UNA REUNIÓN DE JUSTICIA.
Una noche, caminaba
por las oscuras calles de mi ciudad, en medio de la tranquilidad, que ofrecen
los árboles ondeantes por el viento, y el ulular de los búhos. La llovizna
indecisa, en si caer en un fuerte aguacero o simplemente mojar las calles con
su lento precipitar. Debo decir que es mi favorita, es una especie de
liberación, con un baño celestial.
Fue imposible, en mí andar tranquilo, no notar aquel hombre
que aterrizo a escasos metros delante de donde yo estaba. En mi despertó un
instinto detectivesco, porque corrí a esconderme detrás de un roble, para poder
divisar el acontecimiento. El hombre de capa roja y traje azul, inspeccionó el
lugar, después de cerciorarse, que no había moros en la costa, desapareció.
Sobe con fuerza mis ojos, en un segundo
lo tenía en mi radar visual, al otro desapareció. Cautelosamente como un gato,
acechando a su presa, me acerque al lugar donde segundos atrás, estaba un
hombre parado. No llegue hasta ahí, y un nuevo personaje apareció. Este era un
poco menos notorio, usaba grandes lentes, su cabello engominado peinado de
lado, ropa elegante con saco y corbata y un portafolio en su mano derecha.
Ahora era más cauteloso, caminó lentamente erguido y mirando
al frente. Debo decir que en ese momento, mi curiosidad ya estaba al límite, la
adrenalina segregada, mantenía mi corazón en frenesí, pum pum. Sin embargo, ya
no existía vuelta de hoja, estaba decidido a seguirlo. Al cabo de unos metros
un hombre, también vestido con corbata, de cabello negro y rostro blanco, no
tenía la apariencia de nerd del otro, lo esperaba. Estrecharon sus manos y se
dieron un abrazo de amigos, no sé qué se dijeron, pero los dos sonreían. Se
acercaron a un Audi A3 sedan, negro metalizado, toda una obra automovilística. Guardaron el portafolio en el baúl, y se sentaron en una banca a charlar,
aunque uno miraba el reloj, mientras que el de gafas movía su pie impaciente,
era como si estuvieran esperando alguien, con mucho afán.
Aproveche el momento para moverme sigilosamente, quería
acercarme al auto. El de gafas parecía estar con parabólicas, medio toque una
rama y el regreso a ver. Si poseía un súper oído, era cuestión de tiempo para
que me descubra, afortunadamente el viento estaba a mi favor, porque una jauría
de gatos pasó por donde yo estaba, y el de gafas se tranquilizó. Era difícil
ser silencioso, con alguien que parecía oír, hasta el caer de una aguja en un
colchón. Afortunadamente los gatos, el viento y mi cautela, me permitieron
llegar al coche. Mi siguiente misión era subirme al baúl.
No fue difícil subirme, el baúl no estaba cerrado
completamente. Ahora únicamente tenía que crear una distracción, algo que
dirija las parabólicas del engominado hacía otro lado. Me mantuve quieto como
estatua, respirando lento, cualquier movimiento e iba a ser descubierto. Los
gatos ya no estaban cerca, el viento no era tan fuerte. Debía buscar una
solución rápida. Inesperadamente el milagro se dio. Una moto a toda velocidad
hizo el ruido necesario, para yo poder abrir el baúl y subirme al auto. Fueron
diez o tal vez quince segundos, entre el momento de abrir el auto y subirme. En
la oscuridad en la que me sumergí, pude oír a alguien que bajaba de una moto y
los saludaba, pude escuchar que al de la moto le decían Queen.
Finalmente el carro arrancó. No sabía por dónde íbamos. A
juzgar por el movimiento y el ruido, parecía una carretera sin pavimentar. Los
ocupantes del vehículo hablaban mucho, pero no podía captar ni una palabra de
lo que decían, por el traquetear del
carro y el ruido de la moto del tal Queen, que venía al lado de ellos. Mi
visión ya acostumbrada a la oscuridad me permitió escarbar, obtuve el maletín en mis manos, aunque era
imposible de abrir. Era de esos modernos que piden huella y retina, para poder
ser abiertos. Ahora me sentía tan estúpido, metido en un baúl oscuro, sin poder
salirme y con un maletín que no se puede abrir.
Trascurrieron unos cuarenta minutos de viaje y el vehículo
se detuvo. Los dos se bajaron, no sabía que pasaba, de repente abrieron el
baúl, alguien introdujo una mano buscando el maletín, yo encontré un
destornillador, antes de que cierren la puerta, pude colocarlo, así podía salir
del carro. Mi plan funcionó, baje con cautela, luego de no sentirlos cerca.
Afortunadamente en el piso, quedaron grabadas sus huellas, las seguí. Ellas me
llevaron a una cueva, rustica y cubierta de musgo, adentro estaba oscuro, húmedo y frío. Con pasos lentos y tanteando
el terreno con mi mano, encontré una piedra que se hundía, algo sonó, como si
se abrieran dos puertas. Me dirigí hasta dónde provenía el ruido y caí en un
hueco, profundo. Después me encontraba en un piso embaldosado, un lugar
iluminado muy diferente a la triste cueva. Atravesé pasillos, las voces y risas
me conducían a donde debía ir.
Llegue a una habitación, cerrada con llave. De ahí venía el
ruido, tenía que entrar. Me infiltre por un conducto del aire acondicionado,
estaba estrecho pero no importaba con tal de mirar la reunión que se llevaba a cabo. Cuando por fin pude llegar
al sitio para verlos, me encontré con un espectáculo sin igual. Un hombre de
capucha negra y capa, bebía cerveza al lado de otro con arco vestido de verde.
El de gafas nuevamente se colocó su traje azul de capa roja, se disponía a
jugar pim pom con otro de traje rojo y un rayo dibujado en su pecho. El juego
no pude verlo, se movían a una velocidad impresionante. Un hombre de verde
jugaba cartas con un hombre y una mujer disfrazadas de halcón y una hermosa
mujer de cabello negro y con poca ropa. Era una reunión de superhéroes en un salón de juegos.
El maletín reposaba en la mesa central, era como la mesa
redonda, de los caballeros del rey Arturo. Un ruido metálico interrumpió el
jolgorio, el silencio provino después del sonido escuchado. Un hombre vestido
con gabán negro, con el cabello largo y gafas negras cubriendo sus ojos, entró
al salón. No era impresionante que use gabán, era impresionante que al quitarse
el gabán, la peluca y gafas un hombre verde quedo al descubierto, si un hombre
verde. Usaba capa, estúpidos calzoncillos y botas, todo de color azul, el resto
verde, parecía Hulk, solo que no tan
grande, sin cabello y sin cejas, de extraños ojos rojos, que miraban fijamente
a todos los presentes.
Después el de capa roja le entregó el maletín, el extraterrestre.
Sí, estoy seguro que es extraterrestre, ¿cuántas personas verdes conoces? Él tomó
el portafolio, lo colocó sobre la mesa, puso sus índices, al lado y lado, una
luz roja titiló, luego fue verde. Ahora el marciano cogió el maletín con sus
dos manos y lo acercó a sus ojos, otra vez una luz roja titiló, y guala una
nueva luz verde se encendió. Lo puso sobre la mesa y este se abrió, un gran
secreto se ocultaba ahí. Yo estaba a punto de descubrir que era.
CONTINUARÁ...
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