LA TRAGEDIA DE LA FAMILIA MONROY.
Alberto Granado
Zapata, salió hace quince meses de su pequeño pueblo, con la esperanza de
alcanzar un mejor futuro profesional. Dejo atrás a su esposa Verónica, quien
fue su novia desde que eran niños, en el colegio Nacional de Bachillerato.
También dejo a su pequeño hijo de tres años, Kevin. Les prometió regresar por
ellos, cuando su situación lo permita. La Cruz Nariño, un pequeño pueblo al sur
de Colombia, quedo a la distancia y en el recuerdo. Era la segunda vez que la
dejaba, aunque esta vez sería para siempre.
Bogotá le abría sus
puertas, no muy amablemente para su gusto. Le costó sudor, sacrificio y mucho
sufrimiento para alcanzar una estabilidad económica. Por fin pudo darle a su
esposa e hijo, los tiquetes para que lo alcancen en la gran ciudad. Una mañana
despertó por primera vez en su nuevo hogar, una casa tan bonita que le
recordaba, la casa de sus abuelos, de dos pisos, con un gran balcón en la
habitación principal, un cuarto de juegos para el niño, un estudio, habitación
de visitantes y un gran patio trasero, con una huerta llena de rosas y plantas.
La había comprado hace poco, únicamente
faltaba amueblarla, y sería la casa perfecta. De la emoción no pudo dormir, era
su casa, comprada con su propio esfuerzo, todo auguraba un futuro próspero y
feliz.
Sin embargo, la casa
no era tan magnifica como parecía, algo oscuro se ocultaba en su interior. La
segunda noche que paso ahí, escuchó ruidos extraños. Alguien se quejaba, el llanto parecía
proceder del patio, y cada vez se escuchaba más alto, hasta llegar a la
habitación de Alberto, en ese lugar, disminuía se dirigía al patio
nuevamente. Alberto no le dio importancia, seguramente la casa tenía eco.
Estaba completamente vacía. Era de esperarse.
A medida que pasaban
los días, el lamento aumentaba. Ahora era más claro, era el lamento de una
mujer, o más bien de una adolescente. Alberto llevaba seis noches sin dormir. Le contó a su
mejor amigo en el hospital donde trabajaba, este le comentó de un médium. Que
seguramente le podía ayudar. Alberto siguió el consejo de su amigo, contacto al
médium. El médium le dijo que no se encontraba en la ciudad, que grabe audio y vídeo apenas él se encuentre en la ciudad lo contactaría y le brindaría su
ayuda. Alberto temeroso obedeció las instrucciones.
Faltaban veinte días
para reunirse con su familia, no iba permitir que nada dañe su alegría. Dos
días después se reunió con el médium y le entregó el material recopilado, por
temor, no quiso ver ni los vídeos ni oír las grabaciones de audio. Al día
siguiente el médium contacto con él, tenían que verse lo más pronto posible.
Cuando Alberto vio los vídeos quedo estupefacto: una adolescente de aparentemente
quince años, vestida con un vestido rosado y cubierto de tierra, rasgado por todos lados, ella era blanca
como queso, sus labios cianóticos y una gran herida en su frente la adornaban. Subía las
escaleras, llegaba a la puerta de la habitación de Alberto, lo miraba y se iba
nuevamente, esto sucedía durante toda la noche. Mayor asombro se llevó al oír las
grabaciones, una voz espectral decía.
- - ¿Por
qué me mataste? Si yo te quería.
- - ¿Quién
duerme en tu cama? Ayúdame quiero descansar.
- - ¿Por
qué me mataste? Si yo te quería.
- - ¿Quién
duerme en tu cama? Ayúdame quiero descansar.
- - ¿Por
qué me mataste? Si yo te quería.
- - ¿Quién
duerme en tu cama? Ayúdame quiero descansar.
Los lamentos no
cesaban, decía lo mismo una y mil veces. Alberto era ahora el que estaba pálido
de la impresión. En esa casa soñó una vida al lado de su familia. Ahora todo parecía derrumbarse.
- - ¿Debes
averiguar, qué quiere la niña? – le sugirió el médium.
