martes, 21 de octubre de 2014

TE CUENTO CUENTOS.

EL ANILLO DEL DIABLO (Parte 3).


Mi tío llegó a casa dos días después. Pase esos dos días saboreando planes macabros de cómo le iba hacer pagar todo a mi tío; en medio de bombardeos de noticias sobre el terrible crimen pasional de la pareja García. Mi tío llegó tan contento, yo lo esperaba con una suculenta cena, carne asada acompañada de papas a la francesa, una pisca de arroz y una suculenta ensalada de atún. No toque mi comida, mi tío la devoro en un parpadeo. Ese corto tiempo mientras el comía yo lo aproveche para leer su mente, escudriñar en ella. Mi tío Hugo era una manzana podrida, tenía más pecados que años, y siempre le jugo trampas a mi inocente padre, y pensar que siempre lo creímos el mejor tío del mundo.
-        Así que tú aconsejaste a mi padre, para comprar ese seguro de vida – dije y el rostro del tío palideció.
-        ¿De qué hablas sobrino?
-        Sabes de que habló, tu ambición mató a tu hermano y a la supuesta familia que querías – el trato de defenderse, pero le fue inútil, yo seguí con mi juicio -. Ahora narraras tu crimen, dejaras una carta y te quitaras la vida, te ahorcaras -. El efecto del anillo era tan poderoso que mi tío inmediatamente empezó a escribir, su mirada divagaba en lugares que yo desconocía. Lo deje terminar su trabajo y salí de la casa, camine por la ciudad, la emoción que esperaba invadirme no lo hizo, un nudo en mi garganta y un vacío en el pecho me acompañaron por todo mi camino. Hasta que llegue a la casa y encontré el cadáver de mi tío colgando en el techo de la sala, en la mesa descansaba una carta de dos hojas, relataba cada detalle de como ideo su atroz plan. Llame a la policía.
El crimen quedo claro, los medios bombardearon la ciudad, con lo del crimen pasional y el suicidio de mi tío. La policía no preguntó mucho y cerró el caso, por fin había vengado a mi familia. Sin embargo, no me sentía tranquilo, ni feliz, ese vacío en mi pecho se hacía más grande día tras día. Un día el hombre que me entregó el anillo, apareció en mi casa, como siempre sonreía.
-                       -           ¿Y bien?  - dijo -. ¿Lo lograste?
-                      -            Creo que sí.
-        Haber dámelo – extendió su mano -. Vamos dame el anillo -, ordeno yo obedecí, tal como el Mano Negra, su esposa y mi tío me habían obedecido a mí. Él lo observó y después me fulminó con la mirada.
-        ¿Qué pasa? – pregunte.
-        Mira – me devolvió el anillo, cuando lo examine no pude ver nada -. Mira sus gemas -. Tres gemas blancas habían cambiado de color, ahora el anillo tenía once gemas lilas y solo una blanca.
-        ¿Qué paso, qué es esto? – pregunte, no entendía qué había pasado.
-        Encerraste tres almas, el anillo tenía espacio para cuatro, es decir que te falta una.
-        ¿No entiendo?
-        Falta un alma, entiendes, el contrato exigía tu alma.
-        No… no – trate de despertar de la pesadilla, pero no se trataba de ninguna, esto era tan real como saber que la lluvia te moja
-        Espera aun tienes una solución, todavía queda un alma libre a parte de ti, tráela a ella y tu alma quedara libre -. Me miró fijamente, luego dijo – tienes dos días.
Mi mente no entendía, pase toda la noche buscando a quien pertenecía esa alma de la cual ese hombre hablaba. Era la pequeña hija del Mano Negra, quien estaba al cuidado de sus abuelos, ella faltaba, con ella completaba las cuatro almas que llenarían los espacios del anillo. Sin embargo, no pude tocarla, era muy dulce y al ver sus ojos tristes no pude evitar sentirme culpable, deje a un alma pura sin sus padres, huérfana, al cuidado de dos ancianos que ya no podían velar ni por ellos mismos. Mire su alma, nada maligno ahí, ni siquiera odiaba a sus padres por dejarla sola. No podía hacer eso. Al verla me sentí más culpable que nunca.
Al día siguiente, realice todos los papeleos necesarios para que el seguro quedara a nombre de ella. Después  hable con sus abuelos, les di algunas pautas sobre el dinero para la niña; con eso aseguraba sus estudios escolares y universitarios, y una vida cómoda sin que le falte nada, les di las escrituras de la casa y los papeles del taxi. Los abuelos firmaron muy agradecidos, ignoraban que todo eso yo lo cause. Luego hice lo que tenía que hacer, ese espacio que faltaba era mío, y el hombre de cara puntuda me esperaba, sabía todo lo que había hecho.
-        Así que no quisiste salvar tu alma… hiciste un acto desinteresado sin esperar nada a cambio.
-        ¿Eso me libera?
-        Te libera del tormento, sin embargo tu alma ya no te pertenece, has transgredido la naturaleza humana, asesinar destroza tu alma y la separa de tu cuerpo. Pudiste reconstruirla pero ella nunca regresará a ti.
-        Yo no los asesine – proteste sin energía, todo eso me parecía tan justo que no supe por que quise refutar.
-        Los obligaste a hacerlo, recuerdas… si ellos hubieran estado sin tu control jamás habrían hecho lo que hicieron – me explicó, pero yo sabía que esa era la respuesta, tan solo quería alargar mis últimos instantes.
Después de esa explicación el desapareció, el anillo quedo sobre la mesa, la última gema se tornó azul, no como el resto que eran lilas. Yo cerré mis ojos, sentí como mi cuerpo se hacía liviano y empezaba a flotar, subí tan alto que las nubes únicamente eran visibles. Una mano me esperaba, la agarre tan fuerte y ella me halo hasta ella, ahí me esperaban mis padres y mi hermano, me reuní a ellos y nos fusionamos en un solo latir, inmensas alas cafés y blancas se desplegaron, brillaron en lo alto del firmamento, después todo quedo en blanco para darle paso a un halcón, el cual atravesó el cielo para siempre.
Era como si yo viajará en él, es decir, sentía desplegar las alas del halcón como si fueran mías, miraba lo que el halcón veía. También sentí que no estaba solo, mi familia iba conmigo, como si todos fuéramos parte de esa inmensa ave. Me sentí libre, como hace mucho tiempo no lo hacía, la paz me gobernaba. Llegue a una gran pared blanca, la cual no me permitía pasar, mi alma no atravesaría esa capa blanca que deslumbraba mi vista, mi alma no pero la de mi familia sí. Me despedí de ellos, ellos encontraron paz, yo no.
 No entre a ese mundo, pero tampoco a otro. Mis actos de bondad me salvaban del infierno, pero mis actos criminales no me permitían entrar al cielo; es decir mi castigo sería vagar en este mundo, jamás mi alma encontraría un lugar, a partir de ahora era un espíritu errante, un ente destinado a vagar por el mundo para siempre.           

  

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