LA SOMBRA
I.
ADHERIDO A MI:
Estoy sentado en mi cama, y ahí esta
él, justo en la esquina de la pared en frente de mi, está suspendido entre
las paredes que conforman esa esquina, me mira fijamente, no parpadea y sus
ojos rojos están devorando mi interior. Quisiera saber cómo sacarlo, como
alejarlo de mí; pero es inútil, he intentado de todo, nada funciona; su sombra
me sigue como un perro faldero a donde quiera que voy. Mis amigos se han
alejado, él los ha alejado, le he preguntado muchas veces quien es qué quiere,
él solo desenvaina sus filosos dientes y se saborea con una lengua bífida,
húmeda y repugnante.
Todo comenzó hace seis meses, yo
caminaba de la universidad a mi casa, como siempre lo hacía, adoraba caminar
por el bosque, nada más relajante que atravesar un bosque lleno de verde relajante
después de un día en la universidad gris estresante. Aquel día como de
costumbre salí de clases, eran las 2 de la tarde; el sendero más hermoso que
nunca faltaba, me regalaba una calle de honor, adornada por arboles de los
cuales sus ramas se unían unas con otras formando un arco, más el florecer
amarillo de verano en sus copas, era un lugar fuera de este mundo, sin embargo,
pequeños rayos dorados de sol atravesando agujeros que quedaban en el arco, se aseguraban de comprobarme que todavía estaba en este mundo, todo era como un
edén para mí. De repente en mi camino escuche un ruido, una rama se quebraba,
busque con mi mirada de donde provenía el ruido y pude divisar unos zapatos
tenis tratando de equilibrarse en un árbol ubicado a mi derecha justo al lado
del sendero que estaba cruzando. Gire todo mi cuerpo y me dirigí hasta ahí, me
mantuve oculto tras la vegetación crecida. Mire un hombre temblando, parecía
trastabillar en la rama pero lograba recuperar su posición levantando sus brazos,
lucia nervioso, sudaba profusamente, además parecía angustiado, estaba tan
flaco que llegue a pensar que la parca había venido por mí, estaba demacrado,
sus ojeras denotaban cansancio.
No pude evitar tropezar con una
rama y el ruido alertó al hombre, el me miro suplicante, hizo un gesto con su
mano derecha, parecía un vete pero no podría decirlo con certeza debido a que
en el momento que levantó su mano y elaboró aquel gesto, no le fue posible
mantenerse en equilibrio y cayó. Pensé verlo caer al piso y darse un buen
golpe, pero en cambio su cuerpo quedó suspendido en el aire, una gran soga
rodeaba su cuello, el hombre no se ocultaba de nadie, el hombre se iba a quitar
la vida; eso explicaba su angustia y desesperación. Sin embargo, yo no podía
dejarlo ahí, corrí a tratar de salvarle la vida, lo abrace fuertemente de sus
piernas y trate de levantarlo para disminuir la presión que podía estar
ejerciendo la soga contra su cuello, y de esta manera evitarle la asfixia. No
obstante cuando trate de levantarlo y eleve mi mirada al cielo, en el árbol
alguien me miraba, poseía ojos rojos reptilianos y una lengua bífida se movía
rápidamente haciendo círculos sobre su oscuro rostro. Sentí tanto miedo que solté
el cuerpo del hombre y salí corriendo, sentía un fuerte nudo apretando mi
garganta, y mi corazón latiendo tan fuerte, que aquel latido se irradio hasta
mi cuello, mis sienes, mis brazos y mis piernas, el aire me faltaba pero mi
cuerpo seguía corriendo, quién o qué era esa cosa que mire sobre el árbol
observándome, no lo sé, lo único que sé es que desde aquel día hace seis meses,
esa cosa esta pegada a mí. Llegue a la carretera tan agitado que mis fuerzas
finalmente me abandonaron y me desplome, hasta ahí tengo memoria de ese día.
Desperté en mi cama, una suerte
que mi tío un oficial de policía pasara por ahí. El me llevó a mi casa, jamás
les conté lo sucedido aquel día; simplemente alegue estrés por la universidad y
al ser yo un devora libros no fue para ellos difícil creerme. Trate de olvidar
el hecho, seguramente fue producto de mi imaginación, la adrenalina que produje
al tratar de salvar aquel hombre, me hizo imaginar cosas, como siempre trate de
darme una respuesta lógica, ante un hecho increíblemente raro.
El hombre resulto ser Andrés
Ortiz, estudiaba psicología, el próximo año obtendría su grado, un chico normal
como cualquier otro de su edad, no habían explicaciones lógicas para que tomara
tan drástica decisión. Sus amigos y familiares argumentaban que en los últimos meses
estaba totalmente dedicado a su estudio, debido a eso se había alejado un poco.
