PRIMERA TRANSFORMACIÓN.
Clark y Federico se encontraban solos, en aquella cueva, encerrados en una jaula de acero. Una vez más se hallaban en medio de sombras a plena mañana. El cambio de horario al que los habían acostumbrado los tumbaba de cansancio, no obstante el miedo que crecía en su interior era tan fuerte, como para mantenerlos despiertos.
-
Nadie nos vigila, debemos intentar escapar –
dijo Clark malhumorado por la falta de sueño.
-
¿Recuerdas esas cosas amarillas y de aliento
fresco? – Clark asintió -. Nunca nos dejaron sin vigilancia, en el castillo,
acá porque tiene que ser diferente.
-
Pues porque no los he visto, ni escuchado su
respiración musical.
-
Los trolls son lentos y retrasarían nuestro
viaje – dijo una voz angelical oculta en las sombras.
-
¿Quién anda ahí? – preguntaron los hombres al
unísono.
-
Soy Anabel – dijo la misma voz saliendo de las
sombras, usaba el mismo traje que los demás fríos, pero con su rostro
descubierto; era la mujer más bella que Clark había visto: tenía unos profundos
ojos verdes oliva haciendo juego con su rostro redondo y pálido, delineado por
gruesos cabellos rubios, que caían en espiral; sus labios gruesos y rojos lo
invitaban a besarlos. A todo eso se sumaba su elegante y firme caminar -. Desde
algún rato los vigilo.
-
Creí que ustedes dormían en el día.
-
Es lo más lógico, pero nos turnamos para
vigilarlos… ¿no creyeron que se los iba a dejar sin vigilancia – la mujer
sonrió, al siguiente momento se encontraba frente a ellos -. Yo soy el primer
turno y, no necesitaba que supieran que oía sus absurdos planes de escape.
-
¿Si pueden estar despiertos de día, porque
viajar de noche? – preguntó Federico contrariado.
-
Verán la luz del día hace estragos en nuestra
piel, sin mencionar que somos más débiles.
-
Sería una pena, que se dañe tu hermosa piel – dijo Clark abrumado por
tanta belleza.
-
Eres muy atento, además debo decir que opino lo mismo.
-
Dejen la coquetería, mejor explíqueme algo… ¿por
qué afectar el factor sorpresa?
-
No entiendo.
-
Podrían escuchar todo lo que planeamos y averiguar cosas que les serían útiles, sin
embargo, se delata ante nosotros – Federico suspiró profundo y dijo -. Ahora sabemos
que no podemos ser boquiflojos.
-
Muy acertado, pero no necesitamos saber mucho. Conocemos
que el mapa no está en ese castillo – Federico y Clark cruzaron miradas
nerviosas, que les trataba de decir Anabel -. Además lo importante es que tu
hermana es muy bella.
-
¿Qué significa eso?
-
Que Bastían tarde o temprano conseguirá su mapa,
los asesinará y se quedará con Ana.
-
¡Eso no puede ser! – levantó la voz Clark, su
sangre hervía como nunca lo había hecho, el rostro de Clark se puso rojo y
agarraba los barrotes de la jaula con toda su fuerza -. ¡Son unos malditos!
-
Si, son unos malditos, fue exactamente lo que
hicieron conmigo.
-
¿Por qué nos dice eso, quiere atormentarnos
maldita bruja? – Federico también estaba muy molesto.
-
En primer lugar no soy bruja, las brujas son horrendas
y yo soy hermosa. En segundo lugar, quiero ayudarlos.
-
¿Por qué querías ayudarnos?
-
Hasta donde sé ustedes son familia.
-
Se supone, que sí, pero piensen, esta familia es
disfuncional. Quisiera abrir mis alas y escapar, ustedes me ayudaran, a cambio
salvaran a su querida Ana… shh silencio – Anabel se llevó el índice derecho a la
boca -, alguien viene, me imagino que terminó mi turno – Anabel nuevamente cubrió su rostro, segundos después
entró un hombre con su rostro cubierto, bastante alto.
-
Luke, por fin vienes a relevarme – Anabel les dio
la espalda y camino rumbo a la salida de la cueva diciendo -. Sigue así y tendré
que comentarle a Bastían, el incumplimiento en tus turnos.
Una nueva jornada de camino, las noches se ponían más frías
a medida que se acercaban al fin del bosque de las almas perdidas. La incertidumbre
y el miedo, no permitían dejar a ninguno
de los dos pensar en cómo escapar y ayudar a Ana. Durante su ardua jornada
enjaulados rodeados por encapuchados, comiendo escasos pedazos de fruta. En la
cabeza de Clark el recuerdo de su hermana y las palabras de Anabel lo consumían
en lo más profundo de su ser.
