viernes, 9 de agosto de 2013

TE CUENTO CUENTOS.

LA TRAGEDIA DE LA FAMILIA MONROY.


Alberto Granado Zapata, salió hace quince meses de su pequeño pueblo, con la esperanza de alcanzar un mejor futuro profesional. Dejo atrás a su esposa Verónica, quien fue su novia desde que eran niños, en el colegio Nacional de Bachillerato. También dejo a su pequeño hijo de tres años, Kevin. Les prometió regresar por ellos, cuando su situación lo permita. La Cruz Nariño, un pequeño pueblo al sur de Colombia, quedo a la distancia y en el recuerdo. Era la segunda vez que la dejaba, aunque esta vez sería para siempre.
   Bogotá le abría sus puertas, no muy amablemente para su gusto. Le costó sudor, sacrificio y mucho sufrimiento para alcanzar una estabilidad económica. Por fin pudo darle a su esposa e hijo, los tiquetes para que lo alcancen en la gran ciudad. Una mañana despertó por primera vez en su nuevo hogar, una casa tan bonita que le recordaba, la casa de sus abuelos, de dos pisos, con un gran balcón en la habitación principal, un cuarto de juegos para el niño, un estudio, habitación de visitantes y un gran patio trasero, con una huerta llena de rosas y plantas.  La había comprado hace poco, únicamente faltaba amueblarla, y sería la casa perfecta. De la emoción no pudo dormir, era su casa, comprada con su propio esfuerzo, todo auguraba un futuro próspero y feliz.
   Sin embargo, la casa no era tan magnifica como parecía, algo oscuro se ocultaba en su interior. La segunda noche que paso ahí, escuchó ruidos extraños.  Alguien se quejaba, el llanto parecía proceder del patio, y cada vez se escuchaba más alto, hasta llegar a la habitación de Alberto, en ese lugar, disminuía  se dirigía al patio nuevamente. Alberto no le dio importancia, seguramente la casa tenía eco. Estaba completamente vacía. Era de esperarse.
   A medida que pasaban los días, el lamento aumentaba. Ahora era más claro, era el lamento de una mujer, o más bien de una adolescente. Alberto  llevaba seis noches sin dormir. Le contó a su mejor amigo en el hospital donde trabajaba, este le comentó de un médium. Que seguramente le podía ayudar. Alberto siguió el consejo de su amigo, contacto al médium. El médium le dijo que no se encontraba en la ciudad, que grabe audio y vídeo  apenas él se encuentre en la ciudad lo contactaría y le brindaría su ayuda. Alberto temeroso obedeció las instrucciones.
   Faltaban veinte días para reunirse con su familia, no iba permitir que nada dañe su alegría. Dos días después se reunió con el médium y le entregó el material recopilado, por temor, no quiso ver ni los vídeos ni oír las grabaciones de audio. Al día siguiente el médium contacto con él, tenían que verse lo más pronto posible. Cuando Alberto vio los vídeos quedo estupefacto: una adolescente de aparentemente quince años, vestida con un vestido rosado y cubierto de tierra, rasgado por todos lados, ella era blanca como queso, sus labios cianóticos y una gran herida en su frente la adornaban. Subía las escaleras, llegaba a la puerta de la habitación de Alberto, lo miraba y se iba nuevamente, esto sucedía durante toda la noche. Mayor asombro se llevó al oír las grabaciones, una voz espectral decía.
-           -       ¿Por qué me mataste? Si yo te quería.
-           -       ¿Quién duerme en tu cama? Ayúdame quiero descansar.
-           -       ¿Por qué me mataste? Si yo te quería.
-           -       ¿Quién duerme en tu cama? Ayúdame quiero descansar.
-           -       ¿Por qué me mataste? Si yo te quería.
-           -       ¿Quién duerme en tu cama? Ayúdame quiero descansar.
   Los lamentos no cesaban, decía lo mismo una y mil veces. Alberto era ahora el que estaba pálido de la impresión. En esa casa soñó una vida al lado de su familia. Ahora todo parecía derrumbarse.