Trate de regresar a mi vida, los primeros
días atravesar el sendero me traía imágenes desagradables, por eso lo evadí
para siempre, tomando mi ruta anterior; no había paz de naturaleza pero si
traía paz a mi alma. En clases me costaba concentrarme, no podía pasar tiempo
con mi novia, con mi familia, con mis amigos. Mi mente comenzó a ver aquel ser
en cada rincón donde yo iba, lo miraba en espejos, en sombras, siguiéndome,
pegado a mí. Me estaba volviendo loco, cuando dormía, al momento de cerrar los
ojos su figura se materializaba en mi mente y todo esfuerzo por conciliar el
sueño se desvanecía.
Mi vida cambio, nada era igual.
Una noche cuando trataba de hacerme entender que todo era un estúpido efecto
del estrés postraumático, a casusa de haber presenciado una muerte atroz,
ocurrió un acontecimiento que acabo con mi voluntad por completo. Yo me miraba
en el espejo, mi falta de sueño y alimento era evidente, lucia igual al hombre
que se había quitado la vida en aquel árbol. De repente sentí un roce en mi
espalda, una sombra se desplazaba detrás de mí. Cerré los ojos y trate de
enfatizarme en que todo era una ilusión, pero fue inútil. Una mano negra con cinco dedos largos como tentáculos, adornados por largas uñas podridas y
encarnadas, me recorrió el pecho, luego el mismo rostro que vi ese día se
revelo al lado mío. En el espejo pude ver nuevamente sus ojos reptilianos, su
estructura negra como si fuera sombra, después su lengua bífida probo mis lágrimas,
era verde y escamosa, al pasar por mi mejilla pude sentir lo áspera y cortante
que era; posteriormente me tomo del mentón, el frío de sus manos, me impregnó hasta
el alma, me apretó fuertemente y me obligó a ver mi rostro junto al suyo frente
al espejo, sentí su respiración silbante y su aire gélido, sonrió, acto seguido
estrelló mi rostro contra el espejo. Esa cosa quería dejarme claro que no era
ningún producto de mi imaginación; sino que era tan real como el viento, tan
tangible como el agua.
Pasaban los días y la noción del
tiempo se perdía en mi atemorizada mente. Olvide las fechas importantes, olvide
mis estudios, olvide mi vida. Ahora ya no solo veía al ser en mi mente, ahora
era visible, adonde yo iba, él también. A medida que yo me debilitaba, esa
criatura parecía fortalecerse, no solo comenzaba hacerme daño a mí, sino que
también lastimaba a mis seres queridos, cualquier persona que trataba de
acercarse a mí para ayudarme esa cosa la lastimaba. Alicia mi novia, siempre
tan gentil y bella trató de enterder porque la mantenía lejos, acaso ya no me
amas; repitió mil veces esa pregunta. La verdad yo la amaba, pero la primera
vez que intento acercarse la sombra corto los frenos de su vehículo, se estrelló
ocasionándose afortunadamente pequeños rasguños, nada grave. La segunda vez, cuando
trate de alejarla, sin saber que decir; aquella sombra la empujó por las
escaleras, ella cayó dando vueltas, fracturándose la muñeca izquierda. La tercera
vez ella me interceptó en la calle, casualmente un auto se salió de la
autopista y nos arrolló. Mi tibia se rompió en dos partes; para Alicia la
rehabilitación fue más dolorosa, su pierna se fracturó en muchos fragmentos y
su humero en dos. Además ella no fue la única que sufrió, mi madre tuvo algunas
quemaduras cuando la estufa de gas explotó, mi padre y hermanos también fueron
atacados. No me quedo más remedio que irme de la casa, no podía permitir que
ellos sufran por mi culpa.
Dije que iba a realizar un curso
de verano en otra ciudad, con algo de ahorros y una ayuda de mis padres viaje,
esa cosa quería alejarme de lo que más quería y lo logró. Me estaba debilitando,
dormir era una ilusión, cada vez que cerraba mis ojos, imágenes de mis seres
queridos sufriendo terribles accidentes y esa cosa siendo la culpable, me
quitaba cualquier intento de dormir. No podía comer, mi apetito era tan escaso
que con probar dos o talvez tres bocados de algo me saciaba. Y esa cosa siempre
presente, solo me miraba, me observa, no dice nada, no hace ningún ruido, solo
me mira y se saborea, yo estoy al borde del colapso. Cuando trato de buscar
ayuda o contarle a alguien; las represalias son tan severas que lamento haberlo
hecho enfadar: entre su repertorio están cortes, quemaduras, moretones, rasguños,
entre muchas otras clases de castigo.
Seguramente moriré muy pronto, ya
no quiero seguir así, ya no tengo vida, cualquier vestigio de felicidad ha
desaparecido. Tan solo soy un cajón, mi vida ya se ha perdido hace mucho
tiempo, desde que quise salvar a ese hombre, bien decía mi profesor de
literatura, después de una buena acción llega su castigo. Este es mi castigo,
mi terrible castigo.
CONTINUARÁ...
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