jueves, 9 de mayo de 2013

TE CUENTO CUENTOS


EL CORAZÓN DE PIEDRA

Colinas del Cielo, quizá, la creación mas bella que un día  puso Dios sobre la tierra. De calles empedradas, casas de colores vivos y alegres, rodeadas por arboles verdes y frondosos; en cuyas copas, el sol caía como lluvia dorada, iluminando cada rincón de la villa; bajando por sus  imponentes tallos, extendiéndose a lo largo del lugar, calentando el piso y el agua del rio que circulaba bordeando el lugar. 
El sitio irradiaba paz y esperanza a todos sus habitantes. Esa paz se desplegaba como una brisa de aire, imperceptible a los ojos, pero capaz de invadir a cada habitante de las colinas. Era un mágico conjuro que recorría los cuerpos de las almas que habitaban las hermosas Colinas del Cielo. Sin embargo, el mal es como un virus, se propaga e infecta personas que, no tienen defensas suficientes en sus almas para combatir este perjuicio, y se convierten en espeluznantes siervos del mal.
Pero, como dirían por ahí el mundo necesita equilibrio, de lo contrario qué sería la vida. Si existe el mal, para que ese equilibrio se de y se mantenga deben existir precursores del equilibrio, personas que hagan el bien. Por eso en Colinas del Cielo, existían seres que luchaban contra viento y marea, a favor de sostener la armonía universal. 
Entre esos precursores, hubo un hombre, fuerte y valeroso, llamado Arjen. Quien tomó la responsabilidad de asegurar que el equilibrio nunca se rompiera, en la pequeña villa donde vivía. Día tras día, desde que el sol salía, con el alba; hasta que se ocultaba con el ocaso. Luchaba con feroces rufianes que perturbaban la paz, incluso, derrotó a feroces dragones que se comían las cosechas de los agricultores, erradicó la esclavitud, cada ser humano fue libre, dio de comer al hambriento, y dio de beber al sediento; tal era su fama que en toda la villa lo respetaban y amaban.
Su reputación, innegablemente permitió que un día fuera premiado con la mas bella de las mujeres que caminaban en el mundo. Poseía ojos azules, penetrantes y grandes que iluminaban cualquier alma, tenía una sonrisa angelical, que brotaba como flor de sus hermosos labios, delgados y rojos; su rostro, de piel cetrina y perfectamente delineado; cabello largo, ondulado y rubio, como el sol. Todo esto en un complemento que era, un camino derecho al cielo, para Arjen.
Un día, cuando el gran hombre de rasgos trigueños; cabello largo hasta sus hombros; barba abundante y negra como su cabello; con brazos y piernas musculosas, con la espada a su espalda y, una sonrisa que iluminaba sus ojos verdes, regreso a su casa, después de ver que todo en las Colinas era plácido y la paz merodeaba por todos sus callejones; ninguna discusión, ningún robo; todo era apacible.
No obstante, la tranquilidad que rodeaba su rostro terminó al entrar en su casa y ver a su amada en brazos de otro hombre. Dándose un beso eterno y placentero. Su rostro enrojeció como fuego, apretó con fuerza sus puños y grito desesperado, gruñendo como dragón herido sin poder modular palabra. Estaba totalmente inmóvil, sintiendo recorrer en su cuerpo una furia que nunca había sentido antes, sentía la sangre hirviendo. Cuando los dos amantes reaccionaron también se quedaron petrificados ante el iracundo Arjen, que solo pudo desenvainar su espada, lanzándose hacia la mujer y el hombre que habían herido su corazón. Sin embargo, no fue capaz de atravesar con el filo de su espada a esa mujer, que amaba tanto. Miró al hombre por el cual lo habían cambiado; un hombre negro, fornido, pero mucho más pequeño que Arjen… Después observó a su mujer con lágrimas en su rostro, interrogando con la mirada ¿por qué lo hizo?
Arjen salió corriendo como loco, sin poder contener su furia, ni donde desahogarse, respirando de manera agitada. Corrió sin rumbo, desesperado y adolorido, hasta que llegó a una cueva profunda y oscura, donde solía ir a llorar cuando era niño. Allí, sin poder contener su dolor y sin saber como pararlo, tomó su espada con ambas manos y abrió su pecho, gritando de dolor, pero con la certeza de no sentir más esa sensación en su pecho. Dejo la espada ensangrentada en el suelo, introdujo su mano derecha en el hueco que había hecho en su tórax y arrancó su corazón, con toda la ira que lo invadía. Arjen salió de ahí sintiendo que el dolor de haber sido traicionado por la mujer que amaba, desaparecía poco a poco, como la llama que consume una vela. Herido llegó a la villa donde fue socorrido por los aldeanos, quienes sanaron su herida.
A pesar de ser sanado y salvado, Arjen nunca volvió a ser el mismo. Su espíritu se perdió, parecía maquina que cumplía su labor como robot. No sentía bondad, amor o dolor alguno; la bella mujer que lo había traicionado intento recuperarlo. Sin embargo, Arjen ya no existía, ahora solo era un guerrero sin corazón.
Con el paso del tiempo el corazón olvidado en esa cueva se lleno de tierra y frío. Se convirtió en piedra, duro como el metal. Arjen murió sin lamentos en su corazón, pero su corazón hizo perdurar esos lamentos en el tiempo. Nadie fue capaz de penetrar en la cueva, porque los lamentos y gritos que de ahí provenían helaban la piel de cualquiera; la llamaron la cueva maldita. Pero en realidad no era maldita. Sólo guardaba un corazón lleno de amor y bondad que fue lastimado y nunca pudo ser sanado. La inclemencia del tiempo que no perdona, hizo que se convirtiera en roca: duro y frío e incapaz de dar amor o bondad, de lo que en algún tiempo estuvo repleto como cualquier otro corazón.       

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