jueves, 29 de agosto de 2013

CLARK EL HOMBRE LOBO

PRIMERA TRANSFORMACIÓN. 



    Clark y Federico se encontraban solos, en aquella cueva, encerrados en una jaula de acero. Una vez más se hallaban en medio de sombras a plena mañana. El cambio de horario al que los habían acostumbrado los tumbaba de cansancio, no obstante el miedo que crecía en su interior era tan fuerte, como para mantenerlos despiertos.
-    Nadie nos vigila, debemos intentar escapar – dijo Clark malhumorado por la falta de sueño.  
-        ¿Recuerdas esas cosas amarillas y de aliento fresco? – Clark asintió -. Nunca nos dejaron sin vigilancia, en el castillo, acá porque tiene que ser diferente.
-        Pues porque no los he visto, ni escuchado su respiración musical.
-        Los trolls son lentos y retrasarían nuestro viaje – dijo una voz angelical oculta en las sombras.
-        ¿Quién anda ahí? – preguntaron los hombres al unísono.
-        Soy Anabel – dijo la misma voz saliendo de las sombras, usaba el mismo traje que los demás fríos, pero con su rostro descubierto; era la mujer más bella que Clark había visto: tenía unos profundos ojos verdes oliva haciendo juego con su rostro redondo y pálido, delineado por gruesos cabellos rubios, que caían en espiral; sus labios gruesos y rojos lo invitaban a besarlos. A todo eso se sumaba su elegante y firme caminar -. Desde algún rato los vigilo.
-        Creí que ustedes dormían en el día.
-        Es lo más lógico, pero nos turnamos para vigilarlos… ¿no creyeron que se los iba a dejar sin vigilancia – la mujer sonrió, al siguiente momento se encontraba frente a ellos -. Yo soy el primer turno y, no necesitaba que supieran que oía sus absurdos planes de escape.
-        ¿Si pueden estar despiertos de día, porque viajar de noche? – preguntó Federico contrariado.
-        Verán la luz del día hace estragos en nuestra piel, sin mencionar que somos más débiles.
-        Sería una pena, que se dañe  tu hermosa piel – dijo Clark abrumado por tanta belleza.
-        Eres muy atento, además debo decir que opino lo mismo.
-        Dejen la coquetería, mejor explíqueme algo… ¿por qué afectar el factor sorpresa?
-        No entiendo.
-        Podrían escuchar todo lo que planeamos  y averiguar cosas que les serían útiles, sin embargo, se delata ante nosotros – Federico suspiró profundo y dijo -. Ahora sabemos que no podemos ser boquiflojos.
-        Muy acertado, pero no necesitamos saber mucho. Conocemos que el mapa no está en ese castillo – Federico y Clark cruzaron miradas nerviosas, que les trataba de decir Anabel -. Además lo importante es que tu hermana es muy bella.
-        ¿Qué significa eso?
-        Que Bastían tarde o temprano conseguirá su mapa, los asesinará y se quedará con Ana.
-        ¡Eso no puede ser! – levantó la voz Clark, su sangre hervía como nunca lo había hecho, el rostro de Clark se puso rojo y agarraba los barrotes de la jaula con toda su fuerza -. ¡Son unos malditos!
-        Si, son unos malditos, fue exactamente lo que hicieron conmigo.
-        ¿Por qué nos dice eso, quiere atormentarnos maldita bruja? – Federico también estaba muy molesto.
-        En primer lugar no soy bruja, las brujas son horrendas y yo soy hermosa. En segundo lugar, quiero ayudarlos.
-        ¿Por qué querías ayudarnos?
-        Hasta donde sé ustedes son familia.
-        Se supone, que sí, pero piensen, esta familia es disfuncional. Quisiera abrir mis alas y escapar, ustedes me ayudaran, a cambio salvaran a su querida Ana… shh silencio – Anabel se llevó el índice derecho a la boca -, alguien viene, me imagino que terminó mi turno – Anabel  nuevamente cubrió su rostro, segundos después entró un hombre con su rostro cubierto, bastante alto.
-        Luke, por fin vienes a relevarme – Anabel les dio la espalda y camino rumbo a la salida de la cueva diciendo -. Sigue así y tendré que comentarle a Bastían, el incumplimiento en tus turnos.
   Una nueva jornada de camino, las noches se ponían más frías a medida que se acercaban al fin del bosque de las almas perdidas. La incertidumbre y el miedo, no permitían dejar  a ninguno de los dos pensar en cómo escapar y ayudar a Ana. Durante su ardua jornada enjaulados rodeados por encapuchados, comiendo escasos pedazos de fruta. En la cabeza de Clark el recuerdo de su hermana y las palabras de Anabel lo consumían en lo más profundo de su ser.
   Una mañana mientras trataban de descansar, Federico recordó algo, su piel palideció. Caminaba por toda la jaula, golpeaba su cabeza con la mano, contaba con su dedo, dejando salir pequeños sonidos incomprensibles, Clark lo miraba sin entender que sucedía - ¿Federico qué pasa? – preguntaba pero sus palabras se desvanecían en el aire sin ser escuchadas por el cazador de lobos, quien permanecía cavilando. De repente regreso a ver a Clark y le susurró.
-                    --         ¿Cuántos días llevamos en este bosque?
-                    --         No lo sé, cinco o seis días, ¿Por qué?
-        Estamos cerca de la luna llena – Clark se quedó sin habla, había olvidado que pronto se convertiría en una bestia, en un hombre lobo. Era una bendición dadas las circunstancias, o seguía siendo una maldición.
-        No puede ser, con todo esto lo olvide… - Clark hizo cuentas con su mente -. Hoy es luna llena.
-        ¿Luna llena? – preguntó Anabel, quien apareció a cumplir un nuevo turno de vigilancia - ¿Qué ocurre con la luna llena?
-        Que… que…
-        Ana necesita medicina, y se la damos cada luna llena –  Federico inventó una enfermedad extraña para Ana, al verse descubiertos. Sin embargo, Anabel no les creyó mucho y siguió haciéndoles preguntas hasta que llego una nueva jornada de camino.
   Anabel seguía instándolos para escaparse, pero nunca le había tocado vigilarlos otra vez desde ese día, y cuando tuvo la oportunidad nuevamente, escucho algo sobre luna llena, medicina y Ana. Escuchó algo que no le daba buena espina y se concentró en sacar toda la información posible para entender  tan extraña situación.
   Durante el viaje, Clark y Federico se la pasaron susurrando, había llegado la hora de la verdad. La luna llena se posó en lo alto del firmamento. Una esfera plateada y majestuosa adornaba un cielo despejado y estrellado, como aquella luna llena cuando escapo con Ana para jugar, hasta que un hombre lobo lo mordió, condenándolo a ser un monstruo. La situación era peor, se encontraba enjaulado, junto a un hombre inocente.
   El brillo de la luna, hipnotizó sus ojos, sus músculos comenzaron a crecer, su piel ardía como si estuviera ardiendo en fuego, le estorbaba, algo crecía en su interior – huye Federico -, gritó, los fríos se pusieron alerta. Federico entendía que tenía que huir, pero si estas en una jaula, ¿cómo huyes?  
-        Federico… Federico…. –  Clark rugía, con sus brazos arrancó dos barrotes -. Sal de aquí… grag ¡ahoraaa! – sus manos crecieron y  largas uñas, brotaron de ellas, luego comenzó a destrozar su ropa y su tamaño era desproporcional - ¿Qué estas esperando grr? – su voz ya no era normal, salía entre gruñidos.
Los fríos se acercaron a la jaula, Clark arrancó dos barrotes más y se lanzó fuera de la jaula, con estos propinó duros golpes a sus captores. Era el momento indicado, Federico trato de escapar, en medio de la distracción fue fácil, todos los encapuchados se encargaban de detener a Clark.
   Clark se arrancó la piel con sus filosas garras, un extraño pelaje negro comenzó a brotar sobre su piel destrozada y sangrante, sus zapatos de rompieron y enormes y peludos pies salieron. Un aullido siniestro se emitió de sus fauces. Bastían ahora sabía a qué se enfrentaban, su peor enemigo, un hombre lobo. Las mandíbulas de Clark comenzaron a crecer junto con sus dientes, sus orejas y sus ojos. Era un hombre lobo enorme, su pelaje negro brillaba por el reflejo de la luna, sus ojos eran cafés, de sus grandes fauces salía saliva, blanca y espumosa. Luego comenzó a destruir todo a su paso, ningún frío fue rival para él, con sus enormes garras y patas bastaba un golpe para que sus oponentes vuelen por los aires. Bodgan se lanzó a Clark, este le enterró su garra derecha, justo en el corazón. Bastáin quedo petrificado al igual que los demás, la otra garra de Clark, se movió rápidamente, degollando el cuello de Bodgan, su cabeza cayó en los pies de Bastían y Rupert. Clark incursionó en el bosque, a su paso destrucción y fríos muertos quedaron, de Federico no hubo rastro. En lo profundo del bosque un aullido se escuchaba, cada vez más lejos.
     
      

sábado, 17 de agosto de 2013

CLARK EL HOMBRE LOBO.

EL BOSQUE DE LAS ALMAS PERDIDAS.

Nuevamente el haz de luz que ingresaba por algún agujero se desvanecía lentamente. El gigante de respiración  sibilante entraba, encendía los candelabros y se iba. Rupert, Bogdan y Bastían ingresaron como sucedió la noche anterior. Bastían sonrió con su acostumbrada sonrisa maliciosa, los tres lucían mejor, sin ojeras y más rejuvenecidos.
-                     --       Espero hayan dormido bien – dijo Bastían.
-       No tan bien como ustedes – dijo Ana en tono cargado de sarcasmo, indicando las cadenas que la aprisionaban.   
-       La verdad yo no quiero cordialidades, les perece si vamos directo al grano – dijo Rupert, se veía malhumorado y sus ojos centellaban como si tuvieran fuego.
-       Ten paciencia mi querido Rupert, estoy seguro que ellos nos darán lo que queremos… ¿no es verdad? – Bastían clavó sus ojos ámbar en Ana, como si supiera que ella tenía el mapa.
-        Se los daremos, pero no lo tenemos aquí – Federico dio inicio al plan.
-       ¿A no, entonces dónde? – ahora Bastían ponía su atención en Federico.
-       Lo escondimos en el castillo.
-       Qué raro, recorrimos el lugar de cabo a rabo – protesto Rupert, incrédulo -. Te podría jurar, que no se quedó ningún espacio por examinar.
-       No estés tan seguro mi querido Rupert – dijo Bastían en tono cordial -. Los castillos son enigmáticos, te aseguro que nunca conocerás un castillo a la perfección, incluso esté tiene espacios que no han sido inspeccionados en siglos. Además creo en la palabra de estos tres jóvenes, si dicen que está en ese castillo, allá esta – la sonrisa de victoria de los tres se desvaneció tan rápido, como un trozo de hielo sometido al calor –. Es por eso, que la bella Ana se quedara en vuestra compañía.
-       Jamás, ella debe ir con nosotros – protestó Clark.
-       Oh mi querido Clark, me temo que si quieren libertad, deben atenerse a lo que mis hermanos y yo demandamos.
-       ¿Son hermanos? La verdad no les veo parecido.
-       Que no te engañen nuestros rasgos físicos, linda Ana.
-       Eso no es el tema, debemos ir los tres o no ir nadie.
-       Una vez más me veo en la penosa necesidad de imponer nuestra voluntad, y para efectos prácticos, lo toman o lo dejan. Desgraciadamente ya casi amanece, prepárense para el viaje, saldremos mañana al atardecer.
-       ¿Por qué no salir al amanecer? – preguntó Federico.
-       Porque el sol hace estragos en nuestra piel, eso naturalmente nos pone de mal genio, y te aseguro que no quieres vernos de mal genio. Ahora si no les molesta me iré a descansar, os aconsejo hacer lo mismo, para tener un viaje placentero, rumbo al castillo de Bernard Ager.
    El panorama se oscurecía, como una antítesis al radiante sol que se imponía en lo alto del castillo de los fríos. Habían elaborado un plan brillante, pero tenía muchas falencias, contras que no se tuvieron en cuenta, ahora era tarde, se arriesgaban a tener un viaje sin retorno y la bella Ana sería presa de tan abominables monstruos como los trolls.
-                     -        ¿Qué vamos hacer?
-                     -        ¿Cómo no pensamos en esto antes?
-       No tiene caso lamentarnos, tenemos poco tiempo para pensar un plan b.     
-       Si Federico, de acuerdo contigo, pero no se me ocurre nada, tengo mucha hambre.
-       Entonces Clark, come lo que te trajeron esas bestias.
-       Está bien, pensemos en un plan.
    Debates inútiles se llevaron a cabo, Clark se mantenía en no dejar a su hermana a merced de los fríos. Ana dispuesta a sacrificarse por una buena causa, Federico dispuesto a sacrificar todo por la vida de dos personas que apenas conocía, sin embargo, había aprendido a querer. Las horas se consumían, la escasa luz se marchaba. Cerca a la hora cero, los minutos se enlentecían, el aire se enrarecía y una capa de incertidumbre cargaba la atmósfera de miedo y tinieblas.
    Nuevamente el atardecer llegó, los fríos entraron, un sequito de hombres vestidos con capuchas los acompañaba. Desataron a Clark y a Federico dejando a Ana encadenada en el calabozo.
-                      -        Yo me quedare por ella – pidió Federico.
-       Debo rechazar su propuesta, honorable hombre. He dicho que ella se quede y así será.
-       No lo permitiré – Clark se revelo, forcejeo con los hombres que lo mantenían prisionero. Un movimiento imperceptible y rápido le permitió liberarse de la presión. Los encapuchados eran fuertes, pero Clark fue más fuerte y los lanzó lejos, estrellándolos contra los muros.
    Después quiso atacar a Bstían, sin embargo, Bogdan se interpuso y lo derribo fácilmente. Clark estando encadenado no fue oponente, para el rubio.
-       Déjame decirte que eres muy fuerte, derivaste a cuatro de nuestros hombres estando encadenado – dijo Bastían – además son muy fuertes, claro no eres enemigo para el buen Bogdan, pero serías un buen recluta en mi ejercito – después sonrió -. Y a propósito de tu solicitud, se dijo que Ana se queda y Ana se quedara.
-       Yo me encargo del muchacho – se pronunció Bogdan, lo tomó con fuerza de la cadena y lo arrastró rumbó al carruaje.
-       No te preocupes por Ana – dijo en tono burlón Rupert -, ella estará bien cuidada por Pes, Te y Mugre, nuestros fieles trolls.
-       Sabía que eran trolls.
-       Si mi querido Federico, y déjame decirte que son muy serviles… a propósito es una suerte que nosotros no comamos lo que preparan, sería una pena tener que despedirlos – Bastían junto sus manos, emitiendo un sonido de aplauso –. Ahora si no les importa el tiempo apremia, vámonos.
Nuevamente fueron embarcados en el carruaje que los llevo hasta ahí, esta vez no los cubrieron, iban acompañados de doce hombres, tres de los cuales eran sumamente malvados – quiero que conozcan parte de nuestro hogar -. Dio la orden Bastían. El camino únicamente era iluminado por las antorchas del carruaje. Pronto estaban en lo profundo del bosque de las almas perdidas, el aullar de lobos era estremecedor, el frío insoportable, añadiéndose a eso el miedo e incertidumbre dejando a Ana sola en ese feo calabozo del castillo. Enormes arboles rodeaban el bosque, ramas caían y combinando con la escasa luz, izaban imágenes fantasmagóricas, de monstruos con grandes garras, esperando a devorar a los desprevenidos que pasaban por ahí. El ulular del viento entre los árboles, era aún más aterrador, reproduciendo una música de ultratumba.
    Los caballos negros y enormes, sincronizados arrastraban el carruaje a gran velocidad, sus cascos chocaban en piedras, charcas, ramas y suelo firme, una perfecta sinfonía de terror.
-                 --           Si no conoces el bosque de seguro te perderás – argumentó Bastían, que había aparecido cerca de ellos, sin ni siquiera ser notado.  
-                    --         ¿Por qué estás tan seguro? – preguntó Clark.
-        Muchos han querido ir detrás de nuestra basta fortuna, sin embargo, no saben que aquí cosechó vidas, alimento para mis hombres – Clark y Federico se estremecieron al escuchar esas palabras, qué clase de monstruos son los fríos, acaso caníbales que se comen a la gente, la incertidumbre por Ana creció y el corazón de Clark comenzó a latir con más fuerza, sus manos sudaban y su respiración se hacía más rápida -. Aquí hay muchas trampas naturales, caminando en la selva, las ramas de árboles te tomaran por rehén, son tan gruesas y fuertes que ninguna espada  puede destrozarlas, fíjate bien donde pisas, porque aguas profundas pueden devorarte, remolinos que te arrastran sin poder impedirlo, lobos hambrientos y feroces, volcanes en constante actividad que te calcinarían en segundos – miró a los muchachos y sus ojos resplandecieron, era como si quería indicarles el bosque, tentarlos a penetrarlo y ser presas de su poder -. Incluso si logras sobrevivir a esos terrores, no podrás ingresar al castillo, como te pudiste dar cuenta mi buen Clark, somos fuertes, romperíamos tu cuello en un abrir y cerrar de ojos.
-        Hermano pronto amanecerá, debemos descansar – Rupert sin ser oído se acercó a ellos.
-        Vaya no me di cuenta, saben  donde descansar.
    El carruaje se detuvo, los ocho caballos fueron, amarrados a unos árboles, donde empezaron a  comer del pasto que crecía cerca. De los seis carruajes enganchados, se llevaron dos que estaban cubiertos de mantos negros, los metieron en una cueva. Después se llevaron los cuatro carruajes restantes a otra cueva.
    Federico y Clark quedaron solos en esa cueva, nadie los vigilaba. Era una opción única para escapar y regresar a rescatar a Ana, quien permanecía cautiva en el calabozo del castillo de los fríos. Había que intentar escapar, como dé lugar. Las cosas estaban pasando de castaño a oscuro. 