-           -       ¿Debes averiguar, qué quiere  la  niña? – le sugirió el médium.
 -       ¿Cómo hacerlo? – preguntó Alberto, con la voz cortada, él sabía la respuesta, solo preguntaba para que alguien le de aliento.
-        Habla con ella, pregúntale que quiere. Dile que quieres ayudarla.
   Alberto se mantuvo despierto, esperando a que los lamentos inicien. Siempre iniciaba a la 1:15 a.m. Esta vez Alberto no se ocultó bajo la cobija, sus piernas temblaban, su corazón a punto de salírsele por la boca. Una joven  llegó a la puerta, vestida con un vestido rasgado, y muchas salpicaduras de sangre. La misma vista en el video.
-         -       ¿Qué… qué…qué… qui…eres? – la voz de Alberto salía cortada y temblorosa.
-      Me mató… yo no hice nada malo – la muchacha  lloraba, pero su voz se escuchaba de ultratumba.  
-   Yo te quería y me mataste – la joven continuaba con su acusación, Alberto retrocedía, sus piernas temblaban y comenzó a sudar.
-      ¿Cómo… cómo…có…mo te llamas?
-     ¿Por qué duermes en su cama? – la joven preguntó con su voz más fría y fuerte. Luego      se abalanzó contra Alberto, esté se cubrió el rostro y la imagen fantasmagórica desapareció.
Después de aquella noche, Alberto no volvió a dormir en su casa, prefería estar donde su amigo o trabajando en el hospital. Una mañana se reunió con el médium, le contó lo sucedido. El médium le dijo que lo único que puede sacar el espanto de la casa es saber que le sucedió y ayudarlo. Pero era evidente el odio de la niña hacía Alberto, seguramente él le recordaba alguien, involucrado en su muerte.
   Alberto recordó que para conocer sobre alguien, lo mejor es buscar a las chismosas del barrio. Todos los barrios las tienen, generalmente son las ancianas jubiladas, las  amas de casa o las sirvientas. De esta forma Alberto llegó donde doña Magdalena, una anciana de unos 80 años, jubilada de ser profesora; su cara parecía una uva pasa, nariz aplastada, cejas pobladas y ojos cafés cubiertos con una pequeña nube blanca. Era pequeña, como una niña de diez años, flaca y caminaba encorvada ayudada de un bordón. Ella tal vez era la más antigua en el barrio y se la pasaba sentada en el parque, viendo la vida pasar.
-      Buenas  tardes – Alberto la abordo, con el tono más cordial que tuvo, a pesar del cansancio.
-         -        Buenas tardes, buen señor – contestó con voz chillona y pausada.
-       Me gustaría hacerle algunas preguntas, sobre los antiguos dueños de mi casa – la mejor manera de entablar una conversación con un chismoso, es preguntarle por alguien o algo en particular; generalmente saben de todo mundo y les fascina enmarcar sus defectos y disminuir sus virtudes.
-      Han pasado muchos en los últimos años – la anciana enarcó sus cejas e invitó con sus pequeños ojos a que Alberto la acompañe y la escuche -. ¿De cuál quiere saber?
-      No sé, ¿cuántos han pasado?
-    Nunca duran mucho, uno o dos meses y salen corriendo. Todos argumentan que escuchan pasos y ruidos extraños, atribuidos a presencias del más allá, y salen como alma que lleva el diablo – la anciana lo logró, atrajo la atención de Alberto.
-     ¿Fantasmas? – Alberto aclaró la garganta, ahora sabía que no era el único que escuchaba cosas en esa casa.
-       Si fantasmas – la anciana se llevó la mano al bolsillo y sacó un pañuelo, después se sonó la nariz, guardó el pañuelo y continuó su relato -. ¿Y sabe que creó? – Alberto negó con la cabeza, la anciana respondió a la pregunta que se formulaba -. Que es la pequeña Alicia, que no ha podido descansar.
-       ¿Quién es Alicia?
