sábado, 8 de junio de 2013

REFLEXIONES

EL INCOMPRENDIDO ROSTRO DE LA MUERTE.


En el último aliento de la vida, su rostro aparece, tan cruel y despiadado, que produce en nosotros abominación. Sé que en mi camino la enfrentare muchas veces, tal vez más de las que quisiera. Sin embargo hoy recuerdo la primera vez que la enfrente. En la sala de un hospital, lloraba como un niño, sin encontrar consuelo. Ella se iba, ella me dejaba, yo permanecía inmóvil e incapaz de hacer algo. Me sentí atrapado entre muros, que se cerraban sin dejarme una salida, me asfixiaba en mi propio dolor. Quise hacer hasta lo imposible, y la verdad es que no pude hacer nada, absolutamente  nada, de mí ya no dependía, la muerte me ganaba una partida, dejándome solo el vacío y el dolor de una perdida.
   La vida nunca te enseña a soportar un dolor tan grande como ese, pero en el momento que te toca enfrentarlo y vivirlo, vas aprendiendo, lo que piensas debió ser aprendido con anterioridad. Aprendes a levantarte cada día, volviendo una pena en un recuerdo doloroso. Con el paso del tiempo vas aceptando las cosas, cada vez más y más, lo asimilas. Se va volviendo parte de ti. Ahora vives con ese dolor, pero ya no es punzante, ahora ha cicatrizado, se vuelve como aquella cicatriz, que tienes en tu cabeza, producto del golpe que te propinaste al caer del trompo. Como aquella cicatriz en tu ceja, cuando jugando fútbol chocaste con la frente de un compañero. Están ahí y nunca se van a borrar, se quedan ahí para siempre, inamovibles y cada vez que las toques, regresaran a tu memoria esos recuerdos, y seguramente el dolor volverá.
   No obstante, enfrento la muerte a diario. Ella camina entre las camas de mis pacientes, esperando su momento para atacar, yo los defenderé. Es como una batalla, de esas que muestran tropas de soldados, empuñando sus espadas, listos para atacar a los feroces dragones. Son batallas que se deciden en cuestión de minutos, en donde no puedes fallar. A veces tragaras el sabor amargo de la derrota, a veces el dulce néctar de la victoria. Aquí ganas o pierdes, no existe otra salida, otra opción.
   Soy en pocas palabras sentimental, me duele ver el llanto de alguien que ha perdido a su madre o padre, hermano o hermana, hijo o hija, en fin. Es por eso que no entiendo como algunas personas pierden la humanidad, como se vuelven tan fríos y no les afecte el dolor de los demás. A veces me preguntó si llegare a ese estado de insensibilidad. Soy muy nuevo en esto, tal vez los años conviertan a los demás en robots, sin sentimientos, espero no llegar hasta allá.
   Cada día, comprendo más una verdad indiscutible. La muerte es necesaria. Si, ya sé que suena cruel, y seguramente pensaras que es despiadado. Pero detente un segundo a pensar. Aquel anciano de ochenta y seis años, que pasó su vida entera trabajando, para que sus hijos sean profesionales y grandes personas. Hoy ese anciano tiene un tumor cancerígeno en su pulmón derecho, que lo está devorando, extirpárselo es más riesgoso, la medicina ya no puede hacer nada. Únicamente calmar su dolor. Es justo que descanse, su propósito en la vida ya fue cumplido.
   La muerte es parte de la vida. Aquel adolescente que sufrió un accidente en su moto, quedando vegetal, ya sin vida, en este mundo. Es una muerte en vida. Piensas que es justo que siga viviendo? A la muerte hay que quitarle ese rotulo de malvada. Cuando un anciano desahuciado, padeciendo de una cruel enfermedad, su labor no es cruel, es humano. Cuando un adolescente perdió todas sus funciones neurológicas en un accidente. La muerte no es despiadada es compasiva.

   Sin embargo, cuando se lleva una vida inocente de un bebe, miramos la otra cara de la moneda. La parca no es villana ni héroe. Es importante en el diario vivir de cada ser humano. Y la verdad es que no llegara a nosotros, hasta que cumplamos nuestro objetivo principal, sea cual sea. En el funcionamiento del equilibrio universal, ella esta presente. Así como no hay amor sin odio, paz sin guerra, no puede haber vida si no existe la muerte.     

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