"LOS FRÍOS"
Clark, Ana y Federico, fueron llevados kilómetros y kilómetros sin ver por donde iban, poco a poco fueron cayendo en un sueño, profundo e incontrolable. Despertaron en un lugar oscuro y
frío, el tintineo de agua cayendo sobre el piso los despertó. Clark abrió los
ojos lentamente, una pequeña luz lograba filtrarse entre tanta oscuridad,
divisándose motas de polvo en el haz que hacía. Las tinieblas eran tan
abrumadoras que escasamente se podía percibir algo en aquel lugar. Clark tanteó
una cadena gruesa, que sujetaba su pie derecho, como si una tenaza le
aprisionará y aumentará su fuerza presión cada vez que el realizaba algún
movimiento. El sonido de la voz apagada y acongojada de Ana, retumbó en
el lugar.
- ¿Clark eres tú?
- ¿Ana, dónde estás? – Clark estaba cerca a su hermana, aun
en la adversidad estaban juntos.
- La pregunta correcta ¿es dónde estamos? – Federico también
se encontraba cautivo en el mismo sitio.
Alrededor todo era tinieblas. Extraños ruidos se escuchaban
afuera, era difícil decir que eran, si animales o personas. Arrastraban sus
pasos, sorbían mocos, su respiración era sibilante, como si tuvieran una gran
obstrucción en el pecho y se estuvieran muriendo. Iban de un lado a otro.
- ¿Qué es eso? – preguntó Ana en un susurro.
- No lo sé, pero son desesperantes – dijo Federico, mal
humorado -. Les juro que si me topó con uno de ellos los mato.
- ¿Quiénes eran los que entraron al Castillo?
- No pude verlos, pero es evidente que no eran lobos.
- Si eso todos lo notamos – replicó Ana.
- ¿Y el mapa? – preguntó Federico.
- No te preocupes, está a salvo.
Durante algunas horas, guardaron silencio, la pequeña luz
que penetraba, disminuía lentamente hasta el punto de agotarse completamente.
Finalmente todo fue oscuridad. Una luz anaranjada se acercaba, un candado
abriéndose y unas cadenas cayendo al piso le siguieron. La puerta de acero realizo
un chillido al abrirse. Luego un hombre gordo y alto, entró arrastrando los
pasos, su respiración sibilante se escuchaba más fuerte. Sujetaba una antorcha,
que emitía una tenue luz, que reflejaba un rostro aplastado, con dos grandes
entradas en sus sienes, una boca grande y dispareja, de ella un hedor a carne
podrida emanaba. A su paso torpe y lento, iba prendiendo candelabros ubicados
en todo el lugar. La luz cada vez era más intensa, al descubierto su color
amarillo y sus ropas ajadas, sus pies también eran grandes, y cubiertos de
pelos, rizados y cafés, caminaba descalzo, sus uñas estaban encarnadas y
caminaba encorvado. Después de iluminar el lugar salió del cuarto, con su mismo
caminar lento y torpe.
Ana, Clark y Federico cruzaron miradas de miedo, que bestia
los tenía prisioneros. Inmediatamente se perdió el sonido de la respiración del
gigantón, se escucharon pasos más suaves y firmes. Tres hombres ingresaron,
erguidos y vestidos con túnicas negras con franjas rojas. Eran imponentes,
extremadamente pálidos y ojerosos. El uno era calvo, su rostro era estilizado y
poseía facciones femeninas, haciendo juego con su nariz ganchuda. El otro tenía el cabello
largo, rubio y ondulado, sus facciones también eran finas, pero más puntudas que las del calvo y un gran bigote de morsa. El último era de facciones gruesas, su cabello
y barba rojos, parecían arder como las llamas de los candelabros que iluminaban
la habitación. Los tres parecían estar muy cansados y la escasa luz que emitían
los candelabros, les daban la impresión de tener ojos rojos y despiadados.
- Hola – dijo el de barba roja, su voz era autoritaria y
fuerte -. Os pido disculpen la incomodidad, les aseguro que apenas tengamos lo
que queremos serán libres – sonrió maliciosamente, algo en él no inspiraba confianza.
- ¿Quiénes son ustedes, qué quieren? – interrogó Federico.
- Pero por supuesto, os ruego disculpen mi falta de modales,
es que estoy muy cansado y hambriento.
- ¡Nosotros también! – recriminó Clark.
- Si tienes razón, pero no se preocupen, mis sirvientes están
preparando la cena – el de barba roja nuevamente desenvainó su maliciosa
sonrisa, y compartió miradas con sus acompañantes, después dijo -. Verán mis
queridos amigos, este – señalo al calvo -, es Rupert Alexandru. Mi amigo de
cabellos rubios es – también lo señalo, guió a él su mano derecha y regreso a
verlo -. Bogdan Ciprian – ahora colocaba sus manos en el pecho -. Y yo soy Bastian
Vlad, su fiel servidor. Aunque me parece justo que si nosotros nos presentamos,
ustedes también lo hagan – se acercó a Ana y tomó su rostro, su mano era fría,
como hielo al igual que su aliento -. ¿Cómo te llamas delicia? – se relamió y
unos colmillos se asomaron en su boca.
- ¡Suéltala! – Vociferó Clark -, no te atrevas a tocarla.
Bastian dejo de tocar a la chica, su atención ahora se
dirigía a Clark. Caminó suave y se posó frente a él, lo fulminó con sus ojos rojos y dijo.
- ¿Tu eres…?
- Soy Clark Johnson.
- Clark… mucho gusto amigo, pero no me han contestado el
nombre de esta princesa – señaló con su índice derecho a la asustada Ana.