-      Vera le voy a contar desde el principio. Sucedió hace 20 años, una familia tan linda construyó la casa. El joven Benjamín Monroy, un gran señor, alto, guapo, siempre vestido de corbata, era abogado, su esposa la Linda Sofía, era una mujer escultural y bonita, dedicada a la casa y su familia. Y un primor de hija la pequeña Alicia Monroy. Era definitivamente un modelo de familia. En todo el tiempo que los conocí, tuvieron una vida intachable, ninguna queja.
-      ¿Y qué paso? – Alberto interrumpió a la anciana.
-     Esperece joven, allá voy – la anciana fulminó con sus pequeños ojos a Alberto y luego dijo -. Un día se fueron de vacaciones. No sé sabe exactamente como fue el accidente. Al parecer Benjamín perdió el control del vehículo y se estrelló contra un muro. Benjamín murió inmediatamente, Sofía y Alicia a pesar de  la gravedad del choque sobrevivieron. Sin embargo, Sofía perdió su brazo izquierdo y cayó en la depresión. Se dedicó a la bebida abandonando a su hija, un día un hombre de mal aspecto muy diferente a Benjamín, llegó a vivir con ellas y ahí comenzó todo.
   La familia Monroy se desmorono, Alicia crecía bajo el cuidado de vecinas piadosas como yo; intentamos aconsejar a Linda Sofía pero fue inútil. Un mes de julio, no volvimos a ver a Alicia, preguntamos a su madre y esta dijo que se fue de vacaciones, al cabo de un tiempo ella y su nuevo novio, vendieron la casa y se fueron. Esa fue  la última vez que se los vio – la anciana suspiro hondo, desde su alma -. Nunca nadie a partir de entonces ha vivido más de uno o dos meses, se podría decir que han pasado unos treinta dueños o quizá más.
-          -      ¿Qué paso?
-      No sé sabe, algunos dicen que nunca vieron salir a la niña Alicia, otros dicen que la mataron vendieron la casa y se fueron a vivir con la fortuna de Benjamín, otros que la golpearon y la desfiguraron tanto que la hicieron viajar de noche, para que nadie del vecindario la vea. Pero yo creo que ese infeliz la mató.
   Alberto tenía una historia, los rumores y chismes podían ser ciertos. Seguramente el padrastro de Alicia la mató y tuvo de cómplice a la madre de la joven. Seguramente  la niña que él veía era Alicia. De pronto tuvo una idea, que se posó en lo más profundo de su mente y lo aparto de su quehacer  diario. Esa misma noche llegó a la casa, revivió los pasos de la muchacha. Subía las escaleras y llegaba a la alcoba principal. En la alcoba Alberto no encontró al útil, removió cada recoveco y no hayo nada de que no fuera de él. Seguramente ahí fue asesinada, por eso no entraba, nunca la niña traspasaba el umbral de la puerta, al llegar ahí daba media vuelta y regresaba por donde vino.
   Una nueva idea se ensambló en el brillante cerebro de Alberto: la niña llegaba al patio, allí encontraría más pistas. El patio estaba desolado, que podía encontrar en un espacio donde no hay lugares para ocultar algo. Pero su cerebro trabajaba a toda máquina, existía una huerta, llena de flores, matas y tierra, podría haber algo oculto, entre la tierra. Paso una hora cavando en cada rincón, hasta que encontró algo, algo tan macabro que lo dejo sin aliento. Encontró los restos de una persona, llevaba un vestido rosa, y un esqueleto carcomido por los gusanos. Todo lo que la mayoría del vecindario presumía, sucedió en verdad. El padrastro asesino a la hijastra y obligo a Sofía, a esconder el cadáver en el patio de la casa. Huyeron antes que levanten sospechas sobre la ausencia de la joven.
