domingo, 26 de mayo de 2013

SUPERHÉROES.

UN HÉROE Y YO.


Eran las 2 de la madrugada. Había ido a una fiesta, ahora me dirigía a mi casa. Yo manejaba cerca de 110 kilómetros por hora, con algunos tragos, que comenzaban a subírseme a la cabeza. Para mí era una suerte que las calles estuvieran despejadas, podía ir  rápido sin riesgo. En mi trayecto inesperadamente algo  extraño aconteció. En una calle solitaria y sin salida, cubierta por un manto de luz amarrillo, pude ver a un hombre golpeando a otro. Detuve el carro y pude ver mejor. Un hombre de cabello verde y con su rostro pintado de blanco, daba punta pies a otro, que vestía de negro, usaba una máscara, y con sus manos trataba de cubrirse la cara.
   En aquel instante, algo fluyo en mí. No sé si el aguardiente  estaba haciendo estragos, o la adrenalina producida por la alta velocidad, estaban haciendo subir mi valentía. Acelere a fondo y arrolle al de cabello verde. El salió volando y yo frené en seco, me baje del auto y corrí a socorrer al enmascarado. Pero él ya se estaba incorporando, media cerca de 1.80cm, usaba un traje ceñido al cuerpo, una larga capa que llegaba hasta sus tobillos, engalanados por unas botas, todo su traje era negro. Le costaba ponerse de pie, estaba malherido, en su labio, tenía una cortada profunda.
-         Gracias – dijo con la voz gruesa y retumbante, pero a la vez débil y cortada. Me aparto con su mano enguantada. Me aparte estupefacto. Justo donde había caído el de cabello verde, ya no había nadie.
-  Quietos – ordeno una voz chillona, pero firme. Regrese a ver. Ahí  estaba, ahora lo miraba mejor. Parecía un payaso, su boca estaba pintada de rojo y unas cicatrices, daban la apariencia de tener una gran sonrisa, sus ojos pintados de negro y su rostro blanco. Era un payaso, un payaso macabro, con la mirada fría y loca a la vez. Encorvado se acercaba a nosotros lentamente, con una metralleta en sus manos.
-  Esto no me gusta – dijo y arrojó el arma al suelo y saco dos cuchillos, de esos de carnicero -. Así está mejor – y soltó una risa estridente y frenética.
-  Vete de aquí – me dijo el enmascarado y se lanzó a pelear con el villano. Sin embargo, estaba tan mal herido que no podía propinar golpes certeros al payaso.
   Mi valentía otra vez subió a valores increíbles, y decidí atacar al payaso. Sin embargo, esta vez no pude intervenir. Alguien me tomo por  la espalda, colocando el filo frío de un cuchillo en mi garganta. Quieto, susurró en mi oído. Era una voz femenina, tenía una mezcla de dulzura y malicia, su aliento tibio me acarició el oído. Quise luchar y desasirme de la presión, pero si tienes un cuchillo en tu yugular, no puedes hacer mucho.  
   El payaso venció fácilmente al enmascarado y ahora se acercaba a mí, con su mirada despiadada y sonriendo. La mujer me soltó y el payaso me propinó un golpe en la cara, que me hizo perder el equilibrio y caer. Desde el suelo pude ver a la mujer, estaba vestida de arlequín, de rojo y negro, cabello negro, pintada sus mejillas y labios de rojo y su rostro de blanco. Su traje estaba tan pegado al cuerpo, que resaltaba una figura escultural. Ella danzaba alrededor de mí, sonriendo, mientras el de cabello verde lanzaba patadas al aire, que no alcanzaban a pegarme, pero si me daban terror.
   La mujer me tomo del cuello. Parecía ser frágil, pero poseía una gran fuerza. El de sonrisa macabra se acercó a mí, y puso una máscara en mi boca, después abrió una pipeta de esas de oxígeno, un líquido sin olor y frío, penetró mis fosas nasales.
-   - Prueba mi nuevo producto – dijo enseñándome sus grandes dientes amarillos.
   Algo extraño comenzó a sucederme. Un deseo frenético de reír se apodero de mí, perdí el control sobre mis músculos faciales. Poco a poco comencé a reírme como loco, aun sin querer hacerlo. Sin embargo, no era felicidad lo que sentía. Mi corazón latía cada vez más rápido, todo mi cuerpo se ponía tieso.
En medio de mi parálisis, pude ver como el enmascarado propinaba golpes al payaso y lanzaba una especie de dardo a la mujer, que la sacaba de la pelea. Las imágenes se ponían oscuras, ya solo miraba manchas, era imposible observar quien iba ganando. De repente todo fue tinieblas y no recuerdo que más paso.
   Las imágenes volvían, sin embargo el escenario era otro. Parecía ser una cueva, a lo lejos se escuchaba una cascada, y encima de mi, ojos rojos me miraban cautelosos. Murciélagos revoloteaban chillando por la cúspide de la cueva. Pude incorporarme y una infraestructura más moderna me saludaba. Con computadores, cámaras de vídeo, un vehículo similar a un tanque y el hombre de negro, siendo atendido por un hombre anciano.
   Me acerque a ellos, el de capa seguía con su máscara, el anciano dejo su labor lavó sus manos, y me ofreció una taza de café.
-     -  Dentro de poco, vas a estar mejor - dijo el enmascarado.
-     -  Eso espero me duele, todo el cuerpo.
-     -  Tú me salvaste, ahora te devuelvo el favor.                    
-     -  Gracias – dije y me bebí el café, estaba delicioso. Luego me empecé a desvanecer. Nuevamente miraba manchas e imágenes borrosas, finalmente otra vez quede en blanco.
   Al despertar, estaba en mi habitación, adolorido y con un fuerte dolor de cabeza. Reaccione me levante de mi cama y baje al garaje. Ahí estaba mi carro perfectamente estacionado. No puedo decir que fue real y que no. Recapitulando en mi cabeza, todo era tan confuso, creó que la borrachera, me había hecho vivir una aventura fuera de serie.
   Regrese a mi habitación, una carta reposaba en mi mesita de noche.

“Tu ayuda fue fundamental, en una nueva victoria contra el mal. Ahora eres mi amigo. Gracias por tu ayuda. Atentamente: El caballero de la noche”. 

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