- Ella es Ana y yo soy Federico – el cazador de lobos tomaba
la batuta de la charla -. Dinos que buscas para poderte ayudar y salir de este
agujero.
- Federico, para empezar esto no es agujero, de hecho es la
torre más alta de mi castillo... Y segundo busco tres objetos valiosos.
- Pues no los tenemos – sentenció Federico con firmeza.
- Eso ya lo sabemos, los objetos fueron movidos y reubicados en otros sitios… - el calvo hablo con tono suave y calmado.
- ¿Entonces qué quieren?
- El que los movió fue el dueño de la mansión donde ustedes
estaban.
- Exacto y conocemos de buena fuente que los ubicó en
diferentes lugares – tomo la palabra nuevamente Bastian -. Lo que queremos es
el mapa que hizo con las indicaciones para llegar a ellos – estas últimas
palabras estremecieron a los tres y Federico que se mostraba tranquilo, por
primera vez reflejo en su rostro preocupación.
- ¿Podrían darnos el mapa? – finalmente Bodgan pronunciaba
palabra, al igual que los demás su voz era profunda y pausada.
- No lo tenemos – aseguró Ana con firmeza. Clark y Federico le
mandaron miradas de asombro.
- Veo que la cena se acerca – habló Bastian con expresión
olfatoria -, huele bien, espero lo disfruten.
Segundos después entraba el gigante de piel amarilla, con
una bandeja en las manos, en la cual estaban depositados tres platos. Los colocó
uno al lado de cada uno. No se sabía que era más nauseabundo, si el aliento del
gigantón o el olor de la comida rancia. El hombre salió del calabozo
arrastrando sus pasos.
- Ahora coman – dijo Bastian abriendo los brazos indicando
los platos de comida servida -. Disfruten la cena… pero también quiero que
piensen en lo siguiente – su rostro se puso más serió, cruzó los brazos y dijo
-. Me dan ese mapa, son libres mañana mismo, me lo niegan serán terriblemente
masacrados – se colocó su capucha, imitado por sus dos acompañantes y salieron
del cuarto -. Espero que pasen buena noche…
- Pes y Te vigilen bien – ordenó Bodgan a dos seres que permanecían
ocultos en las sombras del corredor contiguo al calabozo, su característica era
similar a la del que les dio la cena. Las puertas se cerraron, candado cadena,
la única diferencia era que les dejaron los candelabros encendidos. Cuando no
se escuchó ningún ruido Clark dijo.
- Ana por qué les negaste el mapa.
- No lo entiendes, ese mapa es nuestro seguro de vida.
- De todas maneras nos mataran, únicamente nos has dado un
día más de vida.
- ¿Cómo estás tan seguro? – preguntó aterrado Clark.
- He escuchado sobre estos hombres, mi madre solía contarme
la historia de “los fríos”.
- “Los fríos”, me pregunto porque les darían ese nombre –
dijo Ana en tono sarcástico.
- se dice que tres hombres de piel blanca como la luna llena,
fríos como piedra gobiernan en un castillo después del bosque de las almas
perdidas. Toda persona que osó penetrar ese bosque nunca regreso, pero aún si
lograbas penetrarlo y llegar al Castillo de “Los fríos”, únicamente alcanzarías
tener más horas de vida.
- Que locura, ¿quién ingresaría a un bosque embrujado,
sabiendo que es custodiado por monstruos?
- Mi querido Clark, eres muy ingenuo, si no hubiera premio
nadie se arriesgaría.
- ¿Qué premio?
- La fortuna de “Los Fríos”, dicen que si la consigues podrás
vivir como millonario tú, tus hijos, sus hijos y los hijos de sus hijos. Cuatro
generaciones o tal vez más, sin problemas de dinero. Claro que solo es un mito
o leyenda como la quieras clasificar.
- Y si Ager les robó esa fortuna y ese mapa sea el camino hacia
ella.
- Podría ser, pero esos hombres en verdad dan miedo.
- De qué hablas Clark, si son un encanto, mira nos dieron una
suculenta cena.
- Sí, que además huele delicioso.
- Pero no hemos definido, ¿qué vamos hacer? – preguntó Clark,
la situación no era muy alentadora, encerrados como reos en un calabozo,
custodiado por monstruos de piel ictérica, y tres hombres que parecen estar
muertos.
- Ana tiene razón, ese mapa es nuestro seguro de vida… -
Federico respiro profundo y continuó con su plan -. Propongo decirles que lo
escondimos en el castillo, que les diremos donde si nos sueltan, seguramente
ellos no nos van a dejar ir tan fácil. Así que los llevamos hasta el castillo
de Ager nuevamente, ahí tratamos de despistarlos e intentar huir.
- Es loco, además de improbable que podamos escaparnos, y sin
contar sus amiguitos de respiración musical. Apropósito ¿qué son?
- Parecen trolls, dicen que son así, pero no conozco a los trolls personalmente. Podrían ser
cualquier bestia.
- Puedo ser el señuelo – dijo Ana.
- No, jamás.
- Soy mujer y soy bonita, puedo distraerlos, fingiendo un
desmayo o una cosa parecida. Clark ahora eres muy fuerte, podrías noquearlos.
- Tiene razón Clark.
Después de mucho discutir, acordaron que el plan sería así. Sin
darse cuenta el sueño ya los custodiaba, y se dejaron gobernar, las horas se consumían
como una vela. “Los Fríos” en pocas horas volverán a atravesar las puertas del
calabozo, esperando una respuesta, en el mejor de los casos una respuesta positiva.
CONTINUARÁ...
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