martes, 22 de octubre de 2013

TE CUENTO CUENTOS.

CUANDO EL DIABLO COSECHA UN ALMA.




Primero escuche un extraño golpe en la puerta de mi habitación, alguien se acercaba, lo sentía caminar cauteloso,  las tablas del piso tronaron, parecía acercarse a hurtadillas. Había tenido un día muy agitado y estaba cansado, seguramente era mi imaginación tratando de hacerme alguna broma.  Luego sentí a alguien acercarme a mi oído, susurro algo que no pude entender. Un olor nauseabundo se filtró de algún lado y se sentía como si inundara mi alcoba, después un peso sobre mí, me inmovilizó, como si me hubieran puesto un bulto de piedras.
   A la mañana siguiente, todo estaba normal, seguramente era un mal sueño. Días difíciles eran la antesala perfecta para pesadillas y la presión de mi jefe estaba destrozando mis nervios. Otra vez la noche se acercaba, tome algunos somníferos, una cantidad mínima, necesitaba dormir. Tal como lo planeado me dormí rápidamente, hasta que los sucesos se repitieron, exactamente como sucedieron la noche anterior.
   Quien diría que eso, era solo el comienzo de mi aterrador final. Susurros en mis oídos, hedor repulsivo, puertas y pisos crujiendo, tenía la extraña sensación de que alguien me visitaba en las noches. Miles de somníferos no me hacían ni cosquillas, estaba llegando al límite, a punto de explotar. Debía buscar una solución, pero ir a un loquero no era buena idea si estaba aspirando a la gerencia de la empresa.
   Mi única salida era la medicación, sin embargo parecía que grandes dosis no lograban en mí ni el más mínimo efecto. Hasta que la noche que más temía llegó. Alguien corrió hacía la puerta, esta vez no se molestó en caminar despacio, como en ocasiones pasadas. La puerta se  abrió de golpe, causando un gran estruendo,  desperté sobresaltado, seguramente una ventisca abrió mi cuarto (pensar algo absurdo me generaba una falsa calma). Al menos eso pensé hasta que todo se impregnó de ese horrendo olor a carne podrida y azufre. De repente algo me paralizo, susurraron en mi oído – he venido por lo mío -. Era una voz tenebrosa, fría y de ultratumba, no quise regresar la mirada a dónde provenía, el miedo me gobernó. Un instante de valor y busque con la mirada alrededor, un hombre reposaba en mi puff, de un salto me incorpore y encendí la lámpara, que se ubicaba en la mesa de noche. Un hombre delgado me miraba fijamente, su mirada era glacial, su rostro inexpresivo.
-        He venido por lo mío -. Dijo nuevamente, se levantó de su asiento, alto delgado y casi que cadavérico, su rostro y cuerpo eran de color rojo escarlata. Camino hacia mí sin dejar de verme, puso su mano izquierda sobre mi cuello; estaba fría y rasposa, sonrió y sus dientes eran amarillos y torcidos – no has escuchado, vengo por lo mío.
-        Qué… qué… qué… es lo mi… - no podía hablar, estaba completamente asustado.
-        Que patético, miras al demonio y tiemblas como un niño – el demonio, creó que no escuche bien, mis nervios estaban descontrolados -. Te explicare, hace años tu padre… un importante comerciante de la región, me vendió tu alma a cambio de yo convertirte en un distinguido empresario, o qué otra explicación le das a tu brillante ascenso siendo víctima de bullying toda tu niñez y adolescencia.
-        No… no es posible.
-        Te di lo que querías, hoy te ascendieron, quiero mi alma.
-        Yo no pedí esto – mi voz no podía ser más frágil, el diablo estaba frente a mí pidiendo mi alma, ofrecida por mi padre en su desespero por hacer que su hijo surja, y sea un hombre importante y respetado.
-        Lo siento niño, tu alma ahora me pertenece.
Su mano fría dejo de apretar mi cuello, subió por mi mandíbula estacionándose en mi labio inferior, sus uñas eran largas y filosas. Con extremada fuerza apretó mis dientes y mi mentón, abriendo mi boca, luego su mano descendió por el interior de mis fauces, su brazo fue penetrándome poco a poco, él se desvaneció, se materializó en humo negro y blanco, hasta ingresar todo por mi boca. Algo me carcomía, me devoraba por dentro, quería gritar pero mis fuerzas se desvanecían, las energías se me acababan, el oxígeno no llegaba a mi cerebro, la vida se me iba tan despacio, que podía percibir como se me iban los sentidos uno por uno.
Ahora soy un muerto viviente, no tengo alma, no siento nada, no puedo amar, reír, llorar, cantar, mi cuerpo no se calienta, permanece frío como un iceberg, no duermo y enormes ojeras como mapache rodean mis pálidos ojos. El demonio se llevó mi alma, aunque mi cuerpo sigue aquí, es un avión sin piloto, únicamente utiliza el piloto automático. Vago en las calles. Mi padre quiso un mejor futuro para su hijo, desesperadamente no confió en las capacidades de su hijo, y le entregó mi vida, al ser equivocado.          


1 comentario:

  1. Escalofriante. Menudo cambio, el alma de su hijo porque su hijo ascendiera. ¿Y qué pierde el padre? Me gustó, te mantiene en tensión. Un abrazo.

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