- ¿Cómo
hacerlo? – preguntó Alberto, con la voz cortada, él sabía la respuesta, solo
preguntaba para que alguien le de aliento.
-
Habla
con ella, pregúntale que quiere. Dile que quieres ayudarla.
Alberto se mantuvo
despierto, esperando a que los lamentos inicien. Siempre iniciaba a la 1:15
a.m. Esta vez Alberto no se ocultó bajo la cobija, sus piernas temblaban, su
corazón a punto de salírsele por la boca. Una joven llegó a la puerta, vestida con un vestido
rasgado, y muchas salpicaduras de sangre. La misma vista en el video.
- - ¿Qué…
qué…qué… qui…eres? – la voz de Alberto salía cortada y temblorosa.
- Me
mató… yo no hice nada malo – la muchacha lloraba, pero su voz se escuchaba de
ultratumba.
- Yo
te quería y me mataste – la joven continuaba con su acusación, Alberto retrocedía,
sus piernas temblaban y comenzó a sudar.
- ¿Cómo…
cómo…có…mo te llamas?
- ¿Por
qué duermes en su cama? – la joven preguntó con su voz más fría y fuerte. Luego se abalanzó contra Alberto, esté se cubrió el rostro y la imagen fantasmagórica
desapareció.
Después de aquella
noche, Alberto no volvió a dormir en su casa, prefería estar donde su amigo o
trabajando en el hospital. Una mañana se reunió con el médium, le contó lo
sucedido. El médium le dijo que lo único que puede sacar el espanto de la casa
es saber que le sucedió y ayudarlo. Pero era evidente el odio de la niña hacía
Alberto, seguramente él le recordaba alguien, involucrado en su muerte.
Alberto recordó que
para conocer sobre alguien, lo mejor es buscar a las chismosas del barrio.
Todos los barrios las tienen, generalmente son las ancianas jubiladas, las amas de casa o las sirvientas. De esta forma
Alberto llegó donde doña Magdalena, una anciana de unos 80 años, jubilada de
ser profesora; su cara parecía una uva pasa, nariz aplastada, cejas pobladas y
ojos cafés cubiertos con una pequeña nube blanca. Era pequeña, como una niña de
diez años, flaca y caminaba encorvada ayudada de un bordón. Ella tal vez era la
más antigua en el barrio y se la pasaba sentada en el parque, viendo la vida
pasar.
- Buenas tardes – Alberto la abordo, con el tono más
cordial que tuvo, a pesar del cansancio.
- - Buenas
tardes, buen señor – contestó con voz chillona y pausada.
- Me
gustaría hacerle algunas preguntas, sobre los antiguos dueños de mi casa – la
mejor manera de entablar una conversación con un chismoso, es preguntarle por
alguien o algo en particular; generalmente saben de todo mundo y les fascina
enmarcar sus defectos y disminuir sus virtudes.
- Han
pasado muchos en los últimos años – la anciana enarcó sus cejas e invitó con
sus pequeños ojos a que Alberto la acompañe y la escuche -. ¿De cuál quiere
saber?
- No
sé, ¿cuántos han pasado?
- Nunca
duran mucho, uno o dos meses y salen corriendo. Todos argumentan que escuchan
pasos y ruidos extraños, atribuidos a presencias del más allá, y salen como alma
que lleva el diablo – la anciana lo logró, atrajo la atención de Alberto.
- ¿Fantasmas?
– Alberto aclaró la garganta, ahora sabía que no era el único que escuchaba
cosas en esa casa.
- Si
fantasmas – la anciana se llevó la mano al bolsillo y sacó un pañuelo, después
se sonó la nariz, guardó el pañuelo y continuó su relato -. ¿Y sabe que creó? –
Alberto negó con la cabeza, la anciana respondió a la pregunta que se formulaba
-. Que es la pequeña Alicia, que no ha podido descansar.
- ¿Quién
es Alicia?
