lunes, 19 de enero de 2015

TE CUENTO CUENTOS.

LA SOMBRA


I.                 ADHERIDO A MI:

Estoy sentado en mi cama, y ahí esta él, justo en la esquina de la pared en frente de mi, está suspendido entre las paredes que conforman esa esquina, me mira fijamente, no parpadea y sus ojos rojos están devorando mi interior. Quisiera saber cómo sacarlo, como alejarlo de mí; pero es inútil, he intentado de todo, nada funciona; su sombra me sigue como un perro faldero a donde quiera que voy. Mis amigos se han alejado, él los ha alejado, le he preguntado muchas veces quien es qué quiere, él solo desenvaina sus filosos dientes y se saborea con una lengua bífida, húmeda y repugnante.
Todo comenzó hace seis meses, yo caminaba de la universidad a mi casa, como siempre lo hacía, adoraba caminar por el bosque, nada más relajante que atravesar un bosque lleno de verde relajante después de un día en la universidad gris estresante. Aquel día como de costumbre salí de clases, eran las 2 de la tarde; el sendero más hermoso que nunca faltaba, me regalaba una calle de honor, adornada por arboles de los cuales sus ramas se unían unas con otras formando un arco, más el florecer amarillo de verano en sus copas, era un lugar fuera de este mundo, sin embargo, pequeños rayos dorados de sol atravesando agujeros que quedaban en el arco, se aseguraban de comprobarme que todavía estaba en este mundo, todo era como un edén para mí. De repente en mi camino escuche un ruido, una rama se quebraba, busque con mi mirada de donde provenía el ruido y pude divisar unos zapatos tenis tratando de equilibrarse en un árbol ubicado a mi derecha justo al lado del sendero que estaba cruzando. Gire todo mi cuerpo y me dirigí hasta ahí, me mantuve oculto tras la vegetación crecida. Mire un hombre temblando, parecía trastabillar en la rama pero lograba recuperar su posición levantando sus brazos, lucia nervioso, sudaba profusamente, además parecía angustiado, estaba tan flaco que llegue a pensar que la parca había venido por mí, estaba demacrado, sus ojeras denotaban cansancio.
No pude evitar tropezar con una rama y el ruido alertó al hombre, el me miro suplicante, hizo un gesto con su mano derecha, parecía un vete pero no podría decirlo con certeza debido a que en el momento que levantó su mano y elaboró aquel gesto, no le fue posible mantenerse en equilibrio y cayó. Pensé verlo caer al piso y darse un buen golpe, pero en cambio su cuerpo quedó suspendido en el aire, una gran soga rodeaba su cuello, el hombre no se ocultaba de nadie, el hombre se iba a quitar la vida; eso explicaba su angustia y desesperación. Sin embargo, yo no podía dejarlo ahí, corrí a tratar de salvarle la vida, lo abrace fuertemente de sus piernas y trate de levantarlo para disminuir la presión que podía estar ejerciendo la soga contra su cuello, y de esta manera evitarle la asfixia. No obstante cuando trate de levantarlo y eleve mi mirada al cielo, en el árbol alguien me miraba, poseía ojos rojos reptilianos y una lengua bífida se movía rápidamente haciendo círculos sobre su oscuro rostro. Sentí tanto miedo que solté el cuerpo del hombre y salí corriendo, sentía un fuerte nudo apretando mi garganta, y mi corazón latiendo tan fuerte, que aquel latido se irradio hasta mi cuello, mis sienes, mis brazos y mis piernas, el aire me faltaba pero mi cuerpo seguía corriendo, quién o qué era esa cosa que mire sobre el árbol observándome, no lo sé, lo único que sé es que desde aquel día hace seis meses, esa cosa esta pegada a mí. Llegue a la carretera tan agitado que mis fuerzas finalmente me abandonaron y me desplome, hasta ahí tengo memoria de ese día.

Desperté en mi cama, una suerte que mi tío un oficial de policía pasara por ahí. El me llevó a mi casa, jamás les conté lo sucedido aquel día; simplemente alegue estrés por la universidad y al ser yo un devora libros no fue para ellos difícil creerme. Trate de olvidar el hecho, seguramente fue producto de mi imaginación, la adrenalina que produje al tratar de salvar aquel hombre, me hizo imaginar cosas, como siempre trate de darme una respuesta lógica, ante un hecho increíblemente raro.
El hombre resulto ser Andrés Ortiz, estudiaba psicología, el próximo año obtendría su grado, un chico normal como cualquier otro de su edad, no habían explicaciones lógicas para que tomara tan drástica decisión. Sus amigos y familiares argumentaban que en los últimos meses estaba totalmente dedicado a su estudio, debido a eso se había alejado un poco.

