensibilidad. Soy muy nuevo en esto, tal
vez los años conviertan a los demás en robots, sin sentimientos, espero no
llegar hasta allá.
Cada día, comprendo más una verdad indiscutible. La muerte
es necesaria. Si, ya sé que suena cruel, y seguramente pensaras que es
despiadado. Pero detente un segundo a pensar. Aquel anciano de ochenta y seis
años, que pasó su vida entera trabajando, para que sus hijos sean profesionales
y grandes personas. Hoy ese anciano tiene un tumor cancerígeno en su pulmón
derecho, que lo está devorando, extirpárselo es más riesgoso, la medicina ya no
puede hacer nada. Únicamente calmar su dolor. Es justo que descanse, su propósito
en la vida ya fue cumplido.
La muerte es parte de la vida. Aquel adolescente que sufrió
un accidente en su moto, quedando vegetal, ya sin vida, en este mundo. Es una
muerte en vida. Piensas que es justo que siga viviendo? A la muerte hay que quitarle ese rotulo de malvada. Cuando un
anciano desahuciado, padeciendo de una cruel enfermedad, su labor no es cruel,
es humano. Cuando un adolescente perdió todas sus funciones neurológicas en un
accidente. La muerte no es despiadada es compasiva.
Sin embargo, cuando
se lleva una vida inocente de un bebe, miramos la otra cara de la moneda. La parca
no es villana ni héroe. Es importante en el diario vivir de cada ser humano. Y la
verdad es que no llegara a nosotros, hasta que cumplamos nuestro objetivo
principal, sea cual sea. En el funcionamiento del equilibrio universal, ella esta presente. Así como no hay amor
sin odio, paz sin guerra, no puede haber vida si no existe la muerte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario