martes, 29 de octubre de 2013

CLARK EL HOMBRE LOBO.

LA FURIA DE BASTIAN.


El calabozo donde permanecía Ana presa, solo era silencio, al cuidado de Pes y Te nunca le falto nada. Los dos no hablaban claro, de sus bocas solo salían sonidos guturales que rara vez conjugaban algo entendible. Sin embargo, cuando no estaban siendo mandados por los fríos eran muy simpáticos e incluso parecían tener sentimientos. Incluso Mugre que era más arisco parecía obtener un cariño especial por la bella Ana.
Durante seis días no estuvo encadenada y pudo recorrer el castillo de los fríos. El lugar era oscuro y sombrío, repleto de pasadizos y lugares en los cuales se amontonaban grandes capas de polvo. Era un castillo de seis plantas superpuestas de forma circular, conectadas entre sí por escaleras en forma de caracol, las habitaciones no se podían abrir, todas tenían una especie de clave. Pudo ingresar a una ubicada en el sótano, donde se apostaban tres sarcófagos, de madera perfectamente elaborada y lisa, enchapadas en oro, como si no pertenecieran a ese sitio tan polvoriento, en el centro tenían un espacio circular, donde faltaba una pieza. Ana trato de abrir los ataúdes pero fue inútil, definitivamente faltaba una pieza.

Mientras tanto en algún lugar en el bosque de las almas perdidas, los fríos utilizando sus capuchas, incineraban el cuerpo de un miembro de la hermandad, asesinado por Clark. Bastían contemplaba la luna, sus ojos estaban encendidos, inyectados de sangre. Mientras el resto de los fríos se apostaban alrededor de la llamarada que emitía el cuerpo de Bodgan ardiendo.

-     -      ¿Sabes que tenemos que vengarnos? – lo interrumpió Rupert.
-     -      Claro que lo sé.
-    -    Debemos asesinar a su hermana, regresemos al castillo.
-        Su hermana va a morir por mi mano, pero antes va a sufrir, tiene que sufrir, haré que cada parte de su cuerpo duela, la haré llorar hasta secar sus lágrimas, la haré sangrar hasta acabar su sangre; pero quizá lo más importante es que no morirá hasta que Clark la vea y sienta lo que sentimos cuando decapito a Bodgan.   
-        Exacto hermano.
-        Todos empaquen las cosas – Bastían regresó a ver a los demás, por primera vez escucharon su voz más fría y poderosa –, regresaremos al castillo.
   El ataque de Clark había sido certero, los fríos era una hermandad; todos y cada uno de ellos habían permanecido juntos por más de quinientos años, algunos más o menos años. Nunca antes recibieron un golpe tan fuerte, recorrieron el mundo conquistando sin encontrar oponente digno capaz de detenerlos. Un día los lobos se revelaron convirtiéndose en sus peores enemigos. El hecho que un lobo haya asesinado a uno de sus líderes, era su peor derrota. Sorpresivamente Clark supo como matarlo, o mejor dicho su instinto le enseño como hacerlo, perforando su corazón, decapitándolo.

   Loa trolls encerraron a Ana, le explicaron que algo salió mal y se acercaban de regreso al castillo, al menos eso quisieron explicarle, Ana entendió la mitad. Los trolls se disculparon y la dejaron en oscuras, la única luz que entraba era el reflejo pálido de la luna llena. Transcurrieron alrededor de treinta minutos y las puertas del castillo se abrieron de manera abrupta, decenas de pasos rápidos y fuertes penetraron el castillo. Se acercaban al calabozo, Ana sintió miedo y ese temor aumentaba a medida que los pasos se oían más fuerte.
   La puerta fue abierta de un solo golpe, con asombro Ana observó como la cadena se rompía en pedazos y el candado se estampaba en la pared justo encima de la cabeza de Ana. Bastían se notaba molesto, furioso, en su interior sentía como si un volcán fuera a explotar, magma recorriendo su cuerpo, a pesar de la frialdad de su cuerpo.
-        Espero que tu estancia en nuestra ausencia haya sido placentera – dijo en tono seco, se miraba más fuerte que la última vez.
-        ¿Y dónde está Clark y Federico? – la preocupación era difícil de disimular, Ana se llenó de temor y sufrimiento.
-        Ellos digamos que desertaron, pero estas tú.
-        ¿Qué les hicieron?
-        La mejor pregunta es, ¿qué nos hizo él?
-        ¿Él?
-        Si, tu hermano, nunca dijeron que era un hombre lobo. Tal vez quisieron que nos ataquen, nos matara y vendrían a rescatarte, que infantiles… - Bastian hizo una pausa -. Ahora solo queremos venganza.
-        ¿Y Federico? – Ana no podía hablar bien, temblaba pero no del frío, temblaba del miedo y de la incertidumbre.
-        El seguramente murió, estaba en la misma jaula de tu hermano. Esa bestia no reconoce nada, acabo con el primero para después matar a mi hermano Bodgan. Ahora te resumo la situación: tu sufrirás el desborde de mi furia, acabare contigo y dejare que tu hermano vea la luz escaparse de tus ojos – Bastían era un demonio sediento de venganza -. Es una lástima, quería que una delicia como tú se convierta en un miembro de mi hermandad. Sufrirás todo lo que yo sufrí, así que te aconsejo que te prepares.
   Dicho esto Bastian y su sequito salieron, la penumbra nuevamente abrazo a la pobre Ana. No entendía que había pasado, y no le daba miedo ser cruelmente torturada por una hermandad de personas malévolas. Lo que más temor le causaba era la incertidumbre de no saber dónde estaba su hermano y si Federico estaba muerto, o mal herido. Además la soledad y el frío era un factor agregado para aumentar su desolación.

   Bastian al salir ordeno a sus sirvientes los trolls, mantenerla vigilada y no darle nada de alimento. Los trolls lograron hacer un vínculo especial con la bella Ana, pero el miedo que les causaban los fríos no les permitía desobedecerles. Durante años habían visto las atrocidades por ellos cometidas y sabían que eran capaces de hacer cualquier cosa, temían por ellos y por la pobre de Ana. En especial habían visto a los tres, Bastian, Rupert Y Bodgan, y aunque les faltaba uno, no significaba que eso los hiciera menos peligrosos, de hecho la muerte de Bodgan seguramente los hacía más sanguinarios.          

martes, 22 de octubre de 2013

TE CUENTO CUENTOS.

CUANDO EL DIABLO COSECHA UN ALMA.




Primero escuche un extraño golpe en la puerta de mi habitación, alguien se acercaba, lo sentía caminar cauteloso,  las tablas del piso tronaron, parecía acercarse a hurtadillas. Había tenido un día muy agitado y estaba cansado, seguramente era mi imaginación tratando de hacerme alguna broma.  Luego sentí a alguien acercarme a mi oído, susurro algo que no pude entender. Un olor nauseabundo se filtró de algún lado y se sentía como si inundara mi alcoba, después un peso sobre mí, me inmovilizó, como si me hubieran puesto un bulto de piedras.
   A la mañana siguiente, todo estaba normal, seguramente era un mal sueño. Días difíciles eran la antesala perfecta para pesadillas y la presión de mi jefe estaba destrozando mis nervios. Otra vez la noche se acercaba, tome algunos somníferos, una cantidad mínima, necesitaba dormir. Tal como lo planeado me dormí rápidamente, hasta que los sucesos se repitieron, exactamente como sucedieron la noche anterior.
   Quien diría que eso, era solo el comienzo de mi aterrador final. Susurros en mis oídos, hedor repulsivo, puertas y pisos crujiendo, tenía la extraña sensación de que alguien me visitaba en las noches. Miles de somníferos no me hacían ni cosquillas, estaba llegando al límite, a punto de explotar. Debía buscar una solución, pero ir a un loquero no era buena idea si estaba aspirando a la gerencia de la empresa.
   Mi única salida era la medicación, sin embargo parecía que grandes dosis no lograban en mí ni el más mínimo efecto. Hasta que la noche que más temía llegó. Alguien corrió hacía la puerta, esta vez no se molestó en caminar despacio, como en ocasiones pasadas. La puerta se  abrió de golpe, causando un gran estruendo,  desperté sobresaltado, seguramente una ventisca abrió mi cuarto (pensar algo absurdo me generaba una falsa calma). Al menos eso pensé hasta que todo se impregnó de ese horrendo olor a carne podrida y azufre. De repente algo me paralizo, susurraron en mi oído – he venido por lo mío -. Era una voz tenebrosa, fría y de ultratumba, no quise regresar la mirada a dónde provenía, el miedo me gobernó. Un instante de valor y busque con la mirada alrededor, un hombre reposaba en mi puff, de un salto me incorpore y encendí la lámpara, que se ubicaba en la mesa de noche. Un hombre delgado me miraba fijamente, su mirada era glacial, su rostro inexpresivo.
-        He venido por lo mío -. Dijo nuevamente, se levantó de su asiento, alto delgado y casi que cadavérico, su rostro y cuerpo eran de color rojo escarlata. Camino hacia mí sin dejar de verme, puso su mano izquierda sobre mi cuello; estaba fría y rasposa, sonrió y sus dientes eran amarillos y torcidos – no has escuchado, vengo por lo mío.
-        Qué… qué… qué… es lo mi… - no podía hablar, estaba completamente asustado.
-        Que patético, miras al demonio y tiemblas como un niño – el demonio, creó que no escuche bien, mis nervios estaban descontrolados -. Te explicare, hace años tu padre… un importante comerciante de la región, me vendió tu alma a cambio de yo convertirte en un distinguido empresario, o qué otra explicación le das a tu brillante ascenso siendo víctima de bullying toda tu niñez y adolescencia.
-        No… no es posible.
-        Te di lo que querías, hoy te ascendieron, quiero mi alma.
-        Yo no pedí esto – mi voz no podía ser más frágil, el diablo estaba frente a mí pidiendo mi alma, ofrecida por mi padre en su desespero por hacer que su hijo surja, y sea un hombre importante y respetado.
-        Lo siento niño, tu alma ahora me pertenece.
Su mano fría dejo de apretar mi cuello, subió por mi mandíbula estacionándose en mi labio inferior, sus uñas eran largas y filosas. Con extremada fuerza apretó mis dientes y mi mentón, abriendo mi boca, luego su mano descendió por el interior de mis fauces, su brazo fue penetrándome poco a poco, él se desvaneció, se materializó en humo negro y blanco, hasta ingresar todo por mi boca. Algo me carcomía, me devoraba por dentro, quería gritar pero mis fuerzas se desvanecían, las energías se me acababan, el oxígeno no llegaba a mi cerebro, la vida se me iba tan despacio, que podía percibir como se me iban los sentidos uno por uno.
Ahora soy un muerto viviente, no tengo alma, no siento nada, no puedo amar, reír, llorar, cantar, mi cuerpo no se calienta, permanece frío como un iceberg, no duermo y enormes ojeras como mapache rodean mis pálidos ojos. El demonio se llevó mi alma, aunque mi cuerpo sigue aquí, es un avión sin piloto, únicamente utiliza el piloto automático. Vago en las calles. Mi padre quiso un mejor futuro para su hijo, desesperadamente no confió en las capacidades de su hijo, y le entregó mi vida, al ser equivocado.          


martes, 8 de octubre de 2013

CLARK EL HOMBRE LOBO

WILLIAM BLADE.



Clark despertó confundido, un mar de pensamientos borrosos cruzaban su cabeza, su ropa estaba desgarrada y sangre que no era suya cubría su cuerpo. Miró sus manos y quiso recordar lo sucedido, dónde había quedado Federico, si es que estaba vivo, o tal vez lo asesinó. Era como si se hubiera emborrachado la noche anterior y ahora estuviera con lagunas mentales, por más que cavilaba ningún pensamiento llegó a él. Por fin se calmo y se recostó en la cama -, ¿una cama?, ¿dónde estoy?, ¿Cómo llegue aquí? -. Su desasosiego regreso, se convirtió en un monstruo, ya no era el debilucho Clark, ahora era el monstruo Clark, ahora era Clark el hombre lobo.

-       Vaya despertaste, te traía tu desayuno – un hombre de risos dorados entró en la habitación donde estaba Clark.
-       ¿Quién es usted? – espetó Clark, quién era ese hombre que lo saludaba y sonreía.
-       Mi nombre es Anton Lei, el señor William quiere que desayune se duche y lo espera en el salón principal, aquí le traigo ropa nueva señor – el joven estaba desconcertado, preguntándose si ese joven no sentía miedo al hablarle a un hombre que tenía su cuerpo cubierto de sangre.
-       ¿Qué me paso? – seguramente si aquel personaje no sentía miedo, conocía que le sucedió a Clark.
-       El señor William le explicará todo… con su permiso – Anton hizo una reverencia y salió.

   Clark se fijó en lo lujoso del lugar en el que se encontraba, vigas con perfectos acabados, su cama acolchada y espaciosa, cortinas de seda y una vista envidiable, montañas y arboles cobijados por un sol amarillo y radiante. Calrk pensó estar en un sueño, tanta belleza no podía ser real, seguramente murió y se acercaba al cielo a expiar sus culpas.
   Contiguo a la habitación se encontraba el baño, una tina llena de agua caliente lo esperaba, inquieto se despojó de las pocas prendas intactas que tenía y se metió, sintió el calor resucitante  que subía por sus piernas, calentando su cuerpo y finalmente llegando a la cabeza. Al terminar de asearse se colocó las prendas que Anton le dejo: botas de cuero, pantalones ajustados, camisa de manga larga y chaleco. Salió de la habitación, la maravilla del lugar fue insuperable, pisos brillantes como espejos, donde la luz nunca era ausente, ventanales enormes que brindaban la mejor de las vistas a los ojos. Recorrió el pasillo, alcobas alrededor y cuadros de hombres de elegante porte, finalmente llegó a las escaleras que descendían en forma de caracol, hasta reposar en el salón de recepción, a la izquierda se ubicaba una puerta enorme donde estaban dibujados lobos, iluminados por una luna llena, redonda y plateada. Un momento de silencio y el estrépito de la puerta al ser abierta lo regreso en sí.
   Un hombre de cabello largo, negro y ondulado, ondeando con firmeza al son de sus pasos firmes y arrogantes, su rostro estaba cubierto por una barba que cubría su cuello, y penetrantes ojos negros, nariz ganchuda, su rostro era frío y blanco.

-       Hola amigo – sonrió, posteriormente hizo un ademán con la mano e invitó a Clark que lo siga, el joven temeroso lo siguió como si fuera víctima de un encantamiento.
Los dos ingresaron a otro salón circular, rodeado de sillas y muchos hombres de aspecto bravo y fierro, algunos eran jóvenes, pero la mayoría eran viejos, sin embargo, eran fuertes y parecían estar muy sanos. Bebían cerveza y reían a borbotones. Cuando Clark ingresó todos clavaron su mirada en él.
-       Mis hermanos – dijo el de cabello y barba negra, alzando la voz, todos dejaron de reír y de beber para ponerle atención, luego todos pusieron su mano echa puño en el hombro izquierdo, adoptaron posición de semiarrodillado, agachando la cabeza. Clark entendió que aquel hombre, era respetable y seguramente su rey o algo por el estilo.
-       Quisiera que todos le demos la calidad bienvenida a un nuevo hermano – señalo con su mano derecha a Clark, nadie dijo nada.
-       Yo no soy su hermano – dijo Clark.
-       Claro que sí, eres uno de nosotros, eres un hombre lobo – imposible, todos los hombres ahí reunidos era como Clark, hombres lobo.
-       ¿Cómo… cómo…? – Clark quedo petrificado, no podían existir tantas personas como él.
-       No hay por qué avergonzarte, soy William Blade  y aquí tienes a los hombres de una raza fuerte y luchadora a tu servicio.
-       Si son lobos ¿Por qué no les asusta que estemos en luna llena?
-       Porque aún quedan unas horas antes que anochezca, además tenemos el mejor lugar para evitar hacer daños.
-       Explícate.
-       De acuerdo sígueme – en el salón se encontraba una puerta subterránea, al abrirla, gradas estrechas conducían a un cuarto oscuro, muy diferente a los que se acostumbró a ver en aquel sitio. Habitaciones como en las que Phillip se escondía cada luna llena lo recibieron, cadenas gruesas y candados enormes flanqueados a lado y lado.
-       Mira aquí nos encerramos cada noche de luna llena, cadenas de plata nos restan la fuerza.
-       Y si es así, ¿quién encadena al último que quede sin cadenas?
-       Nuestros sirvientes.
-       ¿Sirvientes?
-       Demos un paseo – Clark caminó al lado de William, el hombre caminaba como si fuera militar  -. Yo era un hombre millonario y solitario que adoraba salir de noche, Un día tuve un desafortunado percance con un hombre lobo, el me mordió, así fue como me convertí en uno. Con el paso de los meses y años, note el daño que hacía, y me dedique a buscar formas para que unos como yo, no cometan mis mismos errores. Este castillo se levantó con el sudor de mis leales sirvientes  que decidieron seguir conmigo a pesar de saber quién era, y claro está mi sudor también. He dedicado mi vida a encontrar personas como yo, les he dado abrigo, comida y protección, con el paso del tiempo nos convertimos en una hermandad, y lo mejor del caso es que podemos hacer nuestras vidas de la manera más normal posible.
-       ¿Qué es normal?
-       Tener nuestras familias, casarnos, tener hijos.
-       ¿Quién se metería con nosotros?
-       Las mujeres no se convertirán jamás en lobos, si se las llegase a morder, simplemente morirían.
-       Qué alivio.
-       Ellas acá son sirvientes, esposas o hijas, pero siempre normales.

   Después de recorrer el calabozo y examinar sus habitaciones, William y Clark regresaron al salón principal al lado de los demás. Sin embargo, Clark seguía lleno de dudas, que sería de su vida de ahora en adelante.

