LA FURIA DE BASTIAN.
El calabozo donde permanecía Ana presa, solo era silencio,
al cuidado de Pes y Te nunca le falto nada. Los dos no hablaban claro, de sus
bocas solo salían sonidos guturales que rara vez conjugaban algo entendible. Sin
embargo, cuando no estaban siendo mandados por los fríos eran muy simpáticos e
incluso parecían tener sentimientos. Incluso Mugre que era más arisco parecía
obtener un cariño especial por la bella Ana.
Durante seis días no estuvo encadenada y pudo recorrer el
castillo de los fríos. El lugar era oscuro y sombrío, repleto de pasadizos y
lugares en los cuales se amontonaban grandes capas de polvo. Era un castillo de
seis plantas superpuestas de forma circular, conectadas entre sí por escaleras en forma de caracol, las habitaciones no se podían abrir, todas tenían una especie de
clave. Pudo ingresar a una ubicada en el sótano, donde se apostaban tres sarcófagos,
de madera perfectamente elaborada y lisa, enchapadas en oro, como si no
pertenecieran a ese sitio tan polvoriento, en el centro tenían un espacio
circular, donde faltaba una pieza. Ana trato de abrir los ataúdes pero fue inútil,
definitivamente faltaba una pieza.
Mientras tanto en algún lugar en el bosque de las almas perdidas,
los fríos utilizando sus capuchas, incineraban el cuerpo de un miembro de la hermandad,
asesinado por Clark. Bastían contemplaba la luna, sus ojos estaban encendidos,
inyectados de sangre. Mientras el resto de los fríos se apostaban alrededor de la
llamarada que emitía el cuerpo de Bodgan ardiendo.
- - ¿Sabes que tenemos que vengarnos? – lo interrumpió
Rupert.
- - Claro que lo sé.
- - Debemos asesinar a su hermana, regresemos al castillo.
-
Su hermana va a morir por mi mano, pero antes va
a sufrir, tiene que sufrir, haré que cada parte de su cuerpo duela, la haré
llorar hasta secar sus lágrimas, la haré sangrar hasta acabar su sangre; pero quizá
lo más importante es que no morirá hasta que Clark la vea y sienta lo que
sentimos cuando decapito a Bodgan.
-
Exacto hermano.
-
Todos empaquen las cosas – Bastían regresó a ver a
los demás, por primera vez escucharon su voz más fría y poderosa –,
regresaremos al castillo.
El ataque de Clark había sido certero, los fríos era una
hermandad; todos y cada uno de ellos habían permanecido juntos por más de
quinientos años, algunos más o menos años. Nunca antes recibieron un golpe tan
fuerte, recorrieron el mundo conquistando sin encontrar oponente digno capaz de
detenerlos. Un día los lobos se revelaron convirtiéndose en sus peores
enemigos. El hecho que un lobo haya asesinado a uno de sus líderes, era su peor
derrota. Sorpresivamente Clark supo como matarlo, o mejor dicho su instinto le
enseño como hacerlo, perforando su corazón, decapitándolo.
Loa trolls encerraron a Ana, le explicaron que algo salió
mal y se acercaban de regreso al castillo, al menos eso quisieron explicarle, Ana
entendió la mitad. Los trolls se disculparon y la dejaron en oscuras, la única
luz que entraba era el reflejo pálido de la luna llena. Transcurrieron alrededor
de treinta minutos y las puertas del castillo se abrieron de manera abrupta, decenas
de pasos rápidos y fuertes penetraron el castillo. Se acercaban al calabozo,
Ana sintió miedo y ese temor aumentaba a medida que los pasos se oían más
fuerte.
La puerta fue abierta de un solo golpe, con asombro Ana
observó como la cadena se rompía en pedazos y el candado se estampaba en la
pared justo encima de la cabeza de Ana. Bastían se notaba molesto, furioso, en
su interior sentía como si un volcán fuera a explotar, magma recorriendo su
cuerpo, a pesar de la frialdad de su cuerpo.
-
Espero que tu estancia en nuestra ausencia haya
sido placentera – dijo en tono seco, se miraba más fuerte que la última vez.
-
¿Y dónde está Clark y Federico? – la preocupación
era difícil de disimular, Ana se llenó de temor y sufrimiento.
-
Ellos digamos que desertaron, pero estas tú.
-
¿Qué les hicieron?
-
La mejor pregunta es, ¿qué nos hizo él?
-
¿Él?
-
Si, tu hermano, nunca dijeron que era un hombre
lobo. Tal vez quisieron que nos ataquen, nos matara y vendrían a rescatarte,
que infantiles… - Bastian hizo una pausa -. Ahora solo queremos venganza.
-
¿Y Federico? – Ana no podía hablar bien,
temblaba pero no del frío, temblaba del miedo y de la incertidumbre.
-
El seguramente murió, estaba en la misma jaula
de tu hermano. Esa bestia no reconoce nada, acabo con el primero para después
matar a mi hermano Bodgan. Ahora te resumo la situación: tu sufrirás el desborde
de mi furia, acabare contigo y dejare que tu hermano vea la luz escaparse de
tus ojos – Bastían era un demonio sediento de venganza -. Es una lástima, quería
que una delicia como tú se convierta en un miembro de mi hermandad. Sufrirás todo
lo que yo sufrí, así que te aconsejo que te prepares.
Dicho esto Bastian y su sequito salieron, la penumbra
nuevamente abrazo a la pobre Ana. No entendía que había pasado, y no le daba
miedo ser cruelmente torturada por una hermandad de personas malévolas. Lo que
más temor le causaba era la incertidumbre de no saber dónde estaba su hermano y
si Federico estaba muerto, o mal herido. Además la soledad y el frío era un
factor agregado para aumentar su desolación.
Bastian al salir ordeno a sus sirvientes los trolls,
mantenerla vigilada y no darle nada de alimento. Los trolls lograron hacer un vínculo
especial con la bella Ana, pero el miedo que les causaban los fríos no les permitía
desobedecerles. Durante años habían visto las atrocidades por ellos cometidas y
sabían que eran capaces de hacer cualquier cosa, temían por ellos y por la
pobre de Ana. En especial habían visto a los tres, Bastian, Rupert Y Bodgan, y
aunque les faltaba uno, no significaba que eso los hiciera menos peligrosos, de
hecho la muerte de Bodgan seguramente los hacía más sanguinarios.
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