Una mañana mientras trataban de descansar, Federico recordó algo,
su piel palideció. Caminaba por toda la jaula, golpeaba su cabeza con la mano,
contaba con su dedo, dejando salir pequeños sonidos incomprensibles, Clark lo
miraba sin entender que sucedía - ¿Federico qué pasa? – preguntaba pero sus palabras
se desvanecían en el aire sin ser escuchadas por el cazador de lobos, quien permanecía
cavilando. De repente regreso a ver a Clark y le susurró.
- -- ¿Cuántos días llevamos en este bosque?
- -- No lo sé, cinco o seis días, ¿Por qué?
-
Estamos cerca de la luna llena – Clark se quedó
sin habla, había olvidado que pronto se convertiría en una bestia, en un hombre
lobo. Era una bendición dadas las circunstancias, o seguía siendo una
maldición.
-
No puede ser, con todo esto lo olvide… - Clark hizo
cuentas con su mente -. Hoy es luna llena.
-
¿Luna llena? – preguntó Anabel, quien apareció a
cumplir un nuevo turno de vigilancia - ¿Qué ocurre con la luna llena?
-
Que… que…
-
Ana necesita medicina, y se la damos cada luna
llena – Federico inventó una enfermedad
extraña para Ana, al verse descubiertos. Sin embargo, Anabel no les creyó mucho
y siguió haciéndoles preguntas hasta que llego una nueva jornada de camino.
Anabel seguía instándolos para escaparse, pero nunca le
había tocado vigilarlos otra vez desde ese día, y cuando tuvo la oportunidad
nuevamente, escucho algo sobre luna llena, medicina y Ana. Escuchó algo
que no le daba buena espina y se concentró en sacar toda la información posible
para entender tan extraña situación.
Durante el viaje, Clark y Federico se la pasaron susurrando,
había llegado la hora de la verdad. La luna llena se posó en lo alto del firmamento.
Una esfera plateada y majestuosa adornaba un cielo despejado y estrellado, como
aquella luna llena cuando escapo con Ana para jugar, hasta que un hombre lobo
lo mordió, condenándolo a ser un monstruo. La situación era peor, se encontraba
enjaulado, junto a un hombre inocente.
El brillo de la luna, hipnotizó sus ojos, sus músculos
comenzaron a crecer, su piel ardía como si estuviera ardiendo en fuego, le estorbaba, algo crecía en su interior – huye Federico -, gritó, los fríos se
pusieron alerta. Federico entendía que tenía que huir, pero si estas en una
jaula, ¿cómo huyes?
-
Federico… Federico…. – Clark rugía, con sus brazos arrancó dos
barrotes -. Sal de aquí… grag ¡ahoraaa! – sus manos crecieron y largas uñas, brotaron de ellas, luego comenzó
a destrozar su ropa y su tamaño era desproporcional - ¿Qué estas esperando grr?
– su voz ya no era normal, salía entre gruñidos.
Los fríos se acercaron a la jaula, Clark arrancó dos
barrotes más y se lanzó fuera de la jaula, con estos propinó duros
golpes a sus captores. Era el momento indicado, Federico trato de escapar, en
medio de la distracción fue fácil, todos los encapuchados se encargaban de
detener a Clark.
Clark se arrancó la piel con sus filosas garras, un extraño
pelaje negro comenzó a brotar sobre su piel destrozada y sangrante, sus zapatos
de rompieron y enormes y peludos pies salieron. Un aullido siniestro se emitió
de sus fauces. Bastían ahora sabía a qué se enfrentaban, su peor enemigo, un
hombre lobo. Las mandíbulas de Clark comenzaron a crecer junto con sus dientes,
sus orejas y sus ojos. Era un hombre lobo enorme, su pelaje negro brillaba por
el reflejo de la luna, sus ojos eran cafés, de sus grandes fauces salía saliva,
blanca y espumosa. Luego comenzó a destruir todo a su paso, ningún frío fue
rival para él, con sus enormes garras y patas bastaba un golpe para que sus
oponentes vuelen por los aires. Bodgan se lanzó a Clark, este le enterró su
garra derecha, justo en el corazón. Bastáin quedo petrificado al igual que los
demás, la otra garra de Clark, se movió rápidamente, degollando el cuello de
Bodgan, su cabeza cayó en los pies de Bastían y Rupert. Clark incursionó en el
bosque, a su paso destrucción y fríos muertos quedaron, de Federico no hubo
rastro. En lo profundo del bosque un aullido se escuchaba, cada vez más lejos.
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