-        ¿Cómo me encontraron?
-       En realidad Anton, uno de mis más fieles sirvientes te encontró, nos avisó y te trajimos hasta nuestro refugio.
-       ¿Cómo supieron que yo era lobo?
-       Preguntas mucho, niño mal agradecido – habló un hombre de aspecto senil pero muy fuerte, su rostro redondo, con grandes entradas y escasos cabellos blancos le daban un toque de hombre sabio.
-       Déjalo Agustín, está lleno de dudas, a la mayoría nos ha pasado.
-       Como digas – Agustín regreso a su puesto refunfuñando.
-       Veras Agustín tiene un privilegiado poder, el al tocar la cabeza de alguien sabe todo, de una persona… nos dijo que te había pasado y como escapaste de los malditos no muertos – con tanta preocupación a Clark se le había olvidado su hermana.
-       ¡Ana!, tengo que irme.
-       Cálmate, iras a un suicidio si no enfrías tu cabeza.
-       Estamos hablando…
-       Se de quien hablamos – lo interrumpió William -. Te propongo un trato.
-       No entiendo -. Clark estaba muy confundido.
-       Veras hace años que nosotros y esos malditos no muertos estamos en guerra. Ellos quisieron gobernarnos, de hecho usan lobos como mascotas, antes éramos nosotros sus mascotas. Un día el gran garra de plata, un poderoso licántropo los desterró, inclinó la balanza a nuestro favor, los hizo retroceder, estuvo a punto de vencerlos, fue cuando ellos unieron fuerzas con las brujas del norte e hicieron impenetrable su bosque, llevándose nuestras riquezas y nuestras mujeres. Nuestra raza ha intentado por años penetrar al bosque de las almas perdidas, logrando simplemente convertirnos en espectros de su bosque – William tomo aire, pidió agua y siguió su relato -. Los no muertos son infernales, tienen un deseo enfermizo por la sangre, el oro  y las mujeres bellas. Mi esposa me fue robada por ese maldito de Bastían, la hija del buen Agustín, incluso la gran Garra de Plata sucumbió al ser despojado de su bella hermana – la puerta se abrió, una hermosa mujer de ojos azules y cabello corto ingreso con un gran vaso de agua, se lo entregó a William y salió, diciendo solamente el saludo.
-       No puedo dejar a mi hermana.
-       Espera Clark, no has entendido, no había opción de penetrar sus fortalezas, no había hasta ahora. Tú recorriste el único sendero no maldito del bosque, los no muertos son los únicos que lo conocen.
-       Si lo recorrí, pero no lo recuerdo, además siempre viajábamos de noche.
-       Afortunadamente para nosotros…- William bebió agua copiosamente, hasta terminar toda -. Es una de las maravillas del poder de Agustín, puede ver todo lo que guarda tu mente, consciente o inconsciente, tu puedes no recordar el camino, pero tu cerebro lo guardó muy bien, además cuando te transformaste, seguiste los pasos correctos sin saberlo, de lo contrario habrías muerto.
-       Así querido joven – intervino un hombre de piel morena alto y musculoso -. Agustín vio un sendero y yo lo plasme en un mapa.
-       ¿Y qué esperamos, por qué no atacamos ya?
-       Aun no amigo Clark, tenemos que idear un plan de ataque.
-       Tardaríamos mucho.
-       No te preocupes, Bastían no matara a tu hermana todavía.
-       ¿Cómo estas tan seguro?
-       Tú asesinaste a Bodgan, los no muertos son vengativos. Bastían te vió asesinar a su hermano, te aseguró que su último deseo es que tu mires como mata a tu hermana, algo así como ojo por ojo.
-       Por eso debemos ir ahora mismo.
-       Que la rabia no te haga perder la razón, mira ya casi es luna llena, solo seriamos monstruos sin control, nunca lograríamos nuestro objetivo – William hablaba pausado pero firme, sus palabras retumbaban y Clark se quedaba sin argumentos para protestar, finalmente se dio por vencido y aceptó no ir al ataque.
-       Señor ya casi es luna llena – dijo un hombre de piel blanca y pecosa, lleno de abundante pelo rojo en la cara.
-       Lo olvidaba es hora de descansar.

Todos bajaron hacia el calabozo en el sótano del castillo, Clark se recostó en una cama fría y dura, luego fue atado, las cadenas eran pesadas y se sentía débil. El pálido brillo de la luna lo hipnotizaba, sentía furia crecer en su interior, su piel comenzó a arder, quiso arrancársela con las manos pero fue imposible. Lo último que vio fue unas personas que lo ataban, después todo fue borroso. Un aullido atravesó el lugar cortando el silencio de manera abrupta, luego todo volvió a ser paz y tranquilidad.