CONTINUARÁ...   
    

viernes, 9 de agosto de 2013

TE CUENTO CUENTOS.

LA TRAGEDIA DE LA FAMILIA MONROY.


Alberto Granado Zapata, salió hace quince meses de su pequeño pueblo, con la esperanza de alcanzar un mejor futuro profesional. Dejo atrás a su esposa Verónica, quien fue su novia desde que eran niños, en el colegio Nacional de Bachillerato. También dejo a su pequeño hijo de tres años, Kevin. Les prometió regresar por ellos, cuando su situación lo permita. La Cruz Nariño, un pequeño pueblo al sur de Colombia, quedo a la distancia y en el recuerdo. Era la segunda vez que la dejaba, aunque esta vez sería para siempre.
   Bogotá le abría sus puertas, no muy amablemente para su gusto. Le costó sudor, sacrificio y mucho sufrimiento para alcanzar una estabilidad económica. Por fin pudo darle a su esposa e hijo, los tiquetes para que lo alcancen en la gran ciudad. Una mañana despertó por primera vez en su nuevo hogar, una casa tan bonita que le recordaba, la casa de sus abuelos, de dos pisos, con un gran balcón en la habitación principal, un cuarto de juegos para el niño, un estudio, habitación de visitantes y un gran patio trasero, con una huerta llena de rosas y plantas.  La había comprado hace poco, únicamente faltaba amueblarla, y sería la casa perfecta. De la emoción no pudo dormir, era su casa, comprada con su propio esfuerzo, todo auguraba un futuro próspero y feliz.
   Sin embargo, la casa no era tan magnifica como parecía, algo oscuro se ocultaba en su interior. La segunda noche que paso ahí, escuchó ruidos extraños.  Alguien se quejaba, el llanto parecía proceder del patio, y cada vez se escuchaba más alto, hasta llegar a la habitación de Alberto, en ese lugar, disminuía  se dirigía al patio nuevamente. Alberto no le dio importancia, seguramente la casa tenía eco. Estaba completamente vacía. Era de esperarse.
   A medida que pasaban los días, el lamento aumentaba. Ahora era más claro, era el lamento de una mujer, o más bien de una adolescente. Alberto  llevaba seis noches sin dormir. Le contó a su mejor amigo en el hospital donde trabajaba, este le comentó de un médium. Que seguramente le podía ayudar. Alberto siguió el consejo de su amigo, contacto al médium. El médium le dijo que no se encontraba en la ciudad, que grabe audio y vídeo  apenas él se encuentre en la ciudad lo contactaría y le brindaría su ayuda. Alberto temeroso obedeció las instrucciones.
   Faltaban veinte días para reunirse con su familia, no iba permitir que nada dañe su alegría. Dos días después se reunió con el médium y le entregó el material recopilado, por temor, no quiso ver ni los vídeos ni oír las grabaciones de audio. Al día siguiente el médium contacto con él, tenían que verse lo más pronto posible. Cuando Alberto vio los vídeos quedo estupefacto: una adolescente de aparentemente quince años, vestida con un vestido rosado y cubierto de tierra, rasgado por todos lados, ella era blanca como queso, sus labios cianóticos y una gran herida en su frente la adornaban. Subía las escaleras, llegaba a la puerta de la habitación de Alberto, lo miraba y se iba nuevamente, esto sucedía durante toda la noche. Mayor asombro se llevó al oír las grabaciones, una voz espectral decía.
-           -       ¿Por qué me mataste? Si yo te quería.
-           -       ¿Quién duerme en tu cama? Ayúdame quiero descansar.
-           -       ¿Por qué me mataste? Si yo te quería.
-           -       ¿Quién duerme en tu cama? Ayúdame quiero descansar.
-           -       ¿Por qué me mataste? Si yo te quería.
-           -       ¿Quién duerme en tu cama? Ayúdame quiero descansar.
   Los lamentos no cesaban, decía lo mismo una y mil veces. Alberto era ahora el que estaba pálido de la impresión. En esa casa soñó una vida al lado de su familia. Ahora todo parecía derrumbarse.
-           -       ¿Debes averiguar, qué quiere  la  niña? – le sugirió el médium.
 -       ¿Cómo hacerlo? – preguntó Alberto, con la voz cortada, él sabía la respuesta, solo preguntaba para que alguien le de aliento.
-        Habla con ella, pregúntale que quiere. Dile que quieres ayudarla.
   Alberto se mantuvo despierto, esperando a que los lamentos inicien. Siempre iniciaba a la 1:15 a.m. Esta vez Alberto no se ocultó bajo la cobija, sus piernas temblaban, su corazón a punto de salírsele por la boca. Una joven  llegó a la puerta, vestida con un vestido rasgado, y muchas salpicaduras de sangre. La misma vista en el video.
-         -       ¿Qué… qué…qué… qui…eres? – la voz de Alberto salía cortada y temblorosa.
-      Me mató… yo no hice nada malo – la muchacha  lloraba, pero su voz se escuchaba de ultratumba.  
-   Yo te quería y me mataste – la joven continuaba con su acusación, Alberto retrocedía, sus piernas temblaban y comenzó a sudar.
-      ¿Cómo… cómo…có…mo te llamas?
-     ¿Por qué duermes en su cama? – la joven preguntó con su voz más fría y fuerte. Luego      se abalanzó contra Alberto, esté se cubrió el rostro y la imagen fantasmagórica desapareció.