- Vera
le voy a contar desde el principio. Sucedió hace 20 años, una familia tan linda
construyó la casa. El joven Benjamín Monroy, un gran señor, alto, guapo,
siempre vestido de corbata, era abogado, su esposa la Linda Sofía, era una
mujer escultural y bonita, dedicada a la casa y su familia. Y un primor de hija
la pequeña Alicia Monroy. Era definitivamente un modelo de familia. En todo el
tiempo que los conocí, tuvieron una vida intachable, ninguna queja.
- ¿Y
qué paso? – Alberto interrumpió a la anciana.
- Esperece
joven, allá voy – la anciana fulminó con sus pequeños ojos a Alberto y luego
dijo -. Un día se fueron de vacaciones. No sé sabe exactamente como fue el
accidente. Al parecer Benjamín perdió el control del vehículo y se estrelló
contra un muro. Benjamín murió inmediatamente, Sofía y Alicia a pesar de la gravedad del choque sobrevivieron. Sin
embargo, Sofía perdió su brazo izquierdo y cayó en la depresión. Se dedicó a la
bebida abandonando a su hija, un día un hombre de mal aspecto muy diferente a
Benjamín, llegó a vivir con ellas y ahí comenzó todo.
La familia Monroy se
desmorono, Alicia crecía bajo el cuidado de vecinas piadosas como yo;
intentamos aconsejar a Linda Sofía pero fue inútil. Un mes de julio, no
volvimos a ver a Alicia, preguntamos a su madre y esta dijo que se fue de vacaciones,
al cabo de un tiempo ella y su nuevo novio, vendieron la casa y se fueron. Esa
fue la última vez que se los vio – la
anciana suspiro hondo, desde su alma -. Nunca nadie a partir de entonces ha
vivido más de uno o dos meses, se podría decir que han pasado unos treinta
dueños o quizá más.
- - ¿Qué
paso?
- No
sé sabe, algunos dicen que nunca vieron salir a la niña Alicia, otros dicen que
la mataron vendieron la casa y se fueron a vivir con la fortuna de Benjamín,
otros que la golpearon y la desfiguraron tanto que la hicieron viajar de noche,
para que nadie del vecindario la vea. Pero yo creo que ese infeliz la mató.
Alberto tenía una
historia, los rumores y chismes podían ser ciertos. Seguramente el padrastro de
Alicia la mató y tuvo de cómplice a la madre de la joven. Seguramente la niña que él veía era Alicia. De pronto
tuvo una idea, que se posó en lo más profundo de su mente y lo aparto de su
quehacer diario. Esa misma noche llegó a
la casa, revivió los pasos de la muchacha. Subía las escaleras y llegaba a la alcoba
principal. En la alcoba Alberto no encontró al útil, removió cada recoveco y no
hayo nada de que no fuera de él. Seguramente ahí fue asesinada, por eso no
entraba, nunca la niña traspasaba el umbral de la puerta, al llegar ahí daba
media vuelta y regresaba por donde vino.
Una nueva idea se ensambló
en el brillante cerebro de Alberto: la niña llegaba al patio, allí encontraría
más pistas. El patio estaba desolado, que podía encontrar en un espacio donde
no hay lugares para ocultar algo. Pero su cerebro trabajaba a toda máquina,
existía una huerta, llena de flores, matas y tierra, podría haber algo oculto,
entre la tierra. Paso una hora cavando en cada rincón, hasta que encontró algo,
algo tan macabro que lo dejo sin aliento. Encontró los restos de una persona,
llevaba un vestido rosa, y un esqueleto carcomido por los gusanos. Todo lo que
la mayoría del vecindario presumía, sucedió en verdad. El padrastro asesino a
la hijastra y obligo a Sofía, a esconder el cadáver en el patio de la casa.
Huyeron antes que levanten sospechas sobre la ausencia de la joven.