  De repente el ambiente del lugar se puso más frío, la temperatura descendió extremadamente, el aire se puso pesado, Alberto sintió que el aire se le acababa, su mirada se nubló, comenzó a sudar y su corazón se aceleró, a un ritmo desenfrenado, después cayó sobre los restos. Cuando despertó, se encontraba en la alcoba principal, solo cambiaba el decorado. Un hombre moreno, de brazos grandes miraba televisión acostado en la cama. Una mujer de tez blanca, de ojos miel y cabellos rubios y ondulados, muy mal vestida pero muy hermosa. Le reclamaba que solo estaba viendo televisión, el moreno se levantó, dio dos zancadas y ya estaba al lado de la mujer, la mujer escasamente le llegaba al pecho al hombre, pero se mantuvo firme ante el grandote. Este sacó un derechazo propinándole un golpe tan fuerte que la estrelló con la pared. Linda Sofía comenzó a llorar y a gritarle que lo odiaba y quería que se largue de su casa, el hombre colérico la levantó de sus cabellos y la azotó nuevamente contra la pared, ella cayó al suelo y él comenzó a propinarle puntapiés en el costado. Tal acto era salvaje, Alberto quiso hacer algo pero fue incapaz de moverse.
   Segundos después una voz temblorosa ordenó al moreno que se detenga, Alicia estaba parada en la entrada. El moreno dejo de golpear a Sofía y se dirigió a la niña, Sofía tirada en el piso, le puso una zancadilla que lo derivó. El moreno muy molesto nuevamente se levantó del suelo con una agilidad felina y regreso a golpear a la mujer, la joven entró y lo empujo llegando primero a su madre.
-     ¿Madre quien duerme en tu cama? – preguntaba llorando, ayudando a su madre a incorporarse -. ¿Duermes con un hombre o una bestia? – el hombre la abofeteo y la saco del cuarto.
-     No voy a dejar que golpees más a mi madre. Madre ayúdame a descansar de tanto dolor – imploraba la niña a su malherida madre.
La madre en un acto desesperado empujó a la niña, para sacarla del cuarto y evitar que le hagan daño, no obstante el impulso la hizo trastabillar y se golpeó la frente en la perilla de la puerta, cuando Alberto regreso a ver a la niña, ella sangraba abundantemente por la frente. El moreno iba seguir golpeando a la mujer y Alicia se lo evitaba, los tres forcejearon en el corredor al Salir de la habitación principal. La madre en un acto desesperado por apartar a su hija de la contienda volvió a empujarla, - este no es asunto tuyo, ve a tu habitación -. Le dijo. Desafortunadamente el forcejeo ya llegaba a las escaleras, la niña no tuvo con que detenerse y cayó escaleras abajo, ante la mirada atónita del moreno y la pobre Sofía, que miraba como la niña de sus ojos caía, sin ella poder detenerla.                  
   Todo el forcejeo terminó, el silencio se posó en el lugar, nadie movió ni un músculo. Cuando Linda Sofía reaccionó, corrió a socorrer a su hija, la niña no se movía, su cuello estaba roto.
-          -       Está muerta – dijo Linda Sofía, su cara se desencajo.
-          -       No puede ser la mataste idiota – la recriminó el moreno.
Acto seguido el llanto no se hizo esperar, la madre desconsolaba lloraba al lado del cadáver de su pequeña hija, lo había perdido todo.
-        Eres una tonta.
-          -       Ayúdame, llama a la policía.
-          -       No seas tonta, te meterán a la cárcel, mejor ocultemos el cadáver.
Ante el horror de Linda Sofía, el moreno la aparto del cadáver y comenzó a cavar en la huerta. Colocó el cuerpo de la niña ahí y tapo la tumba. Alberto miró la espeluznante escena. Creyó que el hombre moreno asesino a la niña, pero en realidad fue su madre – ¿Por qué me mataste si yo te quería? -. Todo encajaba. El alba asomo con todo su esplendor, Alberto dormía sobre el cadáver de la niña.
   Medicina legal realizó el levantamiento respectivo, Alberto se encargó de todos los trámites para darle una sepultura digna a la pequeña Alicia Monroy. Busco a la madre. En un pequeño pueblo la encontró, Linda Sofía se suicidó hace ocho años, después de asesinar a su segundo esposo Braulio Ponce. La carga de haber matado a su hija y el despreció que le tenía a su nuevo esposo, la llevaron a cometer este homicidio.
    


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