Después de aquella noche, Alberto no volvió a dormir en su casa, prefería estar donde su amigo o trabajando en el hospital. Una mañana se reunió con el médium, le contó lo sucedido. El médium le dijo que lo único que puede sacar el espanto de la casa es saber que le sucedió y ayudarlo. Pero era evidente el odio de la niña hacía Alberto, seguramente él le recordaba alguien, involucrado en su muerte.
   Alberto recordó que para conocer sobre alguien, lo mejor es buscar a las chismosas del barrio. Todos los barrios las tienen, generalmente son las ancianas jubiladas, las  amas de casa o las sirvientas. De esta forma Alberto llegó donde doña Magdalena, una anciana de unos 80 años, jubilada de ser profesora; su cara parecía una uva pasa, nariz aplastada, cejas pobladas y ojos cafés cubiertos con una pequeña nube blanca. Era pequeña, como una niña de diez años, flaca y caminaba encorvada ayudada de un bordón. Ella tal vez era la más antigua en el barrio y se la pasaba sentada en el parque, viendo la vida pasar.
-      Buenas  tardes – Alberto la abordo, con el tono más cordial que tuvo, a pesar del cansancio.
-         -        Buenas tardes, buen señor – contestó con voz chillona y pausada.
-       Me gustaría hacerle algunas preguntas, sobre los antiguos dueños de mi casa – la mejor manera de entablar una conversación con un chismoso, es preguntarle por alguien o algo en particular; generalmente saben de todo mundo y les fascina enmarcar sus defectos y disminuir sus virtudes.
-      Han pasado muchos en los últimos años – la anciana enarcó sus cejas e invitó con sus pequeños ojos a que Alberto la acompañe y la escuche -. ¿De cuál quiere saber?
-      No sé, ¿cuántos han pasado?
-    Nunca duran mucho, uno o dos meses y salen corriendo. Todos argumentan que escuchan pasos y ruidos extraños, atribuidos a presencias del más allá, y salen como alma que lleva el diablo – la anciana lo logró, atrajo la atención de Alberto.
-     ¿Fantasmas? – Alberto aclaró la garganta, ahora sabía que no era el único que escuchaba cosas en esa casa.
-       Si fantasmas – la anciana se llevó la mano al bolsillo y sacó un pañuelo, después se sonó la nariz, guardó el pañuelo y continuó su relato -. ¿Y sabe que creó? – Alberto negó con la cabeza, la anciana respondió a la pregunta que se formulaba -. Que es la pequeña Alicia, que no ha podido descansar.
-       ¿Quién es Alicia?
-      Vera le voy a contar desde el principio. Sucedió hace 20 años, una familia tan linda construyó la casa. El joven Benjamín Monroy, un gran señor, alto, guapo, siempre vestido de corbata, era abogado, su esposa la Linda Sofía, era una mujer escultural y bonita, dedicada a la casa y su familia. Y un primor de hija la pequeña Alicia Monroy. Era definitivamente un modelo de familia. En todo el tiempo que los conocí, tuvieron una vida intachable, ninguna queja.
-      ¿Y qué paso? – Alberto interrumpió a la anciana.
-     Esperece joven, allá voy – la anciana fulminó con sus pequeños ojos a Alberto y luego dijo -. Un día se fueron de vacaciones. No sé sabe exactamente como fue el accidente. Al parecer Benjamín perdió el control del vehículo y se estrelló contra un muro. Benjamín murió inmediatamente, Sofía y Alicia a pesar de  la gravedad del choque sobrevivieron. Sin embargo, Sofía perdió su brazo izquierdo y cayó en la depresión. Se dedicó a la bebida abandonando a su hija, un día un hombre de mal aspecto muy diferente a Benjamín, llegó a vivir con ellas y ahí comenzó todo.
   La familia Monroy se desmorono, Alicia crecía bajo el cuidado de vecinas piadosas como yo; intentamos aconsejar a Linda Sofía pero fue inútil. Un mes de julio, no volvimos a ver a Alicia, preguntamos a su madre y esta dijo que se fue de vacaciones, al cabo de un tiempo ella y su nuevo novio, vendieron la casa y se fueron. Esa fue  la última vez que se los vio – la anciana suspiro hondo, desde su alma -. Nunca nadie a partir de entonces ha vivido más de uno o dos meses, se podría decir que han pasado unos treinta dueños o quizá más.
-          -      ¿Qué paso?
-      No sé sabe, algunos dicen que nunca vieron salir a la niña Alicia, otros dicen que la mataron vendieron la casa y se fueron a vivir con la fortuna de Benjamín, otros que la golpearon y la desfiguraron tanto que la hicieron viajar de noche, para que nadie del vecindario la vea. Pero yo creo que ese infeliz la mató.
   Alberto tenía una historia, los rumores y chismes podían ser ciertos. Seguramente el padrastro de Alicia la mató y tuvo de cómplice a la madre de la joven. Seguramente  la niña que él veía era Alicia. De pronto tuvo una idea, que se posó en lo más profundo de su mente y lo aparto de su quehacer  diario. Esa misma noche llegó a la casa, revivió los pasos de la muchacha. Subía las escaleras y llegaba a la alcoba principal. En la alcoba Alberto no encontró al útil, removió cada recoveco y no hayo nada de que no fuera de él. Seguramente ahí fue asesinada, por eso no entraba, nunca la niña traspasaba el umbral de la puerta, al llegar ahí daba media vuelta y regresaba por donde vino.
