EL DÍA EN QUE LA MUERTE DESCANSO.
En una ocasión la muerte cansada de la vida que el destino le impuso vivir, sintiendo en lo más profundo de su alma, envidia de los hombres. Y los envidiaba por reír, soñar, enamorarse; en fin sentir mil emociones que ella desconocía. Pero lo que más coraje le causaba, era saber que ellos eran libres; capaces de escribir su destino, a diferencia de ella que solo vivía para matar, sin poder decidir no hacerlo y vivir de otra manera. Además estaba agotada, vagaba por todos los rincones de la tierra, día tras día sin tomar descanso.
Entonces un día, decidió que se daría un receso en su labor, sin
preocuparse por hacer su trabajo. Vivir como siempre había querido, libre. La muerte colgó su túnica y capuchón negros, guardó su guadaña. Después tomo forma
humana, para poder mezclarse entre los hombres. Por último se vistió, con prendas que había robado anteriormente. Era una chica hermosa: alta, delgada,
su piel blanca y fina como la porcelana, su cabello liso, largo y negro como el petróleo, sus labios delgados y
provocativos, ojos redondos y muy penetrantes de color miel intenso. Vestida
con una blusa verde azulada, sin mangas pero con un gran escote y una falda de jeans, por encima de sus
rodillas . Sin duda alguna su forma humana era realmente muy atractiva y bella.
Ahora estaba lista para disfrutar de una vida
normal. Aunque solo sea por un día. Caminando en la tierra, entre los mortales
decidió visitar el mar, esta vez para recrearse, no para ahogar personas. Ahí
conoció mucha gente e hizo bastantes amigos. Con los cuales saltó en paracaídas, sintiendo el viento en su cara al descender, escaló montañas con el sol besando su rostro pálido, a ella no le molestaba, eso la hacia sentirse viva. Fue a cine, no importaba la película, importaba la sensación de estar acompañada, por primera vez en su vida. En fin realizó un gran número de actividades, con
las que las personas se divertían.
En esos ires y venires, conoció a un hombre alto, arrogante pero muy
atento y caballeroso con ella. Quien con su simpatía, logró seducirla y enamorarla. La invitó a cenar, más tarde
fueron a bailar y al terminar la noche sus cuerpos y almas se unieron. Ella lo
amó y él la amó, entregándose lo mejor de cada uno mutuamente, o ella al menos
así lo hizo. Fue un momento inolvidable para la muerte, sabia que nunca
volvería a sentir todo lo que sintió aquel día y aquella noche.
A la mañana siguiente, la muerte recostada en el pecho de su galán, observó con
algo de desconcierto, como era aclamada y odiada a la vez. Como era maldecida
por llevarse seres queridos, otros en contraste le rogaban que se los lleve, mientras agonizaban hundidos en el dolor, cansados de vivir. También estaban
los que no querían vivir más, porque según ellos tenían muchos problemas sin
solución. Muchos le temían. Habían los que sabían que tarde o temprano morirían
y la aceptaban como parte de la vida. La muerte reflexionó frente a la ventana, su misión en el mundo era cruel, pero tenía que hacerla, no tenía otra opción.
La muerte contemplo por última vez a su hombre. Dueña de un carácter recio no lloró, ni demostró tristeza alguna. Sin embargo, su alma se hacia añicos por la partida. Finalmente dio la espalda a su amado, apretó sus mandíbulas con fuerza y marchó. Pronto
las personas que conoció la olvidarían y ella seguiría vagando en la tierra
llevándose a los que les llego su hora, esperando algún día librarse de su yugo
y disfrutar una vida normal, como cualquier mortal.
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