domingo, 23 de junio de 2013

SUPERHÉROES.

UNA REUNIÓN DE JUSTICIA.


Una noche,  caminaba por las oscuras calles de mi ciudad, en medio de la tranquilidad, que ofrecen los árboles ondeantes por el viento, y el ulular de los búhos. La llovizna indecisa, en si caer en un fuerte aguacero o simplemente mojar las calles con su lento precipitar. Debo decir que es mi favorita, es una especie de liberación, con un baño celestial.
   Fue imposible, en mí andar tranquilo, no notar aquel hombre que aterrizo a escasos metros delante de donde yo estaba. En mi despertó un instinto detectivesco, porque corrí a esconderme detrás de un roble, para poder divisar el acontecimiento. El hombre de capa roja y traje azul, inspeccionó el lugar, después de cerciorarse, que no había moros en la costa, desapareció. Sobe  con fuerza mis ojos, en un segundo lo tenía en mi radar visual, al otro desapareció. Cautelosamente como un gato, acechando a su presa, me acerque al lugar donde segundos atrás, estaba un hombre parado. No llegue hasta ahí, y un nuevo personaje apareció. Este era un poco menos notorio, usaba grandes lentes, su cabello engominado peinado de lado, ropa elegante con saco y corbata y un portafolio en su mano derecha.
   Ahora era más cauteloso, caminó lentamente erguido y mirando al frente. Debo decir que en ese momento, mi curiosidad ya estaba al límite, la adrenalina segregada, mantenía mi corazón en frenesí, pum pum. Sin embargo, ya no existía vuelta de hoja, estaba decidido a seguirlo. Al cabo de unos metros un hombre, también vestido con corbata, de cabello negro y rostro blanco, no tenía la apariencia de nerd del otro, lo esperaba. Estrecharon sus manos y se dieron un abrazo de amigos, no sé qué se dijeron, pero los dos sonreían. Se acercaron a un Audi A3 sedan, negro metalizado, toda una obra automovilística. Guardaron el portafolio en el baúl, y se sentaron en una banca a charlar, aunque uno miraba el reloj, mientras que el de gafas movía su pie impaciente, era como si estuvieran esperando alguien, con mucho afán.
   Aproveche el momento para moverme sigilosamente, quería acercarme al auto. El de gafas parecía estar con parabólicas, medio toque una rama y el regreso a ver. Si poseía un súper oído, era cuestión de tiempo para que me descubra, afortunadamente el viento estaba a mi favor, porque una jauría de gatos pasó por donde yo estaba, y el de gafas se tranquilizó. Era difícil ser silencioso, con alguien que parecía oír, hasta el caer de una aguja en un colchón. Afortunadamente los gatos, el viento y mi cautela, me permitieron llegar al coche. Mi siguiente misión era subirme al baúl.
   No fue difícil subirme, el baúl no estaba cerrado completamente. Ahora únicamente tenía que crear una distracción, algo que dirija las parabólicas del engominado hacía otro lado. Me mantuve quieto como estatua, respirando lento, cualquier movimiento e iba a ser descubierto. Los gatos ya no estaban cerca, el viento no era tan fuerte. Debía buscar una solución rápida. Inesperadamente el milagro se dio. Una moto a toda velocidad hizo el ruido necesario, para yo poder abrir el baúl y subirme al auto. Fueron diez o tal vez quince segundos, entre el momento de abrir el auto y subirme. En la oscuridad en la que me sumergí, pude oír a alguien que bajaba de una moto y los saludaba, pude escuchar que al de la moto le decían Queen.
   Finalmente el carro arrancó. No sabía por dónde íbamos. A juzgar por el movimiento y el ruido, parecía una carretera sin pavimentar. Los ocupantes del vehículo hablaban mucho, pero no podía captar ni una palabra de lo que decían,  por el traquetear del carro y el ruido de la moto del tal Queen, que venía al lado de ellos. Mi visión ya acostumbrada a la oscuridad me permitió escarbar,  obtuve el maletín en mis manos, aunque era imposible de abrir. Era de esos modernos que piden huella y retina, para poder ser abiertos. Ahora me sentía tan estúpido, metido en un baúl oscuro, sin poder salirme y con un maletín que no se puede abrir.
   Trascurrieron unos cuarenta minutos de viaje y el vehículo se detuvo. Los dos se bajaron, no sabía que pasaba, de repente abrieron el baúl, alguien introdujo una mano buscando el maletín, yo encontré un destornillador, antes de que cierren la puerta, pude colocarlo, así podía salir del carro. Mi plan funcionó, baje con cautela, luego de no sentirlos cerca. Afortunadamente en el piso, quedaron grabadas sus huellas, las seguí. Ellas me llevaron a una cueva, rustica y cubierta de musgo, adentro estaba oscuro,  húmedo y frío. Con pasos lentos y tanteando el terreno con mi mano, encontré una piedra que se hundía, algo sonó, como si se abrieran dos puertas. Me dirigí hasta dónde provenía el ruido y caí en un hueco, profundo. Después me encontraba en un piso embaldosado, un lugar iluminado muy diferente a la triste cueva. Atravesé pasillos, las voces y risas me conducían a donde debía ir.
   Llegue a una habitación, cerrada con llave. De ahí venía el ruido, tenía que entrar. Me infiltre por un conducto del aire acondicionado, estaba estrecho pero no importaba con tal de mirar la reunión que  se llevaba a cabo. Cuando por fin pude llegar al sitio para verlos, me encontré con un espectáculo sin igual. Un hombre de capucha negra y capa, bebía cerveza al lado de otro con arco vestido de verde. El de gafas nuevamente se colocó su traje azul de capa roja, se disponía a jugar pim pom con otro de traje rojo y un rayo dibujado en su pecho. El juego no pude verlo, se movían a una velocidad impresionante. Un hombre de verde jugaba cartas con un hombre y una mujer disfrazadas de halcón y una hermosa mujer de cabello negro y con poca ropa. Era una reunión de superhéroes en un salón de juegos.    
   El maletín reposaba en la mesa central, era como la mesa redonda, de los caballeros del rey Arturo. Un ruido metálico interrumpió  el jolgorio, el silencio provino después del sonido escuchado. Un hombre vestido con gabán negro, con el cabello largo y gafas negras cubriendo sus ojos, entró al salón. No era impresionante que use gabán, era impresionante que al quitarse el gabán, la peluca y gafas un hombre verde quedo al descubierto, si un hombre verde. Usaba capa, estúpidos calzoncillos y botas, todo de color azul, el resto verde, parecía  Hulk, solo que no tan grande, sin cabello y sin cejas, de extraños ojos rojos, que miraban fijamente a todos los presentes.
   Después el de capa roja le entregó el maletín, el extraterrestre. Sí, estoy seguro que es extraterrestre, ¿cuántas personas verdes conoces? Él tomó el portafolio, lo colocó sobre la mesa, puso sus índices, al lado y lado, una luz roja titiló, luego fue verde. Ahora el marciano cogió el maletín con sus dos manos y lo acercó a sus ojos, otra vez una luz roja titiló, y guala una nueva luz verde se encendió. Lo puso sobre la mesa y este se abrió, un gran secreto se ocultaba ahí. Yo estaba a punto de descubrir que era.

CONTINUARÁ...

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