   Una nueva idea se ensambló en el brillante cerebro de Alberto: la niña llegaba al patio, allí encontraría más pistas. El patio estaba desolado, que podía encontrar en un espacio donde no hay lugares para ocultar algo. Pero su cerebro trabajaba a toda máquina, existía una huerta, llena de flores, matas y tierra, podría haber algo oculto, entre la tierra. Paso una hora cavando en cada rincón, hasta que encontró algo, algo tan macabro que lo dejo sin aliento. Encontró los restos de una persona, llevaba un vestido rosa, y un esqueleto carcomido por los gusanos. Todo lo que la mayoría del vecindario presumía, sucedió en verdad. El padrastro asesino a la hijastra y obligo a Sofía, a esconder el cadáver en el patio de la casa. Huyeron antes que levanten sospechas sobre la ausencia de la joven.
  De repente el ambiente del lugar se puso más frío, la temperatura descendió extremadamente, el aire se puso pesado, Alberto sintió que el aire se le acababa, su mirada se nubló, comenzó a sudar y su corazón se aceleró, a un ritmo desenfrenado, después cayó sobre los restos. Cuando despertó, se encontraba en la alcoba principal, solo cambiaba el decorado. Un hombre moreno, de brazos grandes miraba televisión acostado en la cama. Una mujer de tez blanca, de ojos miel y cabellos rubios y ondulados, muy mal vestida pero muy hermosa. Le reclamaba que solo estaba viendo televisión, el moreno se levantó, dio dos zancadas y ya estaba al lado de la mujer, la mujer escasamente le llegaba al pecho al hombre, pero se mantuvo firme ante el grandote. Este sacó un derechazo propinándole un golpe tan fuerte que la estrelló con la pared. Linda Sofía comenzó a llorar y a gritarle que lo odiaba y quería que se largue de su casa, el hombre colérico la levantó de sus cabellos y la azotó nuevamente contra la pared, ella cayó al suelo y él comenzó a propinarle puntapiés en el costado. Tal acto era salvaje, Alberto quiso hacer algo pero fue incapaz de moverse.
   Segundos después una voz temblorosa ordenó al moreno que se detenga, Alicia estaba parada en la entrada. El moreno dejo de golpear a Sofía y se dirigió a la niña, Sofía tirada en el piso, le puso una zancadilla que lo derivó. El moreno muy molesto nuevamente se levantó del suelo con una agilidad felina y regreso a golpear a la mujer, la joven entró y lo empujo llegando primero a su madre.
-     ¿Madre quien duerme en tu cama? – preguntaba llorando, ayudando a su madre a incorporarse -. ¿Duermes con un hombre o una bestia? – el hombre la abofeteo y la saco del cuarto.
-     No voy a dejar que golpees más a mi madre. Madre ayúdame a descansar de tanto dolor – imploraba la niña a su malherida madre.
La madre en un acto desesperado empujó a la niña, para sacarla del cuarto y evitar que le hagan daño, no obstante el impulso la hizo trastabillar y se golpeó la frente en la perilla de la puerta, cuando Alberto regreso a ver a la niña, ella sangraba abundantemente por la frente. El moreno iba seguir golpeando a la mujer y Alicia se lo evitaba, los tres forcejearon en el corredor al Salir de la habitación principal. La madre en un acto desesperado por apartar a su hija de la contienda volvió a empujarla, - este no es asunto tuyo, ve a tu habitación -. Le dijo. Desafortunadamente el forcejeo ya llegaba a las escaleras, la niña no tuvo con que detenerse y cayó escaleras abajo, ante la mirada atónita del moreno y la pobre Sofía, que miraba como la niña de sus ojos caía, sin ella poder detenerla.                  
   Todo el forcejeo terminó, el silencio se posó en el lugar, nadie movió ni un músculo. Cuando Linda Sofía reaccionó, corrió a socorrer a su hija, la niña no se movía, su cuello estaba roto.
-          -       Está muerta – dijo Linda Sofía, su cara se desencajo.
-          -       No puede ser la mataste idiota – la recriminó el moreno.
Acto seguido el llanto no se hizo esperar, la madre desconsolaba lloraba al lado del cadáver de su pequeña hija, lo había perdido todo.
-        Eres una tonta.
-          -       Ayúdame, llama a la policía.
-          -       No seas tonta, te meterán a la cárcel, mejor ocultemos el cadáver.
Ante el horror de Linda Sofía, el moreno la aparto del cadáver y comenzó a cavar en la huerta. Colocó el cuerpo de la niña ahí y tapo la tumba. Alberto miró la espeluznante escena. Creyó que el hombre moreno asesino a la niña, pero en realidad fue su madre – ¿Por qué me mataste si yo te quería? -. Todo encajaba. El alba asomo con todo su esplendor, Alberto dormía sobre el cadáver de la niña.
   Medicina legal realizó el levantamiento respectivo, Alberto se encargó de todos los trámites para darle una sepultura digna a la pequeña Alicia Monroy. Busco a la madre. En un pequeño pueblo la encontró, Linda Sofía se suicidó hace ocho años, después de asesinar a su segundo esposo Braulio Ponce. La carga de haber matado a su hija y el despreció que le tenía a su nuevo esposo, la llevaron a cometer este homicidio.
    


