sábado, 15 de junio de 2013

TE CUENTO CUENTOS.

DOS ALMAS.

En alguna ocasión, hace muchos siglos atrás, un demonio decidió escapar de su hogar (si es que al infierno se le puede llamar hogar). Era un demonio perverso, malvado, siniestro, iba por ahí haciendo travesuras y causando muchos estragos. Enveneno el agua y muchos animales murieron al beberla, desató plagas que acabaron con los cultivos, libero neumonías, infecciones urinarias, crueles enfermedades que mataron bastantes personas. No tenía compasión, no le importaba nada ni nadie.
   No obstante, el universo extraño, conspiró. Ese mismo día. Una bella dama escapó del cielo, era celestial, simpática, bondadosa, compasiva y muy hermosa. Seguramente era el ángel más bello que existía. Aburrida de la monotonía del cielo y su infinita paz, sin emoción ni aventura. Fue en busca de algo nuevo, yendo en contra de todo reglamento divino. Al ver las calamidades causadas por el demonio, ella lucho por remediarlas, curando a los enfermos, alejando las plagas de los cultivos, limpiando las aguas envenenadas. Todo lo que hizo fue en contra del despiadado ser del inframundo.
   El demonio al ver que sus planes macabros, se venían al piso, decidió investigar quien era su contrincante, para posteriormente sacarlo de camino. Vaya sorpresa se llevó, cuando vio a esa doncella, quien poseía un rostro blanco y espiritual, ojos miel brillantes como el sol, sonrisa encantadora, de esas que enamoran a cualquiera, vestida de blanco y dos hermosas alas de cisne desplegándose con todo su esplendor. El demonio no podía dar crédito a tanta belleza y quedo enamorado de inmediato. Él de rostro brusco y hosco, de cabello largo y dos cuernos pequeños en su despejada frente, quedo idiotizado con tal belleza angelical.   
   Poco a poco se fueron conociendo más y más. De pronto sea verdad, aquel refrán que dice, que el amor todo lo puede cambiar. El demonio dejo de ser perverso. En  su afán por enamorar a la linda belleza caída del cielo, olvido su esencia, ya no era malo, le causaba tanta felicidad estar al lado de ella, que ya no necesitaba hacer nada más para ser feliz. Sus encuentros clandestinos se hicieron rutina. Se miraban, pasaban juntos horas y horas, al final del día regresaban a sus hogares.
   Un día de juego en juego, dejaron que la tentación los gobierne, un beso se sumó a otro beso, una caricia los llevo a otra caricia. Victimas del desenfreno hicieron el amor. Fue algo espiritual, mágico, ambos se conectaron, las terminaciones nerviosas de él se extendieron hasta las de ella, y viceversa. Amarse era un pecado por venir de mundos diferentes, pero esto solo dejaba claro que el amor, es amor, no importa clase social, raza y en este caso no importaba ser la versión amorosa del ying yang. El bien y el mal, juntos en un solo sentir.
   Un día el ángel sintió nauseas, se sintió inflada, en su interior crecía un ser, fruto del amor de dos personas, pero que venían de mundos diferentes. El demonio y el ángel, decidieron escapar, irse juntos. Sin embargo, fue imposible. En el cielo se desataba la hecatombe. Ese niño no podía nacer en el cielo, sería un crimen. En el infierno no fue diferente el asunto, solo que  más cruel. Quémelo, asesínenlo, maten a la madre y al bebe. Pero el demonio estaba enamorado y no permitiría que algo malo le sucediera a su mujer o a su bebe.
   
   Soy un fiel creyente de que las cosas pasan por algo. Por esos días en un reino, repleto de armonía. El rey y la reina vivían un dilema. Casados hace años no habían podido tener un hijo, intentaron de todo, nada funcionó. Su felicidad no era plena. El demonio escucho su tragedia, y he aquí lo irónico de la situación, un demonio preocupado por el bienestar de dos seres insignificantes para él. Expuso su plan a su amor. Obviamente ella no lo tomo de buena gana, y la pregunta es quién tomaría de buen agrado, regalar a su propio hijo (exceptuando a las madres desnaturalizadas). No obstante era la única salida posible. En el infierno la iban a quemar y despojar a la fuerza de su hijo. En el cielo, le ofrecían algo similar a regalarlo, la diferencia era que lo dejarían botado, hasta que alguien se apiade y lo recoja. El amor puede ser cruel, una familia crecía como la marea al llegar la noche, y el destino cruel se encargaba de derivarla como un castillo de arena al ser pisado.
   No había vuelta de hoja, era un amor imposible. Pasaron los nueve meses, ella acompañada de su amor, dio a luz a un hermoso niño, de alrededor de tres kilos y medio, gordo y rebosante de salud. Los dos lo vieron como ese pedazo de esperanza y vida, había nacido un hombre que cambiaría el mundo. Una mañana clara y soleada, se acercaron al balcón de la habitación del rey y la reina, dejaron al bebe de crespos negros, ojos miel como la madre, regordete y de cachetes rosados como el papá. Tocaron tres veces la puerta, se alejaron, pero sin perder detalle. Cuando la puerta se abrió, la reina tomo al niño en sus brazos y lágrimas escaparon de sus ojos. El rey cubrió con sus enormes brazos a ambos, entonces el demonio y el ángel, supieron que tomaron una buena decisión.
  