Trate de regresar a mi vida, los primeros días atravesar el sendero me traía imágenes desagradables, por eso lo evadí para siempre, tomando mi ruta anterior; no había paz de naturaleza pero si traía paz a mi alma. En clases me costaba concentrarme, no podía pasar tiempo con mi novia, con mi familia, con mis amigos. Mi mente comenzó a ver aquel ser en cada rincón donde yo iba, lo miraba en espejos, en sombras, siguiéndome, pegado a mí. Me estaba volviendo loco, cuando dormía, al momento de cerrar los ojos su figura se materializaba en mi mente y todo esfuerzo por conciliar el sueño se desvanecía.
Mi vida cambio, nada era igual. Una noche cuando trataba de hacerme entender que todo era un estúpido efecto del estrés postraumático, a casusa de haber presenciado una muerte atroz, ocurrió un acontecimiento que acabo con mi voluntad por completo. Yo me miraba en el espejo, mi falta de sueño y alimento era evidente, lucia igual al hombre que se había quitado la vida en aquel árbol. De repente sentí un roce en mi espalda, una sombra se desplazaba detrás de mí. Cerré los ojos y trate de enfatizarme en que todo era una ilusión, pero fue inútil. Una mano negra con cinco dedos largos como tentáculos, adornados por largas uñas podridas y encarnadas, me recorrió el pecho, luego el mismo rostro que vi ese día se revelo al lado mío. En el espejo pude ver nuevamente sus ojos reptilianos, su estructura negra como si fuera sombra, después su lengua bífida probo mis lágrimas, era verde y escamosa, al pasar por mi mejilla pude sentir lo áspera y cortante que era; posteriormente me tomo del mentón, el frío de sus manos, me impregnó hasta el alma, me apretó fuertemente y me obligó a ver mi rostro junto al suyo frente al espejo, sentí su respiración silbante y su aire gélido, sonrió, acto seguido estrelló mi rostro contra el espejo. Esa cosa quería dejarme claro que no era ningún producto de mi imaginación; sino que era tan real como el viento, tan tangible como el agua.
Pasaban los días y la noción del tiempo se perdía en mi atemorizada mente. Olvide las fechas importantes, olvide mis estudios, olvide mi vida. Ahora ya no solo veía al ser en mi mente, ahora era visible, adonde yo iba, él también. A medida que yo me debilitaba, esa criatura parecía fortalecerse, no solo comenzaba hacerme daño a mí, sino que también lastimaba a mis seres queridos, cualquier persona que trataba de acercarse a mí para ayudarme esa cosa la lastimaba. Alicia mi novia, siempre tan gentil y bella trató de enterder porque la mantenía lejos, acaso ya no me amas; repitió mil veces esa pregunta. La verdad yo la amaba, pero la primera vez que intento acercarse la sombra corto los frenos de su vehículo, se estrelló ocasionándose afortunadamente pequeños rasguños, nada grave. La segunda vez, cuando trate de alejarla, sin saber que decir; aquella sombra la empujó por las escaleras, ella cayó dando vueltas, fracturándose la muñeca izquierda. La tercera vez ella me interceptó en la calle, casualmente un auto se salió de la autopista y nos arrolló. Mi tibia se rompió en dos partes; para Alicia la rehabilitación fue más dolorosa, su pierna se fracturó en muchos fragmentos y su humero en dos. Además ella no fue la única que sufrió, mi madre tuvo algunas quemaduras cuando la estufa de gas explotó, mi padre y hermanos también fueron atacados. No me quedo más remedio que irme de la casa, no podía permitir que ellos sufran por mi culpa.
Dije que iba a realizar un curso de verano en otra ciudad, con algo de ahorros y una ayuda de mis padres viaje, esa cosa quería alejarme de lo que más quería y lo logró. Me estaba debilitando, dormir era una ilusión, cada vez que cerraba mis ojos, imágenes de mis seres queridos sufriendo terribles accidentes y esa cosa siendo la culpable, me quitaba cualquier intento de dormir. No podía comer, mi apetito era tan escaso que con probar dos o talvez tres bocados de algo me saciaba. Y esa cosa siempre presente, solo me miraba, me observa, no dice nada, no hace ningún ruido, solo me mira y se saborea, yo estoy al borde del colapso. Cuando trato de buscar ayuda o contarle a alguien; las represalias son tan severas que lamento haberlo hecho enfadar: entre su repertorio están cortes, quemaduras, moretones, rasguños, entre muchas otras clases de castigo.

Seguramente moriré muy pronto, ya no quiero seguir así, ya no tengo vida, cualquier vestigio de felicidad ha desaparecido. Tan solo soy un cajón, mi vida ya se ha perdido hace mucho tiempo, desde que quise salvar a ese hombre, bien decía mi profesor de literatura, después de una buena acción llega su castigo. Este es mi castigo, mi terrible castigo.  

CONTINUARÁ...