jueves, 1 de agosto de 2013

CLARK EL HOMBRE LOBO.

"LOS FRÍOS"


Clark, Ana y Federico, fueron llevados kilómetros y kilómetros sin ver por donde iban, poco a poco fueron cayendo en un sueño, profundo e incontrolable. Despertaron en un lugar oscuro y frío, el tintineo de agua cayendo sobre el piso los despertó. Clark abrió los ojos lentamente, una pequeña luz lograba filtrarse entre tanta oscuridad, divisándose motas de polvo en el haz que hacía. Las tinieblas eran tan abrumadoras que escasamente se podía percibir algo en aquel lugar. Clark tanteó una cadena gruesa, que sujetaba su pie derecho, como si una tenaza le aprisionará y aumentará su fuerza presión cada vez que el realizaba algún movimiento. El sonido de la voz apagada y acongojada de Ana, retumbó en el lugar.
   - ¿Clark eres tú?
   - ¿Ana, dónde estás? – Clark estaba cerca a su hermana, aun en la adversidad estaban juntos.
  - La pregunta correcta ¿es dónde estamos? – Federico también se encontraba cautivo en el mismo sitio.
  Alrededor todo era tinieblas. Extraños ruidos se escuchaban afuera, era difícil decir que eran, si animales o personas. Arrastraban sus pasos, sorbían mocos, su respiración era sibilante, como si tuvieran una gran obstrucción en el pecho y se estuvieran muriendo. Iban de un lado a otro.
  - ¿Qué es eso? – preguntó Ana en un susurro.
 - No lo sé, pero son desesperantes – dijo Federico, mal humorado -. Les juro que si me topó con uno de ellos los mato.
 - ¿Quiénes eran los que entraron al Castillo?
 - No pude verlos, pero es evidente que no eran lobos.
 - Si eso todos lo notamos – replicó Ana.
 - ¿Y el mapa? – preguntó  Federico.
 - No te preocupes, está a salvo.
  Durante algunas horas, guardaron silencio, la pequeña luz que penetraba, disminuía lentamente hasta el punto de agotarse completamente. Finalmente todo fue oscuridad. Una luz anaranjada se acercaba, un candado abriéndose y unas cadenas cayendo al piso le siguieron. La puerta de acero realizo un chillido al abrirse. Luego un hombre gordo y alto, entró arrastrando los pasos, su respiración sibilante se escuchaba más fuerte. Sujetaba una antorcha, que emitía una tenue luz, que reflejaba un rostro aplastado, con dos grandes entradas en sus sienes, una boca grande y dispareja, de ella un hedor a carne podrida emanaba. A su paso torpe y lento, iba prendiendo candelabros ubicados en todo el lugar. La luz cada vez era más intensa, al descubierto su color amarillo y sus ropas ajadas, sus pies también eran grandes, y cubiertos de pelos, rizados y cafés, caminaba descalzo, sus uñas estaban encarnadas y caminaba encorvado. Después de iluminar el lugar salió del cuarto, con su mismo caminar lento y torpe.
  Ana, Clark y Federico cruzaron miradas de miedo, que bestia los tenía prisioneros. Inmediatamente se perdió el sonido de la respiración del gigantón, se escucharon pasos más suaves y firmes. Tres hombres ingresaron, erguidos y vestidos con túnicas negras con franjas rojas. Eran imponentes, extremadamente pálidos y ojerosos. El uno era calvo, su rostro era estilizado y poseía facciones femeninas, haciendo juego con su nariz ganchuda. El otro tenía el cabello largo, rubio y ondulado, sus facciones también eran finas, pero más puntudas que las del calvo y un gran bigote de morsa. El último era de facciones gruesas, su cabello y barba rojos, parecían arder como las llamas de los candelabros que iluminaban la habitación. Los tres parecían estar muy cansados y la escasa luz que emitían los candelabros, les daban la impresión de tener ojos rojos y despiadados.
 - Hola – dijo el de barba roja, su voz era autoritaria y fuerte -. Os pido disculpen la incomodidad, les aseguro que apenas tengamos lo que queremos serán libres – sonrió maliciosamente, algo en él no inspiraba confianza.
 - ¿Quiénes son ustedes, qué quieren? – interrogó Federico.
- Pero por supuesto, os ruego disculpen mi falta de modales, es que estoy muy cansado y hambriento.
 - ¡Nosotros también! – recriminó Clark.
 - Si tienes razón, pero no se preocupen, mis sirvientes están preparando la cena – el de barba roja nuevamente desenvainó su maliciosa sonrisa, y compartió miradas con sus acompañantes, después dijo -. Verán mis queridos amigos, este – señalo al calvo -, es Rupert Alexandru. Mi amigo de cabellos rubios es – también lo señalo, guió a él su mano derecha y regreso a verlo -. Bogdan Ciprian – ahora colocaba sus manos en el pecho -. Y yo soy Bastian Vlad, su fiel servidor. Aunque me parece justo que si nosotros nos presentamos, ustedes también lo hagan – se acercó a Ana y tomó su rostro, su mano era fría, como hielo al igual que su aliento -. ¿Cómo te llamas delicia? – se relamió y unos colmillos se asomaron en su boca.
 - ¡Suéltala! – Vociferó Clark -, no te atrevas a tocarla.
  Bastian dejo de tocar a la chica, su atención ahora se dirigía a Clark. Caminó suave y se posó frente a él, lo fulminó con sus  ojos rojos y dijo.
 - ¿Tu eres…?
 - Soy Clark Johnson.
 - Clark… mucho gusto amigo, pero no me han contestado el nombre de esta princesa – señaló con su índice derecho a la asustada Ana.