De repente el
ambiente del lugar se puso más frío, la temperatura descendió extremadamente,
el aire se puso pesado, Alberto sintió que el aire se le acababa, su mirada se
nubló, comenzó a sudar y su corazón se aceleró, a un ritmo desenfrenado, después
cayó sobre los restos. Cuando despertó, se encontraba en la alcoba principal, solo
cambiaba el decorado. Un hombre moreno, de brazos grandes miraba televisión
acostado en la cama. Una mujer de tez blanca, de ojos miel y cabellos rubios y
ondulados, muy mal vestida pero muy hermosa. Le reclamaba que solo estaba
viendo televisión, el moreno se levantó, dio dos zancadas y ya estaba al lado
de la mujer, la mujer escasamente le llegaba al pecho al hombre, pero se
mantuvo firme ante el grandote. Este sacó un derechazo propinándole un golpe
tan fuerte que la estrelló con la pared. Linda Sofía comenzó a llorar y a
gritarle que lo odiaba y quería que se largue de su casa, el hombre colérico la
levantó de sus cabellos y la azotó nuevamente contra la pared, ella cayó al
suelo y él comenzó a propinarle puntapiés en el costado. Tal acto era salvaje,
Alberto quiso hacer algo pero fue incapaz de moverse.
Segundos después una
voz temblorosa ordenó al moreno que se detenga, Alicia estaba parada en la
entrada. El moreno dejo de golpear a Sofía y se dirigió a la niña, Sofía tirada
en el piso, le puso una zancadilla que lo derivó. El moreno muy molesto nuevamente
se levantó del suelo con una agilidad felina y regreso a golpear a la mujer, la
joven entró y lo empujo llegando primero a su madre.
- ¿Madre
quien duerme en tu cama? – preguntaba llorando, ayudando a su madre a incorporarse
-. ¿Duermes con un hombre o una bestia? – el hombre la abofeteo y la saco del
cuarto.
- No
voy a dejar que golpees más a mi madre. Madre ayúdame a descansar de tanto
dolor – imploraba la niña a su malherida madre.
La madre en un acto
desesperado empujó a la niña, para sacarla del cuarto y evitar que le hagan
daño, no obstante el impulso la hizo trastabillar y se golpeó la frente en la
perilla de la puerta, cuando Alberto regreso a ver a la niña, ella sangraba
abundantemente por la frente. El moreno iba seguir golpeando a la mujer y
Alicia se lo evitaba, los tres forcejearon en el corredor al Salir de la
habitación principal. La madre en un acto desesperado por apartar a su hija de
la contienda volvió a empujarla, - este no es asunto tuyo, ve a tu habitación -.
Le dijo. Desafortunadamente el forcejeo ya llegaba a las escaleras, la niña no
tuvo con que detenerse y cayó escaleras abajo, ante la mirada atónita del
moreno y la pobre Sofía, que miraba como la niña de sus ojos caía, sin ella
poder detenerla.
Todo el forcejeo
terminó, el silencio se posó en el lugar, nadie movió ni un músculo. Cuando Linda
Sofía reaccionó, corrió a socorrer a su hija, la niña no se movía, su cuello
estaba roto.
- - Está
muerta – dijo Linda Sofía, su cara se desencajo.
- - No
puede ser la mataste idiota – la recriminó el moreno.
Acto seguido el
llanto no se hizo esperar, la madre desconsolaba lloraba al lado del cadáver de
su pequeña hija, lo había perdido todo.
-
Eres
una tonta.
- - Ayúdame,
llama a la policía.
- - No
seas tonta, te meterán a la cárcel, mejor ocultemos el cadáver.
Ante el horror de
Linda Sofía, el moreno la aparto del cadáver y comenzó a cavar en la huerta. Colocó
el cuerpo de la niña ahí y tapo la tumba. Alberto miró la espeluznante escena. Creyó
que el hombre moreno asesino a la niña, pero en realidad fue su madre – ¿Por qué
me mataste si yo te quería? -. Todo encajaba. El alba asomo con todo su esplendor,
Alberto dormía sobre el cadáver de la niña.
Medicina legal
realizó el levantamiento respectivo, Alberto se encargó de todos los trámites
para darle una sepultura digna a la pequeña Alicia Monroy. Busco a la madre. En
un pequeño pueblo la encontró, Linda Sofía se suicidó hace ocho años, después
de asesinar a su segundo esposo Braulio Ponce. La carga de haber matado a su
hija y el despreció que le tenía a su nuevo esposo, la llevaron a cometer este
homicidio.
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