   Los dolores no terminaban ahí. Ahora llegaba el doloroso final de este hermoso amor. El demonio fue severamente castigado, encadenado en la peor de las prisiones del infierno, custodiado por feroces demonios de muy mal carácter. El ángel, no fue ajena al castigo. Fue encerada en una prisión, menos triste y desoladora que la del demonio, pero no dejaba de ser prisión. Era un calvario alejados de su verdadero amor y dejando su hijo al cuidado de otros. Cuenta la historia que aquel día el mundo perdió su brillo y se nublo. Las lágrimas de la doncella celestial, inundaron el mundo. Y los lamentos del demonio desdichado, lo  hicieron temblar. Hoy dicen que cada vez que llueve, es el ángel que recuerda a sus dos grandes amores, alejados a la fuerza. Y cuando hay temblores o terremotos, es el sufrimiento incontenible de aquel demonio, que aprendió lo duro del amor.
   Con el paso de los años, Vince (hijo del demonio y el ángel), creció ignorando de dónde provenía, incluso sus padres también ignoraban su origen. Vince fue educado por los principios de sus padres adoptivos. Era un joven respetable, bondadoso y valiente, cuidaba a los necesitados y brindaba ayuda. Todo anticipaba a que el reino, cuando su rey ya no este, sería bien dirigido por Vince.
   Finalmente llegó el día. El rey envejeció y falleció. Vince conoció meses atrás a una mujer digna de su respetable humanidad. Una princesa de un pueblo cercano, con cualidades igual de impresionantes a los de Vince. Se unieron en sagrado matrimonio, el rey y la reina ya tenían sucesores. El rey pudo morir en paz, con una vida plena, un reino bien gobernado, una fiel esposa y un hijo increíble. Supongo que es como todo ser humano quiere morir.
   Vince y Caila se casaron, posteriormente fueron coronados rey y reina del reino de Esplendor. Todo fue armonía durante muchos años. Sin embargo, un oscuro secreto estaba por revelarse. Vince tenía un lado bueno, por eso era un rey de increíble honor. Pero también poseía un lado negro, que estaba a punto de estallar. En batallas no tenía piedad de sus rivales, su sed de sangre y destruir lo poseía, no podía parar hasta acabar con sus enemigos. Después de cada batalla, el furor desvanecía, y el dolor de cada vida tomada a lo fuerza lo destruía por dentro.
   La lucha constante, entre el lado bueno y el malo de Vince, lo estaba destruyendo por pocos. Era hora de hacer algo al respecto, salió de su casa, únicamente contándole a donde iba a su esposa. Tomo su mejor barco y partió rumbo a Asia, después navegó rumbo a Europa, América también fue epicentro de sus visitas, hasta finalmente llegar a África. De rumor en rumor, localizó un templo al filo del Nilo. Un monje ahí lo esperaba, como si supiera que iba a ir. Estaba rapado totalmente, de rostro cetrino y ojos profundos y negros. Vestido con túnica blanca y paz en su interior. Sabía a qué fue Vince, le contó su origen, cómo lo supo, pues quién sabe. Al principio fue una historia absurda, increíble; no obstante fue adoptando un grado alto de credibilidad, cuando el monje daba datos más exactos.
   La solución era simple. En el alma de Vince, convivían dos seres. Aquel descendiente de un ángel, lleno de amor y bondad. Y una parte del demonio, la malvada y despiadada. El problema se supera al dividir las dos almas. Un hombre de rizos negros rostro pálido, ojos miel, fuerte y bondadoso, regreso a Esplendor. Un hombre de aspecto hosco, ojos negros, cabellos desordenados y alma corrompida, vago por el mundo en busca de su lugar.
  Las cosas funcionaron bien, el rey cruel ya no existía, el reino iba hacía la gloria. Sin embargo, el rey empezó a sufrir de una cruel enfermedad, ningún médico del reino o reinos cercanos, supieron que padecía. La fiebre lo envolvía y comenzaba a delirar. Afecciones respiratorias no se hicieron esperar y dolor generalizado del cuerpo, se presentaba constantemente. Caila no sabía que hacer, tenía que encontrar una cura. Descubrió que los dolores iniciaron con su viaje, y ella fue rumbo al Nilo.
   El monje le explicó que, las dos almas debían estar juntas, o de lo contrario morirían. Cómo hacerlo. El monje tomó una roca del suelo, rezo algunas frases en voz baja y en idioma desconocido, la bañó con el agua del Nilo. Se la entregó a la reina Caila. Las indicaciones eran claras, buscar la parte maligna, apuñalarla con la piedra. En ella quedaría encerrada el alma maligna. Luego debería unirse a la parte buena. Nunca deben volverse a separar, pero de esa manera; la parte maligna no volverá a dominar la verdadera esencia del rey Vince.
  El viaje de Caila, la llevo hasta una cueva en un alejado lugar de España. Atrás solo devastación y destrucción, el rastro perfecto de un demonio. Al encontrarlo, agonizando sobre el suelo frío. En igual estado de Vince. Fue fácil para Caila enterrarle la piedra en el corazón. Después de un grito estridente, la parte maligna desapareció. Ahora estaba encerrada en la piedra. Sin embargo, debía apresurarse, el tiempo de Vince se terminaba. Debía unir lo más pronto posible las dos partes, para que vuelvan a formar un solo ser.
   Así Caila colocó la piedra en una bolsa, y la puso en el pecho de Vince. En cuestión de segundos la fiebre bajo, los delirios cesaron, ya podía respirar mejor, abrió los ojos y su fuerza retornó. A partir de ese día, fue mucho mejor rey, el pueblo de Esplendor renació y floreció, bajo el mando del mejor rey de la historia. Un rey que llevaba a todas partes, su lado oscuro junto a su pecho, capaz de no dejarse gobernar de él, como sucedía antes.             

  

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