 - Ella es Ana y yo soy Federico – el cazador de lobos tomaba la batuta de la charla -. Dinos que buscas para poderte ayudar y salir de este agujero.
 - Federico, para empezar esto no es agujero, de hecho es la torre más alta de mi castillo... Y segundo busco tres objetos valiosos.
 - Pues no los tenemos – sentenció Federico con firmeza.
 - Eso ya lo sabemos, los objetos fueron movidos y reubicados en otros sitios… - el calvo hablo con tono suave y calmado.
 - ¿Entonces qué quieren?
- El que los movió fue el dueño de la mansión donde ustedes estaban.
 - Exacto y conocemos de buena fuente que los ubicó en diferentes lugares – tomo la palabra nuevamente Bastian -. Lo que queremos es el mapa que hizo con las indicaciones para llegar a ellos – estas últimas palabras estremecieron a los tres y Federico que se mostraba tranquilo, por primera vez reflejo en su rostro preocupación.
 - ¿Podrían darnos el mapa? – finalmente Bodgan pronunciaba palabra, al igual que los demás su voz era profunda y pausada.
 - No lo tenemos – aseguró Ana con firmeza. Clark y Federico le mandaron miradas de asombro.
 - Veo que la cena se acerca – habló Bastian con expresión olfatoria -, huele bien, espero lo disfruten.
  Segundos después entraba el gigante de piel amarilla, con una bandeja en las manos, en la cual estaban depositados tres platos. Los colocó uno al lado de cada uno. No se sabía que era más nauseabundo, si el aliento del gigantón o el olor de la comida rancia. El hombre salió del calabozo arrastrando sus pasos.
 - Ahora coman – dijo Bastian abriendo los brazos indicando los platos de comida servida -. Disfruten la cena… pero también quiero que piensen en lo siguiente – su rostro se puso más serió, cruzó los brazos y dijo -. Me dan ese mapa, son libres mañana mismo, me lo niegan serán terriblemente masacrados – se colocó su capucha, imitado por sus dos acompañantes y salieron del cuarto -. Espero que pasen buena noche…
 - Pes y Te vigilen bien – ordenó Bodgan a dos seres que permanecían ocultos en las sombras del corredor contiguo al calabozo, su característica era similar a la del que les dio la cena. Las puertas se cerraron, candado cadena, la única diferencia era que les dejaron los candelabros encendidos. Cuando no se escuchó ningún ruido Clark dijo.
 - Ana por qué les negaste el mapa.
 - No lo entiendes, ese mapa es nuestro seguro de vida.
 - De todas maneras nos mataran, únicamente nos has dado un día más de vida.
 - ¿Cómo estás tan seguro? – preguntó aterrado Clark.
 - He escuchado sobre estos hombres, mi madre solía contarme la historia de “los fríos”.
 - “Los fríos”, me pregunto porque les darían ese nombre – dijo Ana en tono sarcástico.
 - se dice que tres hombres de piel blanca como la luna llena, fríos como piedra gobiernan en un castillo después del bosque de las almas perdidas. Toda persona que osó penetrar ese bosque nunca regreso, pero aún si lograbas penetrarlo y llegar al Castillo de “Los fríos”, únicamente alcanzarías tener más horas de vida.
 - Que locura, ¿quién ingresaría a un bosque embrujado, sabiendo que es custodiado por monstruos?
 - Mi querido Clark, eres muy ingenuo, si no hubiera premio nadie se arriesgaría.
 - ¿Qué premio?
 - La fortuna de “Los Fríos”, dicen que si la consigues podrás vivir como millonario tú, tus hijos, sus hijos y los hijos de sus hijos. Cuatro generaciones o tal vez más, sin problemas de dinero. Claro que solo es un mito o leyenda como la quieras clasificar.
 - Y si Ager les robó esa fortuna y ese mapa sea el camino hacia ella.
 - Podría ser, pero esos hombres en verdad dan miedo.
 - De qué hablas Clark, si son un encanto, mira nos dieron una suculenta cena.
 - Sí, que además huele delicioso.
 - Pero no hemos definido, ¿qué vamos hacer? – preguntó Clark, la situación no era muy alentadora, encerrados como reos en un calabozo, custodiado por monstruos de piel ictérica, y tres hombres que parecen estar muertos.
 - Ana tiene razón, ese mapa es nuestro seguro de vida… - Federico respiro profundo y continuó con su plan -. Propongo decirles que lo escondimos en el castillo, que les diremos donde si nos sueltan, seguramente ellos no nos van a dejar ir tan fácil. Así que los llevamos hasta el castillo de Ager nuevamente, ahí tratamos de despistarlos e intentar huir.
 - Es loco, además de improbable que podamos escaparnos, y sin contar sus amiguitos de respiración musical. Apropósito ¿qué son?
 - Parecen trolls, dicen que son así, pero no conozco a los trolls personalmente. Podrían ser cualquier bestia.
 - Puedo ser el señuelo – dijo Ana.
 - No, jamás.
 - Soy mujer y soy bonita, puedo distraerlos, fingiendo un desmayo o una cosa parecida. Clark ahora eres muy fuerte, podrías noquearlos.
 - Tiene razón Clark.
Después de mucho discutir, acordaron que el plan sería así. Sin darse cuenta el sueño ya los custodiaba, y se dejaron gobernar, las horas se consumían como una vela. “Los Fríos” en pocas horas volverán a atravesar las puertas del calabozo, esperando una respuesta, en el mejor de los casos una respuesta positiva.        


